Dolores Aguirre renovó su crédito en Pamplona

por | 9 Jul 2011 | Temporada 2011

PAMPLONA.- Quinta del abono de la Feria de San Fermín. Lleno. Toros de Dolores Aguirre, bien presentados y todos con interés, que no siempre se tradujo en buen juego. Salvador Cortes (de marino y oro), silencio tras dos avisos y silencio. Alberto Aguilar (de blanco y plata), silencio y ovación. José Miguel Pérez “Joselillo” (de grana y oro), una oreja y vuelta.
 
En este tipo de corridas no resulta fácil de escribir. Comienzan por nacer ya con la vitola del peligro y el riesgo. Luego, se anuncian habitualmente, por no decir siempre, a toreros del segundo y tercer escalón. Y lo demás pone la magia del recuerdo. Total, que si se pone suficientemente a la corrida, dada toda la impresión que se está restando méritos a quienes se pusieron delante. Y nada digamos si, además, hay que ponerles peros a sus actuaciones. Por esa ladera uno acaba cayendo en lo injusto.
 
Por eso, hay que comenzar por afirmar honestamente el mérito que tienen los tres toreros que hoy hicieron el paseíllo en Pamplona, que desde el primer momento dejaron claro que no venían en visita de cumplido. Pero a lo mejor le desconcertaron los toros de Doña Dolores. Ellos venían a la guerra y se encontraron con una mayoría de toros que metían la cara en la muleta con los morros por el suelo.
 
La corrida estaba muy en el tipo de esta casa. Como sus comportamientos. Mansearon todos ante el caballo y presentaron dificultades en el segundo tercio –bien es verdad que las cuadrillas no tuvieron su tarde–, pero luego tomaban la muleta, con este o con aquel acento, pero por lo general con recorrido y siempre con emoción. En este sentido, fueron dos grandes toros los lidiados en tercero y quinto lugar –sobre todo, éste último– y permitían andar desahogados con ellos el  primero y  el segundo; en cambio, fue muy deslucido el cuarto y tuvo peligro manifiesto el que cerraba plaza. Hablando de una ganadería de las clasificadas como duras, el balance resulta indudable positivo. Ni al mejor de estos toros se le pueden hacer tontería y morisquetas; hay que aplicarles las reglas permanentes del toreo. Tal como ocurrió esta tarde.
 
A tenor de lo que luego se vio, Joselillo venía mentalizado a eso que los cursis de hoy expresan con “sí, o sí”. Tuvo la suerte que por delante le correspondiera uno de los toros mejores de la tarde, al que aprovechó con valor y convicción. Como lo mató por arriba, paseó una oreja. Muy meritoria fue su faena al que cerraba plaza, que llegó a la muleta con fuerza y con agresividad, después de dos primeros tercios sencillamente lamentables. Hay que reconocer que cuando el torero de Valladolid se fue a los medios para citar a este toro, la imagen imponía: lo mismo salía bien que el torero aparecía en el palo de la bandera. Y lo aguantó, como luego haría con las ácidas embestidas de su enemigo, siempre pendiente de lo que se dejaba atrás. Volvió a matarlo por arriba y dio la vuelta al ruedo.
 
Salvador Cortés transmitía la imagen de no estar plenamente convencido de lo que andaba haciendo. Especialmente con su primero, que en la muleta no tenía más problemas que el de tantos otros mansos: querer irse de la suerte. Pero para eso estaba el torero, para poderle y someterlo. Si en el cuarto tiene el importante atenuante de la mala calidad del toro, con el primero eso no vale. Insisto: no era éste un toro para muletazos bonitos y superficiales, sino para poderle con las armas que le corresponden a un torero.
 
Animoso estuvo, desde luego, Alberto Aguilar. Sin embargo, el importante “aguirre” que hizo quinto merecía más que ánimos. No estuvo mal el madrileño, pero no se debió dejar ir este toro sin un triunfo más rotundo porque reunía todos los elementos para haber creado emoción y buen toreo al unísono. También el segundo le ofreció posibilidades, que se fueron diluyendo poco a poco.
 
Pero volvamos al principio. El resultado de lo que esta tarde ocurrió es el que fue. Los hechos no se pueden modificar. Pero sentado todo eso, nuestro respeto a los tres toreros que hicieron el paseíllo, porque verse anunciados en este tipo de corridas no debe ser plato de gusto.
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Taurología

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