MADRID. Decimonovena del abono de San Isidro. Tres cuartos de plaza: 18.051 espectadores (75,7% del aforo). Novillos de Montealto (Agustín Montes), correctos de presentación, con cierta calidad pero sin fondo. Leo Valadez (de granate y oro), silencio y silencio tan un aviso. Diego Carretero (de grana y oro), silencio y ovación tras un aviso. Andy Younes (de malva y oro), silencio y silencio.
Sin ponerse faltones, la realidad es que la novillada resultó una perdida de tiempo, aunque metiera en Las Ventad a 180.000 personas. Un encierro de Montealto que no era bueno pero tampoco malo y tres novilleros, ya placeados, que no tenían opción a terminar nada de lo que empezaban con buen ánimo. Con lo cual, bordeando la esperanza se fue la tarde y aquí paz y después… nada.
La escena se repitió casi paso a paso durante más de dos horas: salía el de montealto, hacía concebir que “este puede ser…”; el torero de turno se estiraba con buen aire con el capote y competía en los quites; pasaba de trámite –alguno con cierta nota– por el caballo y tras la primera serie con la muleta, “adiós muy buenas”: el cornúpeta enseñaba que su casta era de mentirijilla y ya a esperar que hubiera suerte con la espada.
Toda la novillada que trajo Agustín Montes fue como globos de feria: lustrosos cuando los tiene al viento el globero, mustios y arrugados a las pocas horas de llegar a casa. Prácticamente todos con buenas intenciones, pero luego no las concretaban con hechos. Muy apagados de bríos, con una pujanza que duraba un suspiro, a la menor ya buscaban la paz de la soledad, la paz de los tableros, saliéndose de las suertes.
Naturalmente los tres actuantes “no habían
Leo Valadez, bastante sobrado de oficio, anda bien con el capote, en cambio dice menos con la muleta. Pero la decisión no le falta: la media docena de muletazos rodilla en tierra con los que abrió su primera faena, tuvieron su aquel. Casi desde ese momento el de Montealto dijo basta. Bastante similar el segundo turno: el novillo buen embroque y mal final. Pocas posibilidades de exigir más a Valadez: no había sustancia por delante.
Diego Carretero, que a todos sorprendió en Valencia, ha vuelto a dejar claro que maneja con mucho gusto el capote. Los lances de recibo a su primero tuvieron enjundia, como luego ocurrió con unos naturales sentidos. A partir de ahí, el montealto plegó velas. El 5º resultó menos noble que sus hermanos: más brusco y con menos recorrido desde el inicio. El de Albacete lo intentó por cielo y tierra, sin el resultado apetecible; solo le dejó la opción del arrimón, que por su corte de torero no parece que sea su mejor forma de expresión y, además, el montealto le regaló una paliza soberana.
Poca historia también en lo de Andy Younes. Su primero, que peleó bien ante el caballo, luego tenía más atención puesta en los tableros que en los engaños. Correcto el torero, sin emoción el trasteo. El que cerró la tarde tambieb decía muy poco, además de andar a falta de un ultimo hervor; intentos de mucha voluntad y poco más.
Lo dicho: los tres novilleros “no habían venido a esto”. Pero es lo que se encontraron después de tanto pensar en el compromiso de San Isidro. A los tres les hemos visto en sintonías mejores, pero cuando el que sale por chiqueros poco aporta…
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