Ellos son la representación más genuina de la afición bilbaina, conocidos en toda la geografía taurina. Sus nombres constituyen una parte insustituible de la historia taurina. Se trata del centenario Club Cocherito y del Club Taurino de Bilbao, verdaderos soportes sobre los que pivotó la travesía del desierto del taurinismo en Vizcaya durante la etapa de contradicciones, posterior a la transición política, cuando la Semana Grande arrojaba número rojos y cuando se abrió la que ha sido probablemente la crisis más grave de la tradicional feria bilbaina.
De hecho, a sus nombres debieran anotarse buena parte de esa recuperación que se produce a finales de los años 80 y que llega a nuestros días, que hoy permite la Junta Administrativa mantener una nivel inusual en las ferias de toda la geografía taurina.
Nacido al conjuro del nombre de Castor Jaureguibeitia “Cocherito de Bilbao”, el torero más importante nacido en tierra vasca, el Club Cocherito se fundó en la mañana del domingo 20 de Noviembre de 1.910 en el Salón Vizcaya, sito en la calle San Francisco de la capital vizcaína. Presididos por D. Pedro Viguera, aquel grupo cada vez más numeroso de aficionados hizo posible que desde sus inicios su vida fuera taurinamente próspera y, lo que es más importante, con prestigio.
Por su parte, el Club Taurino se fundó el día 23 de Junio de 1928, gracias a diez aficionados bilbaínos, presididos por D. José María Escauriaza Ipiña, que a base de entusiasmo y dedicación hicieron posible que la entidad se desarrollara con rapidez. afición, hicieron posible la creación del Excmo. Club Taurino de Bilbao.
No es pequeño mérito que desde el momento de su creación, ambas entidades no hayan tenido prácticamente ningún vacío en sus actividades, con los vaivenes que ha dado la vida social en todas esas décadas. Si se repasan las respectivas historias de sus actividades se comprueba este dato.
Pero, además, fueron innovadoras. Y así, de la iniciativa del Club Taurino nació, por ejemplo, el célebre Festival benéfico que durante 60 años cada vez que se acerca la primavera acercaba a Bilbao a todas las figuras de cada época, una actividad que fue reconocida con la Cruz de la Beneficencia. Pioneros fueron, además, en la organización de las Semanas Taurinas, que durante el invierno mantenían la afición y que luego se popularizaron en muchos puntos de la geografía.
De la mano del Club Cocherito dieron comienzo, por su parte, los hoy tan frecuentes coloquios taurinos, que no hay feria que no cuente con ellos. Aquella fue una iniciativa del entonces presidente Facundo Álvarez y de un gran periodista como fue Antonio de Rojo. Eran los tiempos románticos, cuando estas cosas no se habían mercantilizados como hoy vemos en tantos sitios; allí se trabajaba por afición y por cariño al Club y a Bilbao. Constituyen ya una tradición, que en la presente temporada se encargaran de coordinar dos buenos periodistas: Iñigo Crespo, en el Cocherito, y Alfredo Casas, en el Taurino.
Y cuando fue necesario, dieron un paso al frente para mantener, asumiendo todos los riesgos, la tradición taurina bilbaina. Viene a cuento recordar aquí como en 1951, en otra etapa en la que las Corridas Generales no eran negocio, cuando 18 socios del Cocherito se hicieron cargo de la organización del abono bilbaino. Durante los años que se mantuvieron al frente de VistaAlegre, no sólo supieron volver a los número negros. La aventura no pudo ser más brillante. Ni más rentable para las instituciones benéficas, porque los cocheristas, al acabar su etapa empresarial, les hicieron entrega hasta de la ultima peseta que habían conseguido como beneficio de los dos abonos de agosto que organizaron. En total, 1.370.660 pesetas de las de entonces.
Pero el milagro económico no era fruto de la casualidad. Los hombres del Cocherito supieron, ante todo, constituir una empresa taurina con visión moderna, con capacidad para atraer espectadores a Vista Alegre. En esta línea de innovación, tuvo un gran eco la implantación de los abonos de pago fraccionado, merced al cual muchos aficionados podían adquirir sus localidades pagando de duro en duro a lo largo de todo el año. Y todo ello, además, con una amplia red de puntos de venta, mediante el acuerdo con establecimientos comerciales y sociedades. Fue una novedad de enorme éxito, que ya al año siguiente copiaron no pocas empresas taurinas del resto de España.
Pero, sobre todo, esta experiencia hizo posible que se reactivara la vida de las instituciones taurinas bilbainas, que se sintieron involucradas en lo que era una meta común: recuperar la plaza para devolver a sus mejores tiempos. Tan lo consiguieron que en 1953 ya hubo empresas convencionales que acudieron a hacerse cargo de la gestión de las Corridas Generales.
Mientras fue empresa, el Grupo Club Cocherito se preocupó también de acicalar la Plaza, rodeó de mayor lujo el propio espectáculo con la incorporación de los timbales y clarines, la confección de banderillas y divisas de lujo, la convocatoria de premios ganaderos y taurinos y la preparación de una cartelería de gran formato y colorido. Pero a esta actividad, tan característica luego de la Semana Grande bilbaína, también colaboró el Club Taurino, con la brillantez en la organización de sus festivales, que siempre han sido mucho más que un mero espectáculo taurino: siempre ha sido un acontecimiento de la vida ciudadana. Y si cada año el Club Taurino viene premiando al mejor par de banderillas de los que se ponen en las Corridas Generales, desde hace ahora 50 temporadas el Club Cocherito premia al toro más bravo.
Las excursiones al campo, las conferencias y coloquios durante todo el año, la recuperación de algo tan tradicional como los almuerzos de homenaje a las grandes figuras, la actividad social permanente en las respectivas sedes, sirven, en fin, para mantener viva una afición.
Nota al margen
Los dos club bilbainos –uno ya centenario y el otro camino de ellos—constituyen dos de los ejemplos más significativos del asocianismo taurino, solo precedidos por el Club Taurino de Murcia, decano de todos los Clubes taurinos del mundo, que se fundó por un grupo de aficionados el 7 de Septiembre de 1887, día de la inauguración la actual Plaza de Toros de Murcia.
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