De Goya a Botán, la diversidad plástica en el periodismo taurino

por | 9 Sep 2012 | Informes

En un interesante ensayo, titulado “Goya: El gran periodista gráfico”,  Patricia Cazón Trapote sostiene la tesis de que uno de los puntos más destacados de la obra del pintor de Fuendetodos fue, precisamente, eso que podríamos denominar su trabajo como testigo gráfico de la realidad de su época. Es lo que permite considerarle como “un gran periodista gráfico”, por cuanto “sus obras son fieles reflejo de la historia de su tiempo”. En este sentido, su colección de sus 33 grabados sobre la Tauromaquia no dejan de ser un verdadero testimonio histórico sobre la lidia.

Juan Carrete Parrondo, en su obra “Tauromaquias en la historia del arte”, sitúa en 1578 la primera estampa hasta ahora conocida; era la representación de una corrida caballeresca utilizada como ilustración de un libro. Pero el primer documento gráfico que presenta una organizada corrida de toros en la plaza de Madrid es una estampa basada en una pintura de Antonio Joli, que se puede datar entre 1750 y 1754.  

Abundan en la época los testimonios de los escritores románticos, pero no es hasta Antonio Carnicero, a mediados del siglo XVIII, cuando aparece un tratado gráfico más completo, bajo el título “Colección de las principales suertes de una corrida de toros  Al tiempo que se publicaba la Tauromaquia de Carnicero salieron a la venta varios retratos de Costillares y Pedro Romero y la de la fiesta real de toros que se celebró en la Plaza Mayor de Madrid. Nos quedamos así en las puertas de lo que fue en la época moderna la ilustración con sentido periodístico de la literatura taurina.

De los grabados al apunte al natural

En un principio, muy en línea con el trabajo de Carnicero, se trata de colecciones de estampas, distribuidas en ocasiones por medio de la prensa de la época a finales del siglo XVIII.  Ya en los comienzo del siglo XIX, como estudia Patricia Cazón Trapote en su citado  ensayo  “Goya: El gran periodista gráfico”, la obra del pintor de Fuendetodos fue, precisamente, testigo gráfico de la realidad de su época.

Coetáneo con Goya son los viajeros románticos, que tantos testimonios dejan del impacto que en ellos produce el hecho taurino. Es el caso de Wilhelm Gail,  autor de diez litografías titulada “Corrida de toros en la plaza de Sevilla”; el  barón Taylor  y su obra “Voyage pittoresque en Espagne”; Pharamond Branchard, que firma diez litografías con  las principales  escenas de la lidia; les siguen Louis-Eugène Ginain, Pierre Cottin,  Luis Ferrant, William Lake Price, o Gustave Dorén, entre una amplia nómina.

Sin tratar de realizar aquí un relato completo, nos quedamos así en puertas de la gran aportación al periodismo gráfico taurino que representa “La Lidia”, con las obras de Daniel Perea. Primero son láminas en forma de álbunes, que aún hoy se cotizan; luego ya el elemento gráfico aparece directamente relacionado con lo que podemos denominar la actualidad de los ruedos.

Numerosos seguidores continúan el trabajo iniciado por Perea, de hecho, todavía es usual que la crónica taurina tenga como soporte gráfico los apuntes al natural, que en la etapa contemporánea llegan a su cumbre con Roberto Domingo, que luego tiene su continuidad en Antonio Casero y Luis García Campos, entre otros.

La fotografía taurina

Pero la plasticidad comprobada de la escenografía taurina lleva de modo natural a convertirse en materia muy propia de la fotografía desde sus mismos comienzos. De hecho, si se repasa la prensa de finales del XIX y comienzos del XX, comprobamos como, manteniéndose la tradición del apunte pictórico, la fotografía va ganando terreno. Lo estudia con buen tino en un ensayo titulado “Los toros y la fotografía  José Ramón Lozano,  novillero antes que fotógrafo. 

