MADRID. Primera de feria. Una entrada fluctuante: en el mejor momento, 12.842; en la realidad, el personal fue entrando y saliendo al son de la lluvia y la bajada de la temperatura, hasta acabar en un tercio. Toros de La Quinta [Álvaro Martínez Conradi], todos cinqueños, desiguales de hechuras y de poco juego. Alberto Aguilar (de turquesa y oro), silencio y silencio tras aviso. David Galván (de nazareno y oro), lesionado por si primero. Javier Jiménez (de azul eléctrico y oro), silencio, ovación tras aviso y palmas tras dos avisos.
¿No dicen los gitanos que no quieren hijos con buenos principios? Pues si cumple, tendremos una gran feria, porque el comienzo ha sido tirando a pésimo. Por lo desagradable de la tarde, también; pero sobre todo por el muy escaso juego del lote que trajo Martínez Conradi para lidiar por primera vez una corrida completa en Madrid. Ni lo uno ni lo otro propiciaba celebraciones por inaugurar el largo ciclo. Así que el champan mejor se deja para otro día.
Afirmar que la corrida de La Quinta resultó manifiestamente mejorable es poco, cuando en realidad no llegó ni al umbral mínimo de las expectativas –si es que las había– de la afición por ver el juego, de grato recuerdo cuando lidiaban como utreros.
Por presencia, más asaltillada que santacolomeña. Nunca se ha visto un toro cornipaso entre lo que se criaban en San José de Bucaré; en Las Ventas se vieron al menos cuatro. Pero si lo de santacoloma tuvo para comparecer en algunas plazas el hándicap de ser un toro bajo y recortado, hoy también ocurría lo contrario. Si lo de santacoloma, en fin, tenía esa jiribilla que los hacía tan distinto y exigían tanto al torero, en esta ocasión fueron sencillamente mansos y varios, además, con mucho sentido, cuando no eran simplemente aburridos. Añadamos, por si faltara algo, el posible efecto de tener todos más de cinco años, con lo que representa la edad en el desarrollo del sentido, al menos en algunos encastes. Con todo, hubo dos toros que dejaron ver, aunque parcialmente, mejores condiciones: el que abría plaza, carente de un mínimo de celo, y el 5º. Curioso: los dos por el pitón izquierdo
Los mayores del lugar se inclinaban esta tarde a pensar que cuando a lo de santacoloma se les saca de su propio y característico tipo, también cambia su carácter y las manifestaciones de su bravura, si la tienen. Puede ser muy cierto.
Alberto Aguilar ha andado sobrado de oficio y decisión toda la tarde. Sin opciones reales, pero muy predispuesto. Se le pudieron ver los momentos más lucidos pasando sobre la mano izquierda al que hizo 4º, que tenía algo más de recorrido y mejor son. El resto, una oportunidad envenenada, de esas que los toreros luego dicen “no veníamos a esto”. Evidente, ni el torero ni los aficionados.
Una faena de buen corte consiguió construir Javier Jiménez con el 5º, que el segundo de su lote pero que corrió turno al tener que lidiar también al que había dejado Galván. Su trasteo sobre la mano izquierdo fue ganando en intensidad y en hondura conforme avanzaba y cuando el torero consiguió que el cinqueño no se saliera de la suerte al final de cada pase. A los otros dos, los lidió con dignidad, especialmente al 6º, que era un rufián; en ambos muy premioso con los aceros.
David Galván prácticamente ha quedado inédito. El correspondió en el primer turno un toro complicadísimo, que llevaba a todos de cabeza; cuando trataba, a pesar de todo, de quedarse quieto, el de La Quinta le echó mano feamente, con las consecuencias que han quedado reseñadas en el parte facultativo.
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