Se ha presentado en San Sebastián el libro “Diccionario Taurino Guipuzcoano (De la plaza de toros de Arrásate al torero pintor, Ignacio Zuloaga)”, nueva aportación a la literatura taurina del empresario, aficionado y escritor Antonio Fernández Casado. Se trata de un obra muy detallada en la que junto a un completo aporte biográfico de todos los toreros de la tierra rastrea todo los antecedentes históricos taurinos. “Este libro pretende –ha dicho el autor– levantar acta de los principales protagonistas y escenarios en los que se desarrolló la Tauromaquia en Guipúzcoa.
Según ha destacado su objetivo era “recoger de manera amplia la tradición taurina de la provincia foral de Guipúzcoa a lo largo de los dos siglos pasados. Hasta donde he podido averiguar, solo durante los días de la última Guerra Carlista, cuando en sus últimos días dieron fuego al primer coso taurino de Atotxa, y el verano de 1936 no se celebraron funciones de toros en San Sebastián”.
Según relata, ya la temporada de 1828, se celebraron corridas de toros navarros en la entonces conocida como Plaza Vieja. “Es decir, que existe una tradición de al menos 185 años de celebraciones taurinas en las distintas plazas de toros de San Sebastián de manera regular. Más exactamente, salvo el paréntesis del primer año de Guerra Civil, durante 137 años ininterrumpidos se celebraron corridas de toros en esta ciudad”.
De acuerdo con su aportación documental, las funciones taurinas –junto a los sokamuturras, expresión vasca de los festejos populares conocidos como el toro ensogado– formaban parte fundamental de la programación festiva. Una tradición que llega su exponente mayor con la Semana Grande donostiarra, que según Fernández Casado “es una consecuencia de la manera que tenía Pepe Arana de promocionar las corridas de toros con el objeto de atraer visitantes forasteros a la ciudad – básicamente franceses y madrileños- y por consiguiente al recinto taurino, en estrecha coordinación con el Casino y el Ayuntamiento donostiarras”.
A lo largo del libro, se recogen algunos los principales antecedentes históricos acerca de la Lidia en el País Vasco, en general, y en Guipúzcoa, en particular, gracias a su vecindad con Navarra, “donde parece probado –dice el autor– permaneció una punta del primitivo ganado bravo descendiente del Uro, parte del cual aun pasta en los montes de Lastur: la raza betizu”.
Destaca Fernández Casado el papel que jugó la Sociedad Recreativa Euskal Billera, promotora de numerosos festejos taurinos de carácter benéfico a lo largo de cincuenta y cinco años consecutivos entre 1905 y 1963, con el obligado paréntesis de la Guerra Civil española, tanto en San Sebastián como en los principales pueblos forales: Azkoitia, Mutriku, Tolosa… Los beneficios así obtenidos sirvieron para financiar en parte la construcción del hospital asilo Reina Victoria de Zorroaga, pero se destinaron también al Comité Anti Tuberculoso, a La Liga Anti Cancerosa, a la Santa Casa de Misericordia, al hospital de San Antonio Abad y de Nuestra Señora de las Mercedes. Y en alguna ocasión para mejorar la economía de los soldados lisiados en las guerras del norte de África.
Resulta de interés el capítulo dedicado a los distintos escenarios taurinos guipuzcoano, en el que además de las seis plazas con las que San Sebastián ha contado a lo largo de la historia, con otros veintidós escenarios, desde Arrásate a Zumaia, donde se ha festejado con corridas de ganado bravo las celebraciones religiosas de San Juan, San Pedro, San Ignacio, San Marcial, San Fermín, Santiago, Santa Ana, San Roque, San Bartolomé, las vírgenes de Agosto y Septiembre, La Magdalena o Santa Anastasia. “A veces era en escenarios levantados ad hoc, y en la mayoría de las ocasiones en las principales plazas publicas de las localidades, debidamente acondicionadas al respecto. De algunos de estas celebraciones tauromáquicas levantaron acta pictórica artistas tan significativos con Ignacio Zuloaga (Toros en Éibar), Darío de Regoyos (Toros en Pasajes), o Gustave Colin (Toros en Lezo)”, puntualiza Fernández Casado.
