Madrid. Primera de feria. Más de tres cuarto de entrada, en tarde muy agradable. Toros de Valdefresno, bien presentada pero de juego muy desigual; los mejores, primero y quinto. Juan Bautista (de teja y oro), silencio y silencio. Matías Tejela (de grana y oro), silencio y ovación. Daniel Luque (de grana y oro), silencio y palmas.
Dos que a lo mejor pudieron ser tres, si el sexto de la tarde no se rompe tanto en el caballo. Pero, vamos, dos seguros. Han sido los primeros toros de esta feria que se han ido hasta el desolladero sin que sus respectivos matadores llegaran a alcanzar el lucimiento que estaban ofreciéndoles. Un poquito de dispendio, tal como están las cosas hoy en día.
En su conjunto, la corrida de Valdefresno, con su variedad de comportamientos, resultaba manejable, con mejor o peor estilo; pero se podía andar desahogadamente con ella. Pues, ni así. Esta es la realidad de la torería andante. Y lo contrario son ganas de engañarse.
Y es que a la plaza no se puede ir como el que va a una oficina, a cubrir las horas de trabajo. A la plaza se tiene que ir con casi todo, menos de forma rutinaria, a recetar derechazos y naturales en serie y sin medida. Parece que es algo de cajón, pero sin embargo la realidad nos dice que lo contrario es precisamente la rara avis del panorama taurino.
Juan Bautista se dejó ir a su primero, un toro con buen son y sin ánimos de molestar: todo era nobleza. Tenía el hándicap de la justeza de sus fuerzas, de las que se fue reponiendo durante la faena. Si al toro con más fuelle hay que hacerle las cosas bien y con temple, con más razón a estos que hay que medir. Pero si se anda con ellos a tirones y con movimientos violentos, lo más que puede decir es que su matador estuvo afanoso a la hora de construir su larga y absolutamente anodina faena. El cuarto, en cambio, era deslucido desde que salió al ruedo; pero al igual que con el bueno, Bautista nos regaló una faena de largo metraje.
Cuando le lleguen momentos menos apacibles, que a la marcha que va le llegaran algún día si no rectifica, Matías Tejela se acordara del buen tranco que tenía el quinto de la tarde, un toro para llevarlo largo y templado, sin brusquedades ni tirones. En otras manos, era toro para haberle dado fiesta. Sin embargo, con decir que cuando sonaron las palmas con alguna fuerza fue con una serie de bernardinas, está todo dicho. Eso sí, le recetó una excelente estocada, un poco al trágala. Con el mansote y distraído que hizo segundo estuvo bastante pelmazo cuando ese pozo estaba seco.
El más dispuesto de la terna, Daniel Luque, se topó con el lote menos lucido. Se apretó con gusto y calidad en los lances de recibido al toro que cerraba plaza, que a la postre fue lo más redondo que vimos en toda la tarde. Pero el toro se rompió una barbaridad en el caballo y cuando llegó a la muleta de Luque ya había perdido el gas necesario para construir la faena. También el distraidísimo tercero estuvo batallador. Pero, al menos, en el uno y en el otro dejo traslucir que sus ilusiones no están ajadas y que en cuanto en esta feria un toro le meta algo la cara en su muleta puede darnos algunas alegrías.
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