MADRID. Vigésimo novena del abono de San Isidro. Casi lleno: 21.796 espectadores (92,2% del aforo). Toros de Adolfo Martín, bien presentados pero decepcionantes de juego, la mayoría con un peligro de los que no llegan al tendido. Antonio Ferrera (de turquesa y oro), silencio y palmas tras dos avisos. Juan Bautista (de verde botella y oro), silencio y silencio. Manuel Escribano (de nazareno y azabache), silencio y silencio.
INCIDENCIAS: Al término del paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria y solidaridad con Iñaki Echevarría, el joven héroe español que fue víctima del reciente atentado de Londres.
Decepción grande a plaza casi llena, que es casi una doble decepción. Y todo porque este viernes resultó que era el día del “no” para los toros que cría Adolfo Martín: de seis, ni uno. La realidad fue tan escasa que en la crónica todo lo que vaya más allá de una cuartilla, puro ocupar espacios, nada más.
Los adolfos –cuatro de ellos cinqueños– no tenían dentro argumento alguno: sin clase, sin apenas recorrido y mal cumpliendo en el caballo; el que salía de ese guión era para rebañar por uno o por otro pitón. Y para colmo alguno demasiado blando, como el 5º, ¿o era quizá lesionado en una mano?
La terna, que era muy esperada por los aficionados –ahí queda el 92% de la plaza ocupada–, no tuvo opción alguna. De hecho, el único momento brillante lo protagonizó Antonio Ferrera con una faena templadísima que literalmente se inventó, cuando nadie la esperaba: al hilo de las tablas y con el 4º, a base de mucha sabiduría torera, manejando los engaños con mano de seda, sin un tirón ni una aspereza. Luego se tropezó con las espadas y todo quedó en unas palmas. Por cierto, Ferrera se llevó un pitonazo en el costado que le regaló el primero, en su primera embestida.
Reconociéndoles que ambos pusieron empeño por salvar la tarde, nada pudieron anotar Juan Bautista y Manuel Escribano –que se las volvía a ver con los adolfos–, con el mérito de haberlo intentado contra todos los elementos, incluido el peligro sordo de más de uno.
A lo largo de un ciclo tan largo sufrimos corridas malas y muy malas. Pero ninguna tan decepcionante como ésta de Adolfo Martín.
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