Las noticias ultimas son esperanzadora. Incluso más allá de las tesis optimistas. Tanto como que “El Chano” se dispone ya a iniciar las tareas de rehabilitación, un objetico que el Hospital de Parapléjico de Toledo tiene una gran experiencia y una probada eficacia. Pero con lesiones de la importancia como las sufridas por este gran banderillero en Ávila, conviene ir paso a paso, dejando que los especialistas vayan marcando los tiempos y los modos.
Pero moderado el optimismo, aunque todo el toreo lo que quisiera ver es el milagro de encontrárselo de nuevo en una puerta de cuadrillas, la realidad es que en estos días “El Chano” nos ha dado a todos una lección. Como torero y como hombre.
NI una palabra más alta que otra, consciente de la realidad de las lesiones que sufre. Pero, a la vez, con el ánimo íntegro y una enorme serenidad por montera. Cada vez que se le oía hablar era una lección en toda regla, de las que son difíciles de encontrar. Más que darle ánimos a él, era él quien se los daba a los demás.
Y no todo hay que fiarlo a eso de que los torero son de una pasta muy especial. Los toreros son como el resto de los mortales; lo único distinto es que tienen una gran preparación física y que sus lesiones y cogidas son atendidas por los médicos de forma inmediata, dentro de una especialidad que ha experimentado grandes avances en los últimos años. Y luego, claro está, que tienen una voluntad de sacrificio que no conoce límites, como se comprueba cuando se les ve en el ruedo como si aquí no hubiera pasado nada, cuando en el muslo aun llevan los puntos de una cornada.
Pero frente a lesiones que puede conducir a tener que dejar el oficio, con lo absorbente que es la profesión taurina, resulta llamativa la hombría de “El Chano”. Está siendo él quien da ánimos a cuantos le rodean, el que confía en que saldrá adelante. Como ha dicho en varias ocasiones, no sabe como ni en qué, pero inactivo no va a permanecer. Como con agudeza ha comentado en alguna ocasión, en la peor de las hipótesis posibles, antes de quedarse quieto, se dedica al deporte para personas con limitaciones físicas. Y se descuida uno y se hace un número uno, con la fuerza de voluntad que tiene acreditada.
Sin embargo, conociendo la naturaleza humana, lo que más llama la atención es que de su boca no ha salido ni una mala palabra. Su vocación torera permanece intacta, como si aquí no hubiera pasado nada. Su serenidad, conmueve. Y su fortaleza de ánimo resulta de admiración.
Ahora quedan por delante semanas de mucho trabajo silencioso, de un esfuerzo mayor que el que supone toda una temporada, pero sin ovaciones ni ese desmonterarse con el que con tan frecuencia tenía que corresponder a los aficionados. Probablemente, metidos en ese carrusel vertiginoso del verano taurino nos acostumbraremos a la situación y “El Chano” será noticia muy de vez en cuando, aunque no caerá en el olvido, que la clase taurina es solidaria como pocas. Pero es ley inevitable que se quedará a solas con los suyos, con todos esos que el torero ha tratado en todo momento de transmitirles serenidad y sosiego frente a la adversidad.
Pero ahí estará “El Chano” trabajando con los fisioterapeutas con la misma intensidad con la que cada tarde le veíamos en los ruedos. En silencio, sin más ovaciones que las que uno siente en su interior cuando sabe cómo se esfuerza y como va alcanzando objetivos. Será una lección definitiva de su hombría y de su sentir torero.
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