Ha sido con ocasión de un asunto marginal a los efectos importante: la presentación del anual ciclo de novilladas noveles de las noches de los jueves del mes de julio. Pro se ve que Eduardo Canorea, tras la experiencia de la pasada feria de abril, tenía prisas por abrir una nueva etapa, de cara ya al año próximo. Se ve que ya le urge solventar su pleito con el G-5.
Como escribe Antonio R. del Moral en “El Correo de Andalucía”, “si en la puesta de largo de los polémicos carteles de la pasada Feria los empresarios optaron por guardar silencio en torno a la traumática ausencia de Morante de la Puebla, El Juli, José María Manzanares, Miguel Ángel Perera y Alejandro Talavante, en esta ocasión optaron por hacer un llamamiento a la paz ofreciendo un nuevo marco de diálogo “sin mirar para atrás”.
Reconoce Canorea que “no ha habido ningún paso al respecto, aunque supongo que el tiempo lo cura todo”. Pero mantiene una esperanza respecto al G-5: “andando la temporada podrán ver y valorar más fríamente las consecuencias del paso que dieron en su día”.
“Fui el primero que hablé y no voy a culpar a nadie nada más que a mí de haber iniciado esto”, reconoció sinceramente el gestor de la Maestranza. Pero añadió a continuación que “también he dado síntomas de que tenía las puertas de la plaza abiertas y de que no quería echar más leña al fuego. Quiero que se arregle porque la fiesta no está para estas volteretas”.
“Nosotros nunca hemos cerrado la puerta a ninguno de ellos y la guerra no debe durar eternamente”, precisó el empresario sevillano, asumiendo su propia cuota de responsabilidad en un conflicto, que como se recordará estalló a raíz de las abruptas declaraciones vertidas en un almuerzo con la prensa especializada que se había convocado para valorar la anterior temporada, aquella en la que mandó a José Tomás a torear en Senegal.
El responsable de la Pagés añadió que “ahora toca desandar el mal camino andado. Espero que lo hagan; nosotros estamos con los brazos abiertos”. Para rematar los argumentos de la Empresa con un contundente “todo se arreglará”.
Canorea finalizó su intervención insistiendo en su apuesta por una pronta resolución del conflicto: “Ojalá ese empeño sirva para firmar los contratos que es para lo que estamos. Los torero lo tienen muy fácil. Sólo tienen que mandar a sus apoderados diciendo que están dispuestos a torear en Sevilla, cada cual con sus circunstancias y en conversaciones normales. Nosotros estaríamos encantados y no pensamos mirar hacia atrás”.
Sin embargo, si el G-5 sigue unido y compacto, el problema no tiene solución tan fácil, por más que el gerente sevillano haya llegado al límite de lo que le es posible. Los toreros no le emplazaron a él, sino que lo hicieron directamente a la Real Maestranza de Caballería, propietaria del coso. Y no pedían sólo un cambio en los criterios de gestión: solicitaban directamente que la Casa Pagés abandonar la gestión de la plaza.
Por más que algunos del G-5, como “El Juli”, hayan lamentado la inacción de los titulares de la plaza, como era esperable los maestrantes no se han dado por enterados de semejante requerimiento. Entre otras cosas, porque no es una Corporación que tome sus decisiones a base de exigencias de terceros. Salvo algunas palabras de Canorea, nadie ha confirmado –quizás porque si realmente se está haciendo algo, cuanto menos publicidad mejor–, hay quien habla de una intermediación del alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido.
“No me extrañaría –ha dicho ahora Canorea– que el alcalde hubiera empezado por la parte más urgente. Tenemos que cerrar este capítulo absurdo y si se ha puesto manos a la obra, se lo tenemos que agradecer porque es el alcalde más sensible a los toros que hemos disfrutado en los últimos años”.
Con intermediación o sin ella, si la Casa Pagés asegura que “la opción de esta empresa sólo pasa por arreglarlo lo más pronto posible”, semejante solución hoy es más compleja de lo que el propio Canorea plantea: “Los toreros lo tienen muy fácil. Sólo tienen que mandar a sus apoderados diciendo que están dispuestos a torear en Sevilla, cada cual con sus circunstancias y en conversaciones normales. Nosotros estaríamos encantados y no pensamos mirar hacia atrás”.
Desdecirse o pactar
Y es que los firmantes del G-5, siempre en la hipótesis más que dudosa de que siga siendo un grupo firme y compacto, necesitan encontrar “una percha” de la que colgar el desdecirse de su plante. Tal como lo plantearon –probablemente sin medir adecuadamente los términos– encontrar en esa ”percha” no es fácil. Se dijeron, y por escrito, demasiadas cosas como para poder dar marcha atrás sin otra explicación.
Desde luego, si siguen manteniendo que para volver a Sevilla primero hay que echar de la Maestranza a la Casa Pagés, la cosa se pone muy dificultosa. No hay corporación que aguante semejante rentoy. Pero no parece que la Maestranza, después de meses de silencio, vaya ahora a responder al requerimiento que hicieron los toreros, aunque solo sea para templar gaitas.
En este sentido, más bien parece que, tras la autoinculpación de Canorea, el arreglo acabará pasando por la ruptura del G-5, para que cada uno de ellos camine en solitario a la búsqueda de su propia solución. Unos –caso de Manzanares– lo tienen más fácil que otros –caso de “El Juli”–, en función del empeño personal que pusieron en la confrontación.
Sin embargo, cosas más difíciles se han visto en la historia reciente del toreo. Aunque hay que asumir que no todo será igual para los toreros. Primero, porque la afición sevillana se ha visto abofeteada por un asunto que le resulta ajeno. Pero, además, porque si ceden sin otra razón, los pleiteantes acabaran quedando en una posición mucho más débil de la que denunciaron con su plante.
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