El importante retroceso sufrido por el número de abonados para la temporada 2013 en la plaza de Las Ventas constituye la última señal de alarma, si es que se necesitara alguna más, sobre la delicadeza del momento que vive la Fiesta. Si después de este clarinazo los sectores taurinos no reaccionan y se creen que todo se reduce a un problema que le ha surgido a Taurodelta, se volverá a equivocar.
Cuando en el conjunto de los abonos se viene produciendo de forma continuada por las distintas plazas relevantes, que ahora se resienta ese gran baluarte del bono que siempre ha sido Madrid, viene a oficializar definitiva el proceso de profunda recesión que sufre el planeta de los toros.
Se trata de un proceso que no es privativo de las Empresas, sino que afecta a la generalidad de los sectores que conforman el mundo taurino. Ni los costes que desde el origen tienen hoy los espectáculos taurinos son sostenibles, ni consecuentemente los precios de las localidades se pueden mantener en los niveles actuales. Si no se quiere que la crisis lleve a todos a un profundo descalabro, la economía de la Fiesta tiene que replantearse.
Pero si nos ceñimos al caso de Madrid, parece claro que el importante traspiés no sólo ha sido la consecuencia necesaria de la crisis económica. Es cierto que la coyuntura de la economía de las empresas y las familias constituyen un elemento muy importante. Pero también se debieran considerar otros factores paralelos, que cada cual en su medida también han abocado a la situación actual.
Y así, por ejemplo, cuando se construye un abono con carteles escasamente atractivos y sin ninguna novedad relevante, resulta de toda evidencia que no se suscita un interés suplementario suficientemente acusado como para mover el abono.
Pero también cuando en la política de los abonos la Empresa, pero también los responsables de la propia Comunidad Autónoma propietaria del coso, han mantenido a lo largo de los años una posición de prepotencia, tan innecesaria como abusiva, acaban por provocar un mayor desinterés y desapego.
Así, por ejemplo, cuando se mantiene un complejo entramado de trabas como el que se ha venido poniendo para la transmisión de los abonos entre particulares, cuando se sigue una política comercial tan anticuada como para que conseguir un abono mínimamente bueno obligue a hacer colas en taquillas durante toda una noche, cuando el abonado, en fin, no se siente bien tratado cuando debe realizar sus gestiones, todo eso acaba por desanimar.
Y mucho más cuando sin necesidad de moverse de casa el gran público tiene a su disposición el conjunto de los abonos a un coste razonablemente bajo la oferta de la televisión de pago. Va resultar que aquellas ideas, que para los empresarios eran tan peregrinas, como las que propugnaba el desaparecido G-10, no estaban tan descaminadas.
Con todo lo cual peligrosamente nos acercamos al suelo de abonos necesarios para compensar las cuentas, entre las ferias y el resto de la temporada. Y comenzarán los lamentos.
Parece claro que la empresa Taurodelta tiene un problema. Pero no sólo la Empresa, también la Comunidad de Madrid tiene un problema: pretender mantener las actuales condiciones del pliego de adjudicación, puede ser tanto como poner en riesgo la estabilidad de la primera plaza del mundo.
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