MADRID.- Cuarta de la serie de novilladas nocturnas. Media plaza. Novillos de Guadalest, luego remendados con dos de La Constancia (5º y 6º); los titulares, de excelente lámina, nobles, pero sin fuerza; los sobreros, deslucidos. Christian Escribano (de verde hoja y oro), palmas y silencio. Diego Silveti (de verde esmeralda y oro), petición y vuelta y silencio y un aviso. Mario Alcalde (de gris plomo y oro), un aviso y palmas.
Novillada con escasa historia, en esta penúltima sesión del ciclo. Ha sido una pena, porque el encierro enviado por la ganadería de Guadalest era una preciosidad de lámina y pelaje, con nobleza la mayoría de ellos para seguir los engaños, pero, ¡ay!, todos tenía el motor gripado. De hecho, dos tuvieron que ir para atrás, pero también pudo ir alguna más. El complemento de La Constancia, mansos y sin opciones mayores. En fin, una novillada de lujo que necesariamente se vino abajo.
Entre la terna, destacó especialmente el mexicano Diego Silveti que no le cortó la oreja a su primero porque en el palco tocaba día de nones. Tanto con el capote como con la muleta toreó despaciosamente y con cadencia, pulseando con buen tino hasta conseguir que su oponente no se derrumbara. Trasteo muy interesante, de novillero ya hecho. También con el sobrero lidiado en quinto lugar se mostró con oficio. Eligió bien los terrenos para el manso y lo pasó de muleta con decisión. Muy digno paso por Madrid del nuevo Silveti, camino ya de la alternativa en Gijón.
Abría terna el madrileño Christian Escribano, que sacó a relucir buen oficio a la hora de tratar de meter en los engaños a su deslucido lote; el esfuerzo no tuvo mayores consecuencias que su demostrada voluntad.
Tampoco el debutante Mario Alcalde pudo pasar del empeño de hacer las cosas bien. Mejor con el sexto que con el tercero, con el que no terminó de centrarse. Decidido y firme, pero como todos los toreros nuevos con altibajos propios de su nivel de rodaje.
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