Cornada y triunfo, las dos caras de la moneda. O de por qué el toreo es algo grande

por | 18 Mar 2014 | Temporada 2014

VALENCIA. Undécima del abono de Fallas. Lleno. Seis toros de Victoriano del Rio, tres y tres en cuanto a presentación, siempre a buen nivel; encastados pero de desigual nobleza y juego; el mejor, el lidiado en 5º lugar, al que se le dio merecidamente la vuelta al ruedo, pero también el 4º. Enrique Ponce (de azul celeste y oro), dos orejas en el único que mató. Julián López “El Juli” (de nazareno y oro), ovación, una oreja tras aviso y una oreja. Jesús Duque (de tabaco y oro), que tomaba la alternativa, vuelta al ruedo y dos orejas.

Parte médico: Enrique Ponce fue atendido en la enfermería de una "una herida por asta de toro de 25 centímetros que alcanza espacio subclavicular, diseca completamente el pectoral y provoca un hematoma perivascular y perinervioso, que ya ha sido controlado. Fractura de la clavícula izquierda. Contusión torácica. Intervenido bajo anestesia general. Pendiente de estudio radiológico". Firma el parte el doctor Fernando Carbonell. Fue trasladado a la Clínica Casa de la Salud.

Dos o incluso tres caras de la Fiesta en un solo acto. Una cornada, una alternativa y la Puerta Grande abierta de nuevo. Todo con una gran corrida de toros de Victoriano del Río. Y para colmo, lleno en los tendidos, que a estas alturas de la crisis es incluso noticia. Todo en una tarde, algo larga de metraje, pero que mantuvo la atención en todo momento. Por los toros y por los toreros. Pero también por el propio ambientazo que había en la Plaza. No resulta fácil reunir tantos elementos a la vez.

Echemos por delante la parte trágica, que a su vez fue triunfal: La cornada que sufrió Enrique Ponce. Es grave sin ser de riesgo, pero sobre todo fue aparatosa. Le volteó su enemigo de fea manera al cruzar en la suerte de matar y en el suelo se lo pasó de un pitón a otro, hasta herirle en la axila derecha y producirle la lesión en la clavícula. Se había entregado el de Chivas a la hora de manejar la espada, después de una faena de muy buen tono, muy ligada y hasta habilidosa técnicamente para  impedir que el toro se le fuera, cuando comenzó a rajarse. Una faena importante y de triunfo, ese que tan esquivo le ha sido en ocasiones en su plaza valenciana. Lo consiguió, pero las dos orejas las tuvo que recoger su cuadrilla: el toro lo había metido en la cama de operaciones. ¡A reponerse bien, torero!

Pero pasemos con urgencia a la otra cara de la moneda. Para empezar, Victoriano del Rio había mandado a Valencia una corrida de toros de las de 3 y 3, pero todos con gran dignidad en su presentación y dos de ellos cinqueños –5º y 6º–. Luego, en el ruedo hubo de todo menos aburrimiento.  Los hubo que iban al paso, como el primero; pero también como contrapunto éste hizo lote con el gran toro que, por mor de la cogida, acabó lidiándose como 5º.  Movilidad y fijeza, hasta que perdió fuelle, el único que mató Ponce. Y dispares el trio que hubo de lidiar “El Juli”: no terminó de romper su primero, sino que evolucionó hacia atrás; exigente y muy en bravo su segundo y sin clase pero con recorrido el último. No ha sido, desde luego, una de las llamadas corridas de bandera; pero sí ha sido una buena y gran corrida de toros. De las que emocionan.

Asombra, o quizá explica muchas cosas, que a estas alturas de su carrera y después de una actuación estimable –que la estadística se la rompió la espada y el puntillero– “El Juli” tenga aun capacidad para picarse con un toricantano que había abierto la Puerta Grande. Pues lo hizo, comenzado por echarle las rodillas al suelo para recibir al que cerraba plaza con una larga en el tercio. Transmitía que aquello no se le podía escapar. Y como  tiene técnica y carácter, además de afición, se inventó  una faena ante un toro de muy escaso fondo, al que acabó toreando muy despacio sobre la mano derecha. Antes había estado del madrileño muy por encima de su primero, tapando muchos de sus defectos a base de toreo con  la mano muy baja y poderosa. Sacó  su propio concepto del toreo con el buen toro que hizo cuarto –el segundo del lote de Ponce–, en series de gran mérito, con el torero entregado, pero lo pinchó antes de dejar una espadazo entero con su modo sui generis de consumar la suerte.

Probablemente en sueños Jesús Dique habría pensado en una tarde como la de hoy para tomar la alternativa. Y hay veces en las que los sueños se convierten en realidad. Eso pasó en esta preciosa tarde valenciana. Hablarle de tu a tu a dos figuras y salir al final por la Puerta Grande, ahí es nada. Cumplió sobradamente en el toro de la alternativa, que a la postre acabó siendo el de juego más deslucido del encierