Si se leen las noticias taurinas de los últimos días, es como para echarse a temblar. Da toda la impresión de que tenemos la casa del toreo patas arriba, como si un tsunami la hubiera arrasado. Y el personal parece tan tranquilo –menos Casas, que está al borde del ataque de nervios con sus Fallas–, mientras todos andan como soñando con un pasado que ni fue tan maravilloso como dicen, ni vio cumplidas las duras tormentas que anunciaron los agoreros. La única modernidad, por llamarle de algún modo, que han incorporado a un mundo tan aferrado a los usos ancestrales es que ahora unos y otros han aprendido a “intoxicar” informativamente, para llevar el agua a su molino.
Lo cierto es que, cuando la temporada tiene que echar a andar, parece que nadie ve las cosas claras. Y lo que desde luego no hay es el menor criterio de unidad en torno a los aspectos centrales de la Fiesta, que es lo fundamental. Ya ni el apoderado sigue siendo lo que siempre fue.
Resulta desconcertante el panorama, además de extremadamente preocupante. La Unión de Criadores reivindica sus derechos de imagen –esos que el titular de Pahla dice que aún no ha cobrado de Canal +— y en la ya por sí deteriorada UCTL se monta un gallinero. Parecía que la Unión de Toreros, aún no reuniendo a toda la profesión, formaba un grupo compacto; pues dice su abogado Moeckel que va a ser que no: que aquello es un galimatías en el que cada uno va a lo suyo y que él se marcha de ese lío. Y sale el empresario de una plaza tan tradicional como Bayona y nos cuenta que con las figuras en el cartel no consiguió el año pasado llenar ni medio aforo. En esta dinámica aducir los llenos de sanisidro como el bálsamo de Fierabrás de todos nuestros males, son ganas de insistir en el error; lo de Madrid por su feria es algo muy singular y complejo, no trasladable a la realidad actual de la Fiesta.
Pongamos los derechos de imagen en su sitio
Pensar que todo este desmadre toma su origen en la reivindicación de los derechos televisivos, supone una ingenuidad de libro, o ganas de marear una perdiz, que ya está muy pasada de horno. En más de una ocasión en estas páginas se ha reivindicado la naturaleza y el alcance de esos derechos, que a los profesionales les corresponden constitucionalmente, como a todos los creadores de cualquier manifestación cultural y de arte. Y en primer término al torero, que es el verdadero creativo, porque lo contrario sería como si el fabricante de los lienzos, o el marchante, fuera el que reivindicara la propiedad intelectual de un cuadro. Los demás partícipes en la Fiesta podrán aducir derechos colaterales, como cooperadores necesarios, pero de ahí no pasan. Y en todo caso, podrán reivindicar otros derechos, pero no los correspondientes a la propiedad de la actividad creativa.
Siendo así el fondo de esta cuestión concreta, lo cierto es que algo falla en todo el entramado taurino para que desde la reivindicación de unos derechos legítimos se haya pasado a un “sálvese quien pueda”, que puede acabar ahogando a todos. ¿Qué falla entonces para que estemos en medio de semejante barullo?
Cabría pensar que lo nuclear del problema radica en algo a la vez sencillo y complejo: que en el siglo XXI la Fiesta no puede funcionar, por decirlo de una manera gráfica, con casi los mismos criterios con los que el empresario Sabino Ucelayeta contrataba a Joselito y a Belmonte. A base de vivir de tradiciones, acaba anquilosándose toda la maquinaria, cuando hoy cualquier actividad de negocio –y los toros lo son– opera sobre unas bases que nada tienen que ver con las que regían en las décadas iniciales del pasado siglo. Hoy hay unos márgenes de eficiencia, transparencia y operatividad que exigen respuestas totalmente distintas. La Fiesta ya no puede entenderse sin ellas. Sin embargo, se ve a que a todo el entramado taurino, con su complejo mundo de legítimos intereses, le cuesta trabajo adaptarse; exagerando los términos, podría decirse que a lo más moderno que han llegado es a vender entradas por internet, algo que un niño de primaria hace hoy con los ojos cerrado. Y eso en un mundo abocado a las primas de riesgos, los brókeres y las OPV parece demasiado insuficiente.
