PAMPLONA. Primera de la Feria del Toro. Lleno. Cinco toros de Cebada Gago y uno (5º bis) de Herederos de Salvador Cebada Gago, bien presentados pero desiguales de hechuras, que no dieron facilidades; los cuatro últimos cinqueños. Juan Bautista (de corinto y oro), silencio y aplausos. Javier Jiménez (de blanco y oro), silencio y silencio. Román (de nazareno y oro), una oreja y ovación.
Aunque fuera el día del Santo Patrón, no estaba la cosa para regalos y golosinas. Más bien para vino peleón. Si por la mañana las reses de Cebada Gago dejaron sus señas de identidad, por la tarde además le pidió el carnet a todos los actuantes, que solventaron con mucha dignidad la papeleta. Nadie diría que estos toros tienen mucho parentesco con lo de domecq.
Todo el lote astifino y, sobre todo, ofensivo de cara. Luego su presencia, superando sobradamente los límites que pone Pamplona, venía muy dispar de hechuras. Desde el bien hecho 1º, que era como para hacerse un dije, al más deslavazado y complicado 4º, con un pitón izquierdo al que podría aplicarse la definición de arma blanca. Por motivo desconocido, tras romperse el titular un pitón en el ruedo, como 5º bis se lidió el que en los programas oficiales figuraba como 2º sobrero, que se salvaba por la cabeza. Ninguno regaló nada. Y el único que apuntó unas dosis de nobleza, que fue el 2º, carecía de fuerzas para explicarse.
No era, pues, una tarde como para la jarana, aunque los cánticos de la solanera se prodigaran. Había que estar con los cinco sentido metidos de lleno en los secretos de la lidia. Lo dejó claro Juan Bautista, especialmente con ese 4º, que tenía mucho más peligro del que la mayoría advirtió desde el tendido. Con cabeza pero con una firmeza encomiable, Román; venía a por el triunfo y si no marra con la espada de cruceta en el que cerró la función, a estas horas habría salido por la puerta del encierro; reúne todos los elementos propios para ser un torero de Pamplona.
Casi academicista, por pulcritud y por su buena técnica, Juan Bautista confirmó con una corrida nada agradable el buen momento que atraviesa. Toreó con clase al que abría la tarde, aunque la necesidad de perderle pasos entre muletazo y muletazo enfriaba el clima. Y se mostró más que sobrado hasta para tapar las muchas complicaciones del 4º, al que lidió, como diría el clásico, sin despeinarse siquiera, en otras manos, era propicio para hacerle pasar un purgatorio al que se pusiera delante.
No tuvo ocasión para mayores alegría Javier Jiménez, después de su gesta del pasado año con este mismo hierro. Dejó claro, eso sí, que de natural tiene mucho temple en sus muñecas. Aquel que podía haberle dejado explicarse más ampliamente, que fue el noble cebada lidiado como 2º, carecía del fondo necesario como para bajarle la mano; el sobrero, ayuno de todo atisbo de clase y feo de estampa, no brindaba opción alguna.
Hay que reconocer, en fin, que Román tiene su personalidad. Tardes hubo en el que se le ha visto torear con profundidad y hasta con sosiego, también con corridas poco amables, tal que la de este viernes. Pero hoy no podía ser el día para tales encajes. Tal como anda la cosa, no pueden perderse oportunidade. Y ahí, el valenciano, sacó a relucir su faceta de un hombre esforzado. A base de entrega –de un golpetazo tremendo al realizar la suerte de matar, también– alcanzó a cortarle la oreja a su primero, con el que había estado valentísimo, pero con pocos muletazos limpios. Como contraste, con el 6º fue capaz de dejar las dos series de naturales de toda la tarde de excelente trazo y temple.
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