Cuando Julio Aparicio le cortó el rabo a un toro fogueado

por | 9 Sep 2010 | Retazos de Historia

Fue un 19 de agosto, en el ya lejano 1951. En el cartel figuraban Manuel Capetillo, Calerito y Julio Aparicio, con don Ángel Peralta por delante y toros de Salvador Guardiola. Tras inútiles intentos con el caballo, al último tarde se le condenó a banderillas de fuego. Luego…. Pues luego escribió Javier de Bengoechea –“Tabaco y Oro” para la crítica taurina— como colofón de su crónica: “Es imposible hacer a un toro de las condiciones de este sexto de la tarde más cosas que las que ha hecho Aparicio. Y muy difícil repetirlo. A no ser el propio Julio Aparicio”.
 
Al decir de los presentes en aquella vieja Vista Alegre bilbaína, la faena tuvo gallardía, valor, inteligencia, todo a partes iguales. Y tuvo, sobre todo, emotividad, poder de comunicación, que se dice hoy en día. ¿Por qué? Por lo mismo que ocurriría ahora: porque en frente había riesgo y dificultad. El torero lo recuerda paso a paso, porque confiesa que “fue un triunfo muy importante para mí”. Por aquellas fechas no había cumplido aún su primer año de alternativa, aquel icono de todos los doctorados del día del Pilar en Valencia.
 
Probablemente todo aquello ocurrió porque –en palabras del torero— “siempre he sido un torero tranquilo, es mi temperamento. NI una vez me he descompuesto en un ruedo. Hasta me vestía de torero con tranquilidad. Quizás sea porque sabía defenderme, porque tenía seguridad para resolver una papeleta en cualquier momento sin agobios”.
 
Sin embargo, los agobios sí se pasaron en los comienzos. “Me parecía imposible ser torero, no veía más que dificultades para triunfar en esta profesión, Al principio, como le ocurre a un chaval, te crees que todos son facilidades, pero en seguida te vas dando cuenta de las dificultades”.
 
Pero en seguida apareció Litri, se formó la pareja de moda y hasta 115 paseíllos acumularon justos en un año. “Éramos dos toreros muy diferentes, pero los dos con unas ganas enormes de triunfar, Cada tarde salíamos a darlo todo, LO cierto es que llegamos a desplazar de las ferias a más de una corrida de toros. Y hasta ganamos dinero”.
 
En el cajón de lo imborrable tiene los tres tentaderos que hizo con Manolete. “El tenía ilusión de que funcionara su sobrino Rafaelito, pero lo cierto es que le dijo a Camará que yo podía ser torero”.
 
Y ya por aquellos años en los rememorábamos recuerdos tenía la preocupación del futuro de la Fiesta. “En muchacho que se dedique a este oficio lo primero que necesita es afición. Y luego, ser capaz, tener las condiciones necesarias. Luego, ya vendrá el dinero cuando tenga que venir, pero antes esas dos condiciones. En muchas cosas en el toreo ocurre las cosas al revés que  en otras profesiones”.
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Taurología

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