Bilbao, 28 de agosto de 2010. Dos tercios de plaza. Toros de Puerto de San Lorenzo, desiguales de presentación, dura y con peligro. Enrique Ponce (grana y oro), ovación y un aviso y una oreja con petición de la segunda; mató con brevedad al sexto. Diego Urdiales (de salmón y oro), que sustituía a Miguel A. Perera, palmas y ovación tras dos avisos. Iván Fandiño (de fucsia y azabache), silencio en el único que mato. Resultaron cogidos por el sexto Fandiño y el banderillero Mario Romero. Después del paseíllo y a petición de los toreros se guardó un minuto de silencio en recuerdo de Manuel Rodríguez “Manolete”, en el aniversario de su muerte en Linares.
La tarde estaba destinada a un cartel de figuras, en este tramo final del abono, con el personal deseando aplaudir a Enrique Ponce, por los 50 paseíllos que hoy cumplía en Vista Alegre. Pero se torció pronto. A mediodía se produjo la baja forzosa en el cartel de Miguel A. Perera, aquejado de una lesión importante en las vertebras. A todo correr se contrató a Diego Urdiales, que llegó a Bilbao con el tiempo justo para vestirse de torero en la propia enfermería de la Plaza y sin que diera lugar a que llegara su cuadrilla completa. Y cuando parecía que volvíamos a la calma, aparece el primer toro de Puerto de San Lorenzo con la tarjeta de aviso en la boca: pintan bastos. Y los pintaron, desde luego.
Toda la corrida de la familia Fraile fue dura, muy dura. Una escalera muy empinada en el doble sentido: porque estaban hechos en escalera, desde el más pequeño –solo cumplidor en cuanto a trapío— hasta el descomunal quinto— y porque acumulaban crecientes dificultades muy serias. Hasta el que pasó por bueno, que era el cuarto, dejó esa impresión por los muchos defectos que le tapó Enrique Ponce con su muleta; cae en otras manos y le habríamos visto su verdadera cara. Ninguno fue realmente bravo en el caballo y todos acusaron peligro, algunos en grado superlativo, caso del sexto y del más que cinqueño quinto, sin olvidar al tercero. Con problemas y riesgo, primero y segundo.
La escena final del riesgo que encerró toda la tarde la pudimos ver durante la lidia del sexto, cuando en menos de diez minutos dos toreros estaban siendo intervenidos a la vez en sendos quirófanos de la Enfermería con cornadas serias. Por fortuna no es frecuente la escena, pero dice mucho de lo que ha sido esta séptima de las Corridas Generales.
A base de técnica y poder, Enrique Ponce metió en la muleta a su primero, que le costaba un mundo desplazarse tras los engaños. A base de un toque fuerte y de llevarlo muy metido en la muleta, consiguió algunas series de mérito. Pero la aparente limpieza de algunos muletazos no podía tapar las dificultades objetivas que tenía el toro. Al cuarto, para satisfacción de su legión de partidarios de Bilbao, pudo torearlo a gusto sobre ambas manos. A los oportunos sones de “Manolete”, fue desgranando mucho temple, obligando a su enemigo a llegar hasta el final del muletazo, reuniendo las series. Toda la faena fue a más, hasta acabar con el público en pié. Una estocada algo caída dejó el premio en una oreja, ante el enfado del público. Estoy por decir que eso fue bueno. Primero, porque con ese proceder Don Matías, el presidente, mantuvo firme su criterio, que ha sido siempre el mismo y para todos. Pero, sobre todo, porque hace tiempo que no veíamos una vuelta al ruedo tan emotiva como la que dio Ponce, al que la gente no se cansó de aplaudir.
La llegada de Diego Urdiales al cartel, que el personal conoció cuando prácticamente ya estaba en la Plaza, no provocó reacción contraria alguna. Hasta se podría decir que al riojano se le mira con cariño. En correspondía, el torero desplegó una lección de hombría y de pundonor durante toda la tarde. Con su primero, de fuerzas escasas, resultaba difícil cualquier intento de lucimiento. Con el quinto, pasado de edad y como un armario de grande, le echó agallas. Por lo pronto, porque acumulaban crecientes dificultades y estaba repleto de malas ideas, pero es que además las desarrolló a peor. Ponerle una y otra vez la muleta por delante, sin saber hacia dónde iba a acabar embistiendo el animal, resultaba heroico. Valor y entrega comprobada, en un trasteo lleno de emotividad. Si acierta con la espada le corta la oreja y con el beneplácito general, además. Pero, al menos, salió por su pie de Vista Alegre, que esta tarde no era poco, y lo que es más importante habiendoi ganado enteros ante los aficionados. Como esta vida tiene que ser justa, de paso encontró un nuevo contrato para este domingo, en Ejea de los Caballeros, sustituyendo a Perera.
La oportunidad anual que se guarda para el torero local, hoy ha acabado mal, en la enfermería. Y es que el torero de Orduña no podía dejar pasar el día y estaba dispuesto a dar la cara. Al margen de la voluntad, poco pudo demostrar Iván Fandiño con su primero, que se revolvía en un palmo de terreno por los dos pitones y luego presentó muchas dificultades para la muerte, porque no le dejaba pasar el fielato. Como motivado venía, nos dio el susto habitual cuando se van a la puerta de chiqueros para recibir al bien armado sexto: el lance medio salió, pero en la embestida siguiente el toro se llevó por delante, en la misma boca de un burladero a Mario Romero, al que le dio dos cornadas. A partir de ahí, de susto en susto, hasta que los compañeros se llevaron a Fandiño para la Enfermería con el muslo partido.
Parte médico de Mario Romero: Herida por asta de toro en tercio medio de cara lateral del muslo derecho, con orificio de entrada de diez centímetros y dos trayectorias. Una con trayecto profundo que diseca hueso fémur y provoca varios desgarros del músculo cuádriceps. Hemorragia profusa de vasos musculares. No afectación de vasos femorales o estructuras nerviosas. Otro trayecto descendente intermuscular que no lesiona vasos y nervios. Puntazo superficial en el glúteo derecho. Pronóstico grave, trasladado a la UCI de la Clínica de la Virgen Blanca.
Parte médico de Iván Fandiño: Herida por asta de toro en tercio medio del muslo derecho de quince centímetros, con trayectoria ascendente y orificio de salida en tercio superior. Afectación de tejido subcutáneo, sección lateral de vena safena interna en un trayecto de dos centímetros y dislaceración muscular. Pronóstico grave. Trasladado a la UCI de la Clínica Virgen Blanca.
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