El negocio tiene que cambiar
En alguna ocasión hemos sugerido la necesidad de replantear sobre nuevas bases el negocio taurino. A nuestro entender, esa tarea es hoy irrenunciable. Las circunstancias de la vida han hecho que eso tan bonito y hasta tan literario de la bohemia y la nostalgia del “siempre ha sido así”, ya sea reducto tan sólo para obras de ficción, tan maravillosas algunas como aquel recordado “Juncal”, que nos regaló Armiñán. Pero el “tomo nota” del magistral Paco Rabal ya no vale, salvo para la añoranza.
Cuando con un cartel de figuras, que cobran como tales, no se llega a vender ni medio aforo, no se puede pretender que ”aquí no pasa nada”. Pasa nada menos que el empresario trabaja a pérdidas, algo insostenible en cualquier actividad de negocio. Otra cosa serán las causas por las que no se alcanza ni el medio aforo, que son complejas. Pero lo realidad ineludible es que para repartir hay lo que dejaron en taquilla los aficionados. Por eso, acertaba Pablo Chopera cuando hace unos días afirmaba en “El Correo” que todos deben implicarse en la tarea de reconducir los costes del espectáculo. En otro caso, nos veremos abocado a lo que un insigne cronista predecía hace ya décadas: si las cosas no se cambian, la Fiesta acabará siendo un anacronismo y ocupará un lugar similar al de la Opera, un espectáculo para elites, que además no sobrevive si no es con subvenciones o patrocinios.
No es que hoy el arte del toreo –o la pericia a la hora de criar al toro bravo, por citar otra actividad— valgan menos que en otras épocas; es que las leyes del mercado, que son inexorables, se imponen. Y el mercado ha decidido, nos guste o no, que en la caja común hay un dinero muy limitado, lo que obliga a estudiar cómo se reparte, salvo que se predique la ley del más fuerte.
Una figura vale lo que el mercado dicta. Pero otro tanto hay que decir del ganadero, del empresario, del propietario de las Plaza…, de todos los forman el complejo entramado de la Fiesta. ¿Acaso las ganancias de un pintor están en función del valor que un perito establece para sus cuadros, o responden, más bien, a la caja que se ha hecho con la venta de los cuadros durante su exposición? Recuérdese: gloriosa era y sigue siendo la Tauromaquia de Goya; pero el pintor, para poder comer, iba por las esquinas vendiéndola por lo que buenamente le daban; en lenguaje moderno, por lo que el mercado estaba dispuesto a pagar. Antes de llegar a esos extremos, mejor será que organizadamente entre todos los sectores se replanteen seriamente las nuevas bases del negocio, que esperar a que el mercado, que no tiene ni alma ni sentimientos, imponga a la fuerza su ley.
Sin un mínimo de unidad corporativa no hay solución
Sin embargo, para que lo anterior sea viable, primero tendría que intentarse una especie de reconquista taurina, para recuperar una mínima unidad en los aspectos básicos, en lugar del actual reino de taifas, más empeñados en pelear unos con otros que en sumar los esfuerzos para ser corporativamente más fuertes.
Fracasó la Mesa del Toro, que ni siquiera el postrero intento del acuerdo muñido entre empresarios y toreros consiguió rescatarla: todavía está por desarrollarse –diríase que hasta por diseñarse— aquel maravilloso plan de reorganización y financiación que anunciaron para relanzarla de forma unitaria. Si hacemos caso al abogado Moeckel –que puede ser discutible en sus puntos de vista, pero información tiene— lo de la Unión de Toreros ha durado lo que un caramelo en la puerta del colegio, cuando hasta el dichoso “G-10” se resquebraja. La Unión de Criadores lleva meses sin conseguir un acuerdo para nombrar a su Junta rectora, y cuando hace algo –como los derechos audiovisuales– provoca un cisma en su seno. Los empresarios se lamentan a todas horas, pero en cuanto se convoca un concurso por una plaza corren todos juntos en tropel. Esta dinámica no hay quien la soporte.
