MADRID. Octava de feria. Más de tres cuartos de entrada. Tarde con rachas de mucho viento. Toros de Borja Domecq, cuatro con el hierro de Jandilla y dos con el de Vegahermosa (4º y 6º), desiguales de presentación y de muy escaso juego; el 5º, aunque sin clase, al menos se desplazó. David Fandila “”El Fandi” (de champan y oro con cabos negros), silencio y silencio. Iván Fandiño (de grana y oro), silencio y ovación tras un aviso. Joselito Adame (de azul eléctrico y oro), que sustituía a Miguel Abellán, palmas tras aviso y silencio tras aviso. Se guardó un minuto de silencio en recuerdo de José Gómez “Gallito”, en el aniversario de su muerte de Talavera.
Ha bastado que el 5º de los de Jandilla se desplazara algo más, aunque sin clase, y que cayera en las manos de Iván Fandiño para que la tarde no quedara totalmente en blanco, aunque no pudiera alcanzar el reconocimiento del triunfo pleno por la espada.
Las dos versiones de los “jandillas” dejaron mucho que desear. Desiguales de hechuras y de presencia, luego todos salieron cortados por el mismo patrón: mucha carrera alocada, mucha embestida en bruto y nula clase y bravura. Siendo del origen verdadero, en nada recordaban a las notas propias de su encaste.
Frente al ya mencionado 5º, que pasó sin pena ni gloria por los dos primeros tercios, Fandiño se inventó una faena como si su enemigo fuera bravo y noble, cuando lo único que aportaba era más motor. Pero el vasco, que ahora “ve toro” en todos los sitios, lo supo llevar por abajo, de forma muy templada y sin quitarle el engaño de la cara. Gracias a esa técnica pudo sacarle varias series de muletazos meritorios, tanto con la zurda como con la zocata, siempre poniéndose en su sitio y manejando las telas con verdad. Las giraldillas con las que abrochó la faena resultaron emotivas. El pinchazo que antecedió a una estocada entera, algo contraria, y la tardanza en doblar el animal, le quitaron la oreja que tenía ganada.
Si poco pudo dejar para el recuerdo Fandiño con su primero, que a su falta de clase le unía las claudicaciones –después de un puyazo tremendo–, otro tanto le ocurrió a “El Fandi” con sus dos toros. Muchas velocidades, un acople imposible y buena voluntad. Formó su jaleo habitual con los palos, pero de verdad hubo tan sólo un par al 4º, ganándole la cara al de Jandilla guapamente. Reiterativo con la franela y eficaz con los aceros, una tarde más el granadio no conectó con Madrid.
El cólico nefrítico de Miguel Abellán dio cabida en el cartel a Joselito Adame. Ni perdió nada, ni ganó nada con esta oportunidad añadida. Su primero, que además de topar se quedaba muy corto, se complicó en la lidia con golpes de aire de mucho cuidado. El mexicano se mostró responsable y valiente. Lo que se podía hacer. El que cerraba plaza, más ofensivo, tampoco ofreció pelea ni ante los caballos, ni ante los engaños, en los que siempre tenía finales por arriba. Adame volvió a demostrar que no está dispuesto a volver la cara, pero en esta ocasión era un esfuerzo sin trascendencia alguna.
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