Desde este domingo 8 de abril, con el paréntesis de lunes y martes, rompe el ciclo continuado del abono abrileño de Sevilla. Después de unos años no precisamente pacíficos y buenos, surgidos a raíz del conflicto con lo que fue el llamado “G-10” y sus sucesores, la Empresa Pagés tiene una nueva oportunidad para enderezar el rumbo sevillano.
Ni la formula diseñada por la Empresa para 2017, ni las de anteriores años, sirvieron para disipar las dudas, que de modo necesario exigían de cortar la sangría del numero de abonados, que ahora anda en mínimos históricos. Ni con los carteles trufados de figuras, ni sin ellas, la realidad es que la afición parece ya cansada de la gestión de la casa Pagés, no confía en ella.
No se han dado aún cifras oficiales de cómo ha evolucionado el abono para este 2018, pero muchas sorpresas positivas no deben haberse producido, cuando se mantiene tanto silencio. Es cierto que en Sevilla, como en otras muchas plazas, se ha abierto el camino de adquirir preferentemente entradas sueltas, en lugar de esos abonos en los que uno se encuentra uno de todo.
Pero más allá, incluso por encima de los lógicos intereses de la Empresa Pagés, que Sevilla recupere su pulso tradicional es un hecho de evidente importancia para el conjunto de la Tauromaquia, que a día de hoy no puede permitirse una de las dos principales ferias del año taurino ande flaqueando un día sí y otro también.
Y es que Sevilla, como a partir de mayo ocurrirá con Madrid, constituye un escaparate fundamental del estado del toreo, un punto de referencia indispensable para medir el buen curso de la realidad taurina. Que ese escaparate luzca con luz propia trabajará en beneficio de todos los demás ciclos. Por eso, nos equivocaríamos si pensáramos eso de “allá Pagés con sus cosas y sus cuentas”. Sevilla ha sido y sigue siendo mucho más que una cosa de los herederos de don Eduardo Pagés, porque de sus acierto y de sus errores será deudora la propia Fiesta, no sólo la empresa organizadora del abono.
Es lo cierto que tampoco las figuras ayudan mucho en este empeño necesario. En Sevilla, como se ha repetido en Madrid, han primado sus comodidades, ese más de lo mismo que inunda todo el calendario. Tampoco la Empresa ha hecho todos sus deberes: con tantos carteles incompletos, no se entiende como no han hecho más esfuerzo por contar con nombres como Diego Urdiales o Paco Ureña; por no figurar no aparece ni Diego Ventura, que como toda figura pide que se respete su posición después de tantas Puertas del Príncipe.
Podría decirse que el mundo del toro anda actualmente bajo estas coordenadas. Y es cierto. Pero no por eso deja de ser urgente que, comenzando por Sevilla, se trabaje por una recuperación. La apuesta que ha hecho Ramón Valencia está ahí cuando llegue el día 22, con la corrida de Miura, será tiempo para evaluar cuál ha sido el grado de cumplimiento de las responsabilidad de cada uno.
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