En nuestro país ya tuvimos experiencias socioeconómicas más o menos parecidas. Cuando la economía nacional estaba camino de la UVI, todos arrimaron el hombro para construir los celebres y eficaces Pactos de la Moncloa, en los que a la vez todos cedieron y todos ganaron porque pusieron por delante los intereses comunes del país. Algo así toca hacer ahora en lo taurino, porque tal como ha discurrido la historia ni aunque hoy contraten con todos los poderes a la señora Merkel esto se arregla.
—- —- —-
LOS CINCO BOTONES DE MUESTRA
Como botones de muestra de cuál es la realidad en la que nos movemos, basta recordar las ultimas cinco noticias que, por orden cronológico, han ido saltando a la actualidad taurina. Parece un esperpento, pero sin embargo es la estricta realidad de lo que ocurre.
Arles ni cuenta con las figuras, salvo Manzanares
José María Manzanares será el único matador de toros del denominado G-10 que haga el paseíllo esta temporada en el Coliseo Romano de Arles. Estará ausente de la feria, como el resto de las figuras, pero toreará en una corrida goyesca en el mes de septiembre. En cambo, el ciclo ferial del mes de abril lo torearan Padilla, Juan Bautista, Ruiz Miguel, Víctor Mendes, El Fundi, Román Pérez, Esaú Fernández, Javier Castaño, Mendhi Savalli, Fandiño y Mora, entre otros.
Bayona recortará su presupuesto entre el 40 y 50%: con figuras, ni media entrada
Los responsables de la plaza de toros de Bayona han informado que reducirán, sus espectáculos taurinos "entre un 40 y un 50%" para 2012 debido a los pésimos resultados económicos de la pasada temporada. De siete corridas de toros en 2012, la temporada posiblemente se reducirá a cuatro. Y dicen algo preocupante: en 2011 hubo tres días que con figuras no se llegó a hacer ni la mitad del aforo.
La ganadería de Palha aún no cobró sus derechos de imagen del año pasado en Madrid
El ganadero Joao Folque de Mendoza, titular del hierro Palha, ha denunciado que Canal Plus no ha pagado todavía los derechos de imagen: "Yo no he cobrado todavía lo que me corresponde por lidiar en San Isidro y he preguntado a otros afectados por la misma feria madrileña y están en similar situación”
Casas no para de trabajar, pero no hay carteles para Fallas
Simón Casas no consigue cerrar los carteles de la próxima feria de Fallas aunque “no es por falta de trabajo y dedicación”. Cuando en una semana necesita tener las combinaciones de toros y toreros en la calle, el empresario sigue sin poder cerrar ningún acuerdo, pal estar encalladas las negociaciones sobre los derechos de imagen.
El abonado de la Unión de Toreros renuncia a seguir asesorándoles
Por estar en desacuerdo con la gestión que se está haciendo de los derechos de televisión, el abogado sevillano Joaquín Moeckel, que desde hace siete años viene asesorando a los matadores de toros en diversas cuestiones de índole jurídica, ha presentado su renuncia a este cargo. Moeckel ha señalado a la edición sevillana de ABC que "La Unión de Toreros, que nació de la fusión de las asociaciones Protauni y Taura, se configuró con el objetivo de unir a todos los toreros, una unión que no existe hoy en día, toda vez que, ahora mismo, hay dos grupos, el llamado G-10 conformado por figuras del toreo y el resto. No estoy de acuerdo con la forma de gestionar los derechos de imagen televisivos, sobre todo porque en el propio seno del G-10 también hay fracturas y unos van por una parte, según sus intereses, y otros por distinto camino".
A la renuncia de Moeckel le antecede la del también abogado y ganadero Javier Arauz de Robles, que igualmente se mostró en su momento en desacuerdo con la forma de actuar de los componentes de la asociación.
0 comentarios