PAMPLONA. Segunda de la feria de San Fermín. Lleno. Toros de Cebada Gago –el 5º con el hierro de García Cebada–, con trapío y mucho poder, exigentes, mansos y con peligro. Eugenio de Mora (de carmesí y oro), silencio y silencio tras aviso. Pepe Moral (de gris plomo y oro), silencio y vuelta al ruedo tras petición. Javier Jiménez (de blanco y oro), ovación y gran ovación.
Parecía imposible una hora antes. Pero ocurrió. Javier Jiménez cruzó el ruedo pamplonés por su propio pie tras lidiar y matar al que cerraba la tarde. Ni el mas optimista lo habría dicho. Cuando pasada muy toreramente de muleta al 3º –el único con un mínimo rescoldo de clase para tomar los engaños–, su enemigo lo mandó feamente a las nubes por dos veces y luego en el suelo se ensañó a golpes. No quedó un sitio libre. No le había calado las carnes, pero iba estremecedoramente inmóvil cuando lo llevaban hacia la enfermería, que la cuadrilla lo hizo hasta con mimo.
Tumbado en la camilla, no sentía las piernas, ni tenía movilidad. Pero aunque parezca increíble se repuso y, aún un tanto grogui, se empeñó en salir a matar a ”Artillero”. Si le llega a meter la espada, algo que era difícil cuando hasta le costaba aguantar su peso en la mano, le corta las orejas, que era su sueño. También se las habría cortado sin el percance, porque toda su faena tuvo mucha clase.
No fue el único, pero éste resultó el momento de gran riesgo, el más dramático, que se vivió en una tarde de argumento muy duro, con los cebadas –todos muy generosamente armados– regalando mansedumbre y poder, mucho poder, sin atisbo alguno de bravura. Una corrida di
Si ya por la mañana los “cebadas” habían protagonizado un encierro muy complicado y sangriento –dejando seis heridos y mas de una docena de lesionados–, por la tarde soltados de uno a uno en el ruedo la cosa fue a peores. Entre otras cosas porque allí no se trataba de correr, sino de quedarse quieto. ¡Qué merito tuvo la terna, que no se cansó de intentarlo!
Derrocharon sentido, que iban desarrollando a gran velocidad: de inmediato aprendían donde estaba el torero que habían dejado atrás. No humillaban ni por equivocación. Pero su poder seguía intacto, aunque se les pegó en el caballo. Complicados para el segundo tercio, en el que se echó de menos un poquito de más flexibilidad por parte de la Presidencia, al quinto muletazo ya estaban orientados.
Ni un pero se le puede poner a la actuación de Eugenio de Mora, que sacó a relucir el buen oficio que tiene aprendido. Pues a pesar de todo, por dos veces se vio cogido. Estuvo muy torero pasando sobre la mano derecha a su primero; por el izquierdo era imposible. Y de nuevo dejó una estampa meritoria frente al 4º. Un esfuerzo importante, que el torero era el primero que sabía de antemano que tenía un recorrido muy limitado. Pero se puso allí. A ambos los mató con mayor habilidad que acierto.
Es una tristeza que Pepe Moral haya tenido que vérselas con una corrida de esta clase, de esta mala clase. Su consistente triunfo en la Maestranza por abril no fue un fruto de la casualidad, sino la demostración de su madurez. Frente a los “cebadas” el sevillano, cada vez que se terci
La tarde se le había puesto de cara a Javier Jiménez con el toro que le dio una soberana paliza: era el único “cebada” que medio metìa la cabra en los engaños, si se le sabia buscar el sitio y se le daba salida hacia los adentros. El torero de Espartinas lo supo ver as
Frente al que cerró la aciaga tarde, que se rajó pronto, volvió a dejar claro que sabe colocarse y sabe poner los engaños para que los toros embistan, para luego llevarlos con suave templanza. Una faena muy estimable, culminada con unas manoletinas en las que estuvo en un tris de ser herido de lo cerca que se lo pasaba. De nuevo los aceros se interpusieron en su camino hacia el triunfo.
0 comentarios