Explica Lozano que “la plasticidad de la corrida de toros, el ambiente, los personajes y animales, el color, el movimiento y por supuesto la composición, fueron los aspectos más importantes que atrajeron a distintos curiosos que vieron en la Fiesta de los toros una manifestación artística que se podía plasmar y “congelar” a través de la cámara fotográfica”.

Pero al igual que había ocurrido con la pintura y el grabado, constata Loano que “los primeros fotógrafos taurinos no eran españoles, sino viajeros llegados a España y fascinados con fotografiar los aspectos más generales y documentales de la corrida. Estos viajeros bohemios se dedican a captar momentos de la fiesta para enseñarla en sus países”.

Inicialmente, la moda imperante se centraba en la fotografía de galería, pero pronto se entra de lleno en el testimonio directo lo que ocurría en los ruedos, con el apogeo de la periodismo taurino, que arrancando con “La Lidia” pasa por publicaciones especializadas como “The kon leche”, “Sol y sombra”o “El Arte Taurino”, antecedentes de las más modernas  como “El Ruedo” o Digamé”, hasta llegar a las actuales “Aplausos” o “6Toros 6”, en las que la fotografía adquiere un valor fundamental.

En su trabajo “Relicarios de plata”, recuerda Antonio Cabello que  la historia de la tauromaquia está fielmente documentada por fotógrafos de gran valía que han captado el devenir de tardes soleadas por la gloria y atormentadas por la tragedia entre los muchos citaremos a: Manuel Cervera, Alfonso, Botán, Santos Yubero, Baldomero, Aguayo, Cano, Arjona, Jesús Rodríguez, Serrano, etc.”.

Pero recuerda también el director de “Arte gráfico” un dato muy significativo: en 1919 Manuel Cervera gana el segundo premio en la Exposición Internacional de Londres, dotado con treinta mil pesetas con la fotografía titulada “Caída al descubierto” en la que se aprecia como el picador Farnecio en la plaza de Toledo es derribado mientras Rodolfo Gaona acude al quite y Juan Belmonte colea al toro de Veragua en una escena que se completa con el revuelo de monosabios en ayuda del picador y sus cabalgadura caídos.

Desde Maurice Berho a la actual saga de los Arjona o los Botán, la fotografía taurina sigue ocupando un lugar muy destacado. Lejos quedan aquellas escenas, propia de los años 50, cuando los toreros esperaban en el hotel la llegada de las fotografías de la corrida de la tarde, entre las que elegían las que había que enviar a la prensa taurina para confeccionar la publicidad de sus triunfos. Como lejos quedan aquellos viejos aparatos, “telefotos” en el argot, para enviar las fotografías hasta el periódico. De la riqueza artística de toda esa época, cuando ni el más iluso pensaba en la posibilidad de tener la imagen gráfica online a través de las redes telemáticas, un buen ejemplo tenemos en la fototeca de la Agencia EFE, como se puso de manifiesto en su reciente exposición  “1912-2011: Cien años de Fotografía taurina en la Agencia EFE”, que se pudo admirar en la Las Ventas en la pasada feria de San Isidro.

Y es que, pese a los avance de todo orden, la fotografía taurina sigue siendo, como el primer día, el testimonio de lo que “nunca sucederá de nuevo pero que anhelamos por algo que tuvo en un lugar determinado y que sin duda permanecerá para siempre en el papel.”, como escribe José Ramón Lozano, porque la fotografía juega “el de inmortalizar el hecho vivido, el deseo de la imagen desaparecida de mi iris, la obra destruida una vez finalizada que queda al fin, en otra obra siempre duradera. La muerte de la fotografía es la muerte del historicismo taurino y por tanto de la Historia de España. La foto nos entrega esa multiplicidad de itinerarios para nuestros deseos y por supuesto, para la deriva de nuestras interpretaciones”.

Cambiarán los formatos técnicos y las propias tecnología, disfrutaremos de las ventas de las nuevas fórmulas digitales. Pero el testimonio gráfico seguirá siendo insustituible para contar la historia, también la actual, del toreo.

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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