Concluyó la feria de Sevilla, con algo más de público y con mejores resultados que en el abono de 2014. Buena parte del peso lo asumió allí José Mª Manzanares, que volvió a firmar un año más su idilio con la afición de la capital hispalense. Pero también otros opusieron de su parte para apuntalar un ciclo que las ausencias de algunos se viene resintiendo. Es el caso de Enrique Ponce, que no puso reparos a anunciarse dos tardes; de Antonio Ferreras, que ha vuelto a proclamar que atraviesa una etapa de esplendor torero; y de toreros jóvenes, que lucharon por seguir abriéndose camino, como Pepe Moral o Manuel Escribano.
En Sevilla el abono se ha recuperado ligeramente, pero se mantiene muy por debajo de épocas no tan lejanas. El pleito de la Casa Pagés y el G-4 sigue pasando factura, sin que por el momento se vea un poquito de luz al final de ese túnel. Es lo que suele ocurrir cuando todos los canales de comunicación se obstruyen, ya sea por la cerrazón de las partes, ya por razones más pueriles. Pero es evidente que Sevilla tiene resolver el problema que tiene encima de la mesa. Por respeto a una plaza mítica, como la Real Maestranza, por respeto también hacia una de las aficiones históricamente más sólidas, por respeto, en fin, a la propia ciudad, a sus tradiciones y hasta a sus economías locales.
Lo decisivo a efectos de la temporada, lo que ayuda a poner a un torero o a una ganadería en figura y en dinero, hubo menos. El abuso del monoencaste tiene estas cosas. Al margen de los ya confirmados en su carrera, de los nuevos ha afianzado el camino de Moral y de Escribano; pero poco más, como lamentara, por ejemplo, Fandiño. Y en el campo ganadero ha despertado, por ejemplo, nuevas esperanzas en la recuperación de Núñez del Cuvillo y ha confirmado el trabajo de Ricardo Gallardo en Fuente Ymbro.
Ahora ha llegado el abono de Madrid. Más de un mes de toros, en el que como es de toda lógica se verá de todo; en una feria de tales dimensiones, todo acaba pasando por un cierto cálculo de probabilidades en la ruleta de la fortuna.
De quienes llevaron el paso de Sevilla, Ponce estará ausente y Manzanares sólo ha querido anunciarse en una tarde. El G-4, los ausentes de la Maestranza, estará todos. Morante sólo un día, los demás a dos o tres, según los casos. Las miradas están puestas en el cartel de la Beneficencia, con El Juli y Perera mano a mano, un “bolazo” de cartel. Pero luego la sorpresa saltará donde San Isidro quiera.
Una cosa sí hay que alabar en la apuesta que ha hecho Taurodelta. Probablemente porque un abono tan largo y con unos márgenes tan seguros en cuanto a las entradas, no son pocos los carteles de la histórica fórmula del 2+1. En el platillo contrario, anotemos la ausencia de toreros de reciente alternativa; que no haya ni una s
En cambio, menos abierto –qué difícil resulta romper esa dinámica–, se visualiza la selección ganadera, en la que se vuelve a reincidir en demasía con el sufrido monoencaste, que en Sevilla tan pocos resultados positivos cosechó.
Pero, en cualquier caso, se trata de una feria más abierta, probablemente la única en España que cumplirá esta condición, en la que se permite dar vía libre a mayores sorpresas, a echar al aire la moneda del futuro, que cada cuál se construye luego en el centro del ruedo.
Si Sevilla ha decidido en pequeña medida el norte que va a tomar la temporada de 2015, para Las Ventas se reserva la misión de marcar el rumbo para que la Fiesta no vaya caminando desnortada.
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