SEVILLA. Segunda de Feria. Bastante menos de media plaza, en tarde desapacible y lluviosa. Toros de Tornay, deslucidos y sin fondo. Esaú Fernández (de rioja y oro), ovación y silencio. Jiménez Fortes (de marino y plata), silencio y ovación. Borja Jiménez (de malva y oro), silencio y palmas tras aviso.
Desde la amanecida la cosa pintaba mal. La lluvia venía desde la madrugada y no parecía tener mucho interés en irse. A la hora reglamentaria se enchiqueró la corrida, que iba a ser para el debut ganadero de Manuel Tornay, pero los cielos no cambiaban. Poco antes de la seis y media, bajo los paraguas la terna y la autoridad reconoció el ruedo. Y dijeron eso de: p’alante.
Cierto que el ruedo estaba en condiciones. Pero eso es lo normal cuando con antelación se ponen esos chubasqueros protectoras, que luego ordenadamente retiras las asistencias. Hasta ese momento el agua acumulada estaba en los tendidos, que ahí no ha plexiglás que valga, ni autoridad que lo inspeccione. Cabría preguntarse si no haría falta que la misma autoridad que valora las condiciones del ruedo, revisara las condiciones en las que deben acomodarse –aclaremos: tal término hoy es un simple modo de decir– los aficionados que desafiando las circunstancias se acercaron a la Maestranza.
Todo el mundo comprende que la terna quisiera ir p’adelante: su única tarde en los carteles del abono, cuando se hace necesario dar un empujón muy fuerte a su carrera para abrirse algo de camino. Para eso se habían vestido de luces, como luego se demostró con su empeñado esfuerzo por alcanzar el lucimiento
Sin embargo, al final, todo se fue en gastar paraguas y gabardina, aunque estemos en las fiestas de primavera. En apreciable medida, en casi toda, era la consecuencia de la escasísima calidad y el nulo fondo que tuvo toda la corrida de Tornay: resulta difícil alcanzar tal grado de deslucimiento. Con una presentación que se quedó a medio camino, el juego luego resultó penoso, en la mayoría de los seis actos: embestidas sin clase alguna, deseosos siempre de agarrarse al piso. Será que las lluvias se llevaron diluida todo atisbo de bravura.
La voluntad de Esaú Fernández quedó patente desde el primer momento, cuando cogió el camino de la puerta de toriles. Pero en cuanto cambiaron tercio, el de Tornay dijo que nones, que ya no andaba más, actitud en la le imitaron sus cinco restantes hermanos. Frente a esa circunstancias la buena disposición, una postura cada vez más centrada, de poco sirve, salvo para cumplir con honestidad.
Jiménez Fortes también se topó con dos toros que se aparcaron sin deseos de ir para adelante. Se volvió a mostrar con la decisión de siempre, como repitió sus arrimones con autenticidad. Pero a justificarse tsn dólo no es a lo que venía. Y eso otro que buscaba resultaba un imposible. Con todo, con ese valor sereno que se gasta, dejó muletazos sueltos de exceleten factura.
Dentro de lo malo, el peor parado en el sorteo resultó ser Borja Jiménez, incluido un toro grandón y fuera de tipo (el 6º). Si su esfuerzo quedó de manifiesto, también evidenció poco sentido de la medida, cuando allí sólo podía haber aburrimiento.
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