BILBAO. Sexta de las Corridas Generales. Tres cuartos de plaza. Toros de Victoriano del Río –el 6º como sobrero–, desiguales de hechuras y arboladuras, la mayoría blandos, de juego muy desigual. Enrique Ponce (de marfil y oro), silencio y dos orejas. Cayetano Rivera (de tabaco y oro), ovación y palmas. Ginés Marín (de celeste y azabache), ovación tras un aviso y una oreja.
Al fin se abrió la Puerta Grande. Naturalmente, lo hizo Enrique Ponce, que en el ruedo de Vista Alegre se encuentra como en su casa. Pero urge añadir que lo hizo de forma meritoria, después de una faena rotunda, que casi nadie veía posible en sus comienzos.
Ese mar de dudas fue un denominador común de toda la tarde por la impredecible actitud de los toros de Victoriano del Río, tendentes además a perder la manos. Si ya de por si era poco pareja en sus fachadas, luego en su juego estaban preñados de actitudes cambiantes a lo largo de la lidia. Bajo pero fuerte era el cinqueño que abrió plaza, al que le costaba un mundo desplazarse, hasta cuando se le llevaba sin obligarle. Se movió con buen tranco en sus comienzos el 2º, pero conforme avanzaba la faena perdía pujanza y con ella su dosis de nobleza. Con un fondo de clase era el 3º, pero le costaba un mundo humillar y pronto buscó ir a lugar más pacífico. Voluminoso el que hizo 4º, peleó bien en el caballo –aunque ahí perdió parte de su fuelle–, para quedar con viaje corto y protestón. Con genio y sin humillación alguna el 5º, siempre renuente. Feo de hechuras el sobrero que se lidió como 6º, de poca clase y cara alta, pero que iba y venía. No puede afirmarse, en suma, que se tratara de una de las corridas previsibles según los criterios actuales. Tuvo más teclas que un piano.
Pues a ese 4º, de viaje corto y siempre protestando, lo metió en vereda Enrique Ponce, hasta acabar toreándolo como le vino en gana. Claro es que por delante había echado, además de mucha paciencia, una técnica encomiable para ir ocupando aquellos espacios del ruedo en los que mejor respondía su enemigo: desde el centro del platillo hasta las mismas tablas. La faena resultó pletórica de naturalidad, siempre nacida de manos que no conocen de brusquedades; pero a la vez con esos fogonazos que emocionan. Toda una tesis doctoral. Lo mató Ponce de un soberbio volapié, que lo tiró patas arriba. Sin dudarlo, dos orejas. Y Bilbao otra vez entregado, que en eso no pasan los años. Con el que abrió plaza trató el valenciano de prolongar sus acometidas, sin obligarlo nunca, muy en paralelo con los tableros. Ni por esas.
No se le puede negar a Cayetano su actitud y su entrega durante toda la tarde. Y si le espada le hubiera funcionado, hasta le corta una oreja a su primero. Muy en ordoñez al recibirlo con el capote, buscó luego llevarlo metido en la muleta, con soltura y con descaro. Sobre la mano izquierda nacieron los muletazos más hondos y más sentidos, de categoría. Con personalidad definida, desde luego. Frente al geniudo 5º quedaban menos posibilidades, prácticamente ninguna.
Con desparpajo, con la frescura de siempre, también de forma desigual, toda la lidia que Ginés Marín recetó al 3º bis, que el titular se había partido un pitón al rematar en un burladero. Con más fundamento la primera parte de la faena, no terminó de acoplarse cuando el de don Victoriano comenzó a distraerse, para acabar complicándose con la espada. En cambio, frente al que cerraba la función dio una mejor dimensión, especialmente en las series sobre la mano izquierda, con temple y con largura. Resolvió con bien las cambiantes actitudes de su enemigo. Y luego se volcó en el morrillo para amarrar el triunfo. Y en efecto, el palco le concedió una oreja.
Otrosí
En lugar de utilizar las que facilita el servicio de plaza, Cayetano le entregó a su cuadrilla banderillas con los colores de la bandera de España, suscitándose una división de opiniones, aunque la mayoría aplaudió la decisión del torero. Luego la ovación fue enorme en los dos pares grandiosos que colocó Iván García, que hubo de desmonterarse.
Según se comentaba al término de la corrida, el Delegado gubernativo ha abierto expediente sancionador a Cayetano por la utilización de banderillas que no habían sido reconocidas oficialmente antes del festejo, como establece el Reglamento. ¡Ya son ganas de hacer el ridículo!
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