Fue un 2 de enero de 2017 cuando el alcalde de Bilbao, Juan María Aburto, pronunció su decisión firme ante la Corporación municipal en pleno: “Garantizo que en 2018 plantearemos una nueva forma de gestión que nada tenga que ver con el actual contrato que está en vigor”. En unos días se cumplirán ya tres años.
En la primavera de aquel mismo 2017, el entonces teniente de alcalde y “administrador general de Vista Alegre”, Ricardo Barkala, insistió en el compromiso de cambiar el modelo de gestión. Se llegaba a esa conclusión tras el análisis, en una Comisión Informativa convocada a instancias de la Oposición, de las cuentas de la Junta en los últimos tres ejercicios, que había dado pérdidas.
Visto todo ello cuando vamos a entrar en 2019, habría que pensar que algo no se había calculado bien en las máximas esferas municipales; se habían metido en un jardín del que la realidad demuestra que más de dos años después aún no saben como salir, aunque siguen sosteniendo que el cambio es una decisión irreversible.
Primero porque al tomar su primera decisión no habían advertido que anular anticipadamente el contrato como asesores externos de los hermanos Chopera costaba un dineral indemnizatorio, para el que no había dinero en caja. Por eso rectificaron: el cambio de modelo se haría cuando concluyera ese contrato, al finalizar la temporada de 2018.
Pero al llegar la fecha anunciada para iniciar el proceso de cambio, al concluir el pasado mes de septiembre, resulta que no consiguen elaborar el pliego para convocar el concurso de arredramiento de la Plaza, que debe ser conforme con la Ley de Contratos del Estado. Unos portavoces municipales han dicho que el retraso viene debido a que es una tarea jurídicamente muy compleja; otros, más simplistas, se acogen a decir que la causa radica en que los funcionarios tienen mucho trabajo y no dan a basto.
Ninguna de las dos observaciones se sostiene. Entre otras razones porque antes de comenzar la temporada de 2018, cuando aún tenía su cargo en Vista Alegre, Ricardo Barkala declaró que tenía muy adelantadas las líneas maestras del pliego. O han cambiado las reglas del juego, o tales adelantos no eran tantos.
Lo único cierto que el Ayuntamiento bilbaíno se lanzó a una iniciativa que la afición acogió de muy buen grado, pero los cabos no estaban bien atados. Como faltan explicaciones creíbles, más bien todo lleva a pensar que se dan causas más importantes, que son las que tiene paralizado el proceso.
Junto a ello, ante la experiencia tan negativa de esa la madeja que los anteriores gestores dejaron en herencia, que costaba un dineral deshacer, lo que asombra es que nadie reclame que se averigüe hasta el final quiénes y cómo en su última etapa firmaron aquel contrato y con qué aprobación superior contaron. Podría ser hasta escandaloso que fueran los mismos que aún siguen en la Junta y los que en nada parecen facilitar un acuerdo adecuado que deje a salvo los intereses legítimos tanto del Ayuntamiento como de la Casa de Misericordia. En ese pantanoso camino se anda.
Mientras tanto, crece la preocupación entre los aficionados de Bilbao y entre aquellos taurinos que aspiraban a concursar por la gestión de Vista Alegre, que está aún en el aire de las incógnitas.
Y con todo a las espaldas, por si era poco ahí está una inaplazabale espada de Damocles encima: el 26 de mayo se irá a las urnas y ya se verá quién y en qué posición queda en el Ayuntamiento. Con lo cual, lo que no se haga antes de abril, adiós muy buenas. En suma, no más de tres meses de plazo para resolver este sudoku. Pero si se suman los plazos administrativo exigibles para este concurso, se descuidan y no da tiempo. ¿O es que a propósito están dejando correr el tiempo?, ¿acaso andan en la previsión de que al final se haga in extremis un Zaragoza bis?, ¿o está todo pensado para que de la noche a la mañana de alguna chistera salga una solución mágica? Total, que crece un tufillo que no presagia nada bueno; desde luego, de Chanel 5 no es.
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