Como se trata de un libro elaborado con gran amenidad, no faltan las anécdotas. Entre ellas una de las más curiosas la protagoniza el torero “Minuto” la tarde que se inauguró la plaza de toros de Irún –el día de san Pedro de 1910–, quien tuvo que salir al ruedo vestido de pelotari tras extraviársele sus ternos de luces en el tren en el que viajaba.
Un esfuerzo documental ha debido exigir, por el grado de detalle con el que se hace, la elaboración de la nómina de 127 lidiadores guipuzcoano, de distintas épocas y categorías. Entre los biografiados sobresale Luis Mazzantini –que rompió todos los moldes del toreo clásico–, o el goyesco Martín Bazkaiztegui Martintxo.
Según afirma Fernández Casado, “en realidad, desde finales del siglo XIX y a nuestros días, hasta diez matadores de toros de alternativa han nacido en Guipúzcoa: Mazzantini, Pedro Basauri “Pedrucho de Eibar”, José María Recondo, Irineo Baz “El Charro”, Manuel Cruz “Morenito de Jaén”, Oscar Díaz “El Trueno”, José Ramón Martín, Leonardo Polo, Raúl Zorita e Iker Cobo”.
No fueron menos importantes en la historia de la Tauromaquia de Guipúzcoa, los caballeros rejoneadores, Alonso de Idiakez y, el más mucho más moderno, Kinttela. Por no hablar de la afición a los toros del boxeador Paulino Uzkudun, un adelantado en eso de ser “un “aficionado práctico”.
Entre otros casos singulares, el autor destaca el caso del debatarra Manuel Egaña, “quien no solo toreó en la mayoría de las plazas de toros guipuzcoanas y del suroeste francés, sino que vistió de luces en la mismisama Gran Place de Bruselas. Por no hablar del archi famoso pintor, Ignacio de Zuloaga, promotor de numerosos festejos taurinos en Zumaia, con fines benéficos, y de una singular faena de selección y tienta de ganado fiero en el barrio de Astigarrabia”.
Y finalmente, Fernández Casado pasa revista a los principales empresarios de las plazas de toros Atotxa, El Txofre e Illumbe: José Arana, Sabino de Ucelayeta, Eduardo Pagés y las cuatro generaciones de la Chopera, fundado por Severiano Martínez, actualmente con dos ramas de promotores taurinos en las plazas de toros francesas, sudamericanas y españolas, entre las que sobresale la de Madrid.
En el acto de presentación, Fernández Casado ya anunció su próximo trabajo editorial: un volumen biográfico sobre los revisteros, escritores y pintores de temática taurina de esta tierra, entre los que destaca, Antonio Peña y Goñi. Dentro del cartelismo taurino, del que es una buena muestra el ejemplar que ilustra la portada del libro, se encuentra las obras de Roberto Domingo el diseño de los carteles anunciadores de las corridas de toros de la Semana Grande donostiarra durante varias décadas.
El autor
Antonio Fernández Casado
Natural de Santurce (Vizcaya), aficionado taurino desde muy joven, hoy es un reconocido empresario hotelero, siendo uno de los promotores y directivos de la cadena High Tech Hoteles. En su vertiente como articulista y escritor, ha colaborado con numerosos medios, entre ellos “Diario 16!, “El País”, la Agencia Efe y Radio Popular de Bilbao, entre otros. En el ámbito de la literatura taurina, es autor de “Toreros de hierro. Diccionario de toreros vizcaino” y de “Castor Jaureguibeitia Ibarra, Cocherito de Bilbao”. También ha publicado “La Guía histórica de fondas, posadas, hoteles, restaurantes, tabernas y txakolis de Bilbao”.
El libro
Título: Diccionario Taurino Guipuzcoano (De la plaza de toros de Arrásate al torero pintor, Ignacio Zuloaga)
Editorial La Cátedra Taurina
294 páginas con ilustraciones
Primera edición: julio 2013
PVP: 14,50 €
Está a la venta en el portal www.Amazon.es
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