“Si no me engaña la memoria, la Plaza de Toros de Madrid se inauguró en un día de junio de 1874. Han transcurrido, pues, cuarenta años o yo no sé nada de aritmética elemental.
Vale la pena reproducir todo este introito que “Don Modesto” escribió en su crónica para "El Liberal". Pero no menos interesante resulta su final:
“Joselito es sencillamente colosal. Sus faenas en el quinto toro igualaron á las más grandes de Lagartijo, Frascuelo, Guerra y Bombita. ¡La quintaesencia de la sabiduría al servicio de una voluntad que se movía á impulsos del pundonor y la vergüenza! ¿He dicho algo?
Lo de Belmonte no tiene precedentes en la historia de la tauromaquia. La faena más grande que se ha hecho desde que el toro existe.
¿Fue un sueño? ¿Una quimera? ¿Una alucinación?
Sí, eso fue. La trágica alucinación de un cerebro enfermo”.
Cuadro estadístico de la corrida según la revista "El Toreo"
Entre tal principio y tal final se desarrolló la tarde histórica de aquel 2 de mayo de ahora un siglo, cuando por primera vez comparecieron juntos en la plaza de Madrid. En la lidia de toros de Contreras, encabezaba la terna Rafael El Gallo, que en la socarronería tras la que se adivina a Gregorio Corrochano, recién incorporado a la crítica taurina en ABC –muerto “Dulzuras” unas pocas semanas antes– , cumplía un papel específico: “Al fin se encuentran en Madrid Joselito y Belmonte. ¿Qué pasará? ¿Se comerán, al unísono, como dice el personaje de la zarzuela? Para evitar locuras, viene al cuidado de los niños Rafael el Gallo”.
La corrida de Contreras no sacó toda la bravura que la ocasión requería, pero eso sí mucho más que cumplió en cuanto a presentación. En su papel de “cuidador de los niños”, a El Gallo se le fue tarde entre destalles esplendorosos y fases de decaimiento, completado todo ello con un mal manejo de los aceros.
La primera parte del festejo
El segundo de la tarde, “Marquerito” por nombre”, no dio demasiado juego. De hecho, a duras penas se le pudo torear con el capote y mal cumple en el caballo, por más que mandara tres jacos para el desolladero. En la opinión de “Relance”, en las páginas de “La Lidia”, “valiente, cerca, inteligente y obligando toreó de muleta Joselllo a su marmolillo. Intentando darle hasta pases naturales”.
La versión de “Don Modesto”, en su crónica para “El Liberal”, es más preciso: “En el primer toro que estoqueó, sobrado de facultades y dominando la situación, hizo una faena aceptable; pero no todo lo apretada que el concurso hubiese deseado y al herir, con el brazo suelto, le arqueó hábilmente, para dar con la muleta excesiva salida. El entendió que la condiciones del bruto no le invitaban á grandes lucimientos y se deshizo de él decorosamente”.
“El Barquero”, cronista de “Heraldo de Madrid”, resuelve el asunto en verso:
“¿Quiere usted la opinión mía,
Y Gregorio Corrochano parece más convencido por el de Gelves: “Joselito empieza solo, va poco a poco desafiando y le tantea con un pase natural, seguido de una de pecho ceñidísimo, Sigue cerca y valiente y consigue hacerse con el marmolillo. El niño a dos de dedos de los pitones; el manso dominado”.
El que hizo tercero, un negro zaino por nombre “Saladito”, también sacó a pasear su mansedumbre. “Juanillo, muy valiente –escribió “El Barquero”– , da sobre la mano derecha una serie de pases, abundando los de pitón a pitón, poniendo fin a la serie con un molinete despampanante. Sigue la faena, ahora alternando las dos manos y repitiendo lo del molinete con usía, y en cuanto estima conveniente entra con una corta pero ladeada, no desviándose el chiquillo de la recta en el ataque”.
En “La Lidia” su cronista “Relance” es más explícito: “Se le aplaudieron seis verónicas ceñidas, al tercero, en las que perdió́ tanto terreno Belmonte. que el morito le encerró́ en las tabla?. Por pases ayudados toreó Juan á este bicho, con la cooperación de sus peones, y continuó valiente y materialmente entre los cuernos, al pasar de pitón a pitón y dar dos molinetes”.
Mientras “Don Modesto” pasa por alto lo ocurrido en este toro, P. Álvarez –firma taurina de La Correspondencia de España”, describe que “empieza Belmonte con un ayudado por alto y dos por bajo. Sigue muy valiente, pasando de pitón a pitón, metiendo la faja entre los pitones. Intercala dos molinetes colosales, que palmotean todos con entusiasmo. Entrando con la mano arriba coloca media estocada en la propia cruz, un poco atravesada. Descabella y oye palmas en abundancia”.
La faena colosal de Joselito
La segunda parte de la tarde comenzó con algunos destellos refulgentes de Rafael “El Gallo”, que al decir del cronista de ABC, “en cada pase se crece, y acaba arrodillándose, tocando el testuz, cambiándose la muleta por la espalda y todas esas filigranas que él hace cuando quiere”. Pero la cosa no se redondeó.
Y en estas que sale el 5º, “Azuqueco”, negro, el de la faena grande Joselito, que al decir de Don Modesto “puso cátedra de toreo y arrancó al concurso una de las ovaciones más formidables que se han oído en la Plaza de Toros de Madrid”.
Después de recibirlo con un cambio de rodillas y unas excelentes verónicas, el tercio de banderillas que protagonizó el menos de los Gallos fue recibido por unánimes elogios de la crítica. Según “Relance”, “quiere quebrar con banderillas v el bicho rehúsa el ofrecimiento, siguiendo unos bonitos jugueteos del diestro y tres monumentales pares al carteo y por distinto lado. Tocan a matar, pide permiso para continuar rehileteando, y con los terrenos cambiados, y saliendo desde el estribo de la barrera, clava José́ un cuarto par magnífico habiendo estallado cuatro ovaciones indescriptibles”.
Tampoco se anda con rodeos “Don Modesto” en las páginas de “El Liberal: “Con las banderillas, después de intentar el quiebro, que no pudo dar, porque el bicho no se le arrancaba, metió cuatro pares superiores, especialmente el último, puesto de dentro a fuera y en terreno tan apretado, que tuvo que subirse en el estribo para engendrar el arranque. ¡Colosal!”.
Paco Luna Mena, cronista de la revista “El Toreo”, lo narra en estos términos: “Mandando retirar las ayudas, citó para quebrar; pero el toro llegó con gazapeo, y Gallito, con buen criterio, sin terquear y luego de convencerse con una ligera preparación de que el toro no reunía condiciones, entró al cuarteo y colocó un buen par, entrando por la derecha, y en seguida otro por la izquierda, demostrando lo buen banderillero que es, por ambos lados, y tras de colocar otro par bueno, cayéndose en seguida un palo, pidió́ permiso para poner otro, lo cogió, se apoyó en la barrera del 10, saltó desde allí, y en poco terreno entró con su gran estilo y dejó otro par”.
Y en su línea clásica, “El Barquero” lo resuelve en Heraldo con unos versos:
o por nuestro bien taurino
hoy, por regla general,
Cambio de tercio y de nuevo mandó José que se retirara del ruedo su cuadrilla. “Requirió luego espada y muleta –escribió “Don Modesto”– y solo, en los tercios del 3, trasteó a su enemigo, ceñido, inteligente, con pases de todas las marcas y todos los estilos. El cornúpeto obedecía al espada como inocente corderillo. Citó a recibir dos veces, alargando mucho el engaño y aguantando a pie firme; pero el bruto no le acudió. Y, al fin, en corto y al volapié, metió una media, en la misma cruz, que hizo doblar.
Faena de un gran torero, de un inconmensurable torero, que sabe aprovechar las ocasiones y que se fuma las brevas cuando alguna cae en el cesto, como ninguno. El público enloquece con la maravillosa labor de este niño maravilloso, y un clamoreo general pidió la oreja para el muchacho. El presidente vaciló algunos instantes y accedió al fin. ¿No habíamos quedado en que ya no se iban a cortar más orejas en la Plaza de Toros de Madrid?”
Por su parte, la descripción que realiza “Relance” para “El Liberal” no es menos elogiosa: “Con valentía, arte, ciencia y entre los pitones hace una estupenda faena (él solito y en los medios) compuesta de ayudados, de rodillas, de pecho y de molinete, coreados con olés. Cita a recibir y el público corea: ¡no lo mates!. Continúa “Gallito” su faena, se agarra a los pitones, se arrodilla, escupe á su enemigo y juega con él como con un perrillo. La concurrencia delira, José cita á recibir dos veces, no acude el bruto y le arrea, al volapié media estocada en todo lo alto, de la que rueda el toro sin puntilla”.
Para “El Barquero”, Gallito “con valentía, arte, ciencia y entre los pitones hace una estupenda faena (él solito y en los medios) compuesta de ayudados, de rodillas, de pecho y de molinete, coreados con olés. (…) La concurrencia delira, José cita á recibir dos veces, no acude el bruto y le arrea, al volapié media estocada en todo lo alto, de la que rueda el toro sin puntilla”.
“No es posible dar idea –concluye su descripción el cronista de ABC– en esta breve relación, tomada en la plaza, del arte y dominio de este torero, ni puede pintar el entusiasmo de las masas, ni hay nervios que puedan dominarse”.
La locura colectiva con Juan Belmonte
Sin embargo, aún quedaba por verse lo mejor: la actuación del Pasmo de Triana con el que cerraba plaza. Y todo comenzó ya con los lances de recibo, “unas VERONICAS COMO NO HE VISTO JAMÁS”, escribe con mayúsculas “Relance”.
“Empéñase (Belmonte) en levantar al público en asientos y consíguelo con seis verónicas (una brutal y otra inenarrable), un farol entre los pitones y un recorte pegándose como lapa al costillar”, pormenorizó “El Barquero”. Y un hombre habitualmente ponderado como “Mengue”, cronista de “El País”, dejo escrito: “Los lances de capa con que nos obsequió en el toro sexto de la tarde, eran dignos de Cayetano”.
Pero esa entrega unánime de la crítica llega a su culmen con la descripción que realiza “Don Modesto”: “Siete lances estupendos, tres de ellos sin enmendarse. Cogiendo al bruto, empapado en el percal, metiéndole en el estomago y sacándole con un artístico movimiento de brazos. ¿Y los pies? Como si se los hubiesen cortado por encima de los tobillos. ¡Qué manera de parar! ¡Qué modo de jugar las muñecas! Rugió el público. Belmonte seguía toreando, cada vez más metido dentro del toro. Terminó, al fin, con un recorte espeluznante. Caballeros, permítanme ustedes que les diga, sombrero en mano, y con todos los respetos que ustedes merecen.., que eso, eso es torear”.
Cuando llega la hora de coger espada y muleta, el ambiente está caldeado al máximo. Y en ese contexto, el cronista de “ABC” nos describe que Belmonte “empieza con pase ayudado, sigue con un natural superior, de esos que da Belmonte sacando la barriga para que vean que no se encorva; otro no tan bueno, seguido de uno de pecho ceñidísimo y dos molinetes, estupendo el primero. Y después…, después lo indescriptible; metido en los pitones, que acaricia a cada pase, hace una faena de emoción intensa. Como no da tregua al toro, acaba el animalito aplomado, sin poder moverse, y Belmonte le ayuda a pasar cogiéndole de un cuerno y no soltándole hasta que termina el pase. Y otra vez la locura, los gritos y las interjecciones”.
“San Juan Belmonte, Patrón de Triana, volvió a subir a los altares. Y aun mejoró de hornacina en el retablo del altar mayor”, escribió como punto final de aquella tarde “Relance", que en párrafo anterior había vuelto al uso de las mayúsculas: “ejecutó una faena inmensa, muleteando tan cerca, valiente y emocionante, COMO NADIE HA MULETEADO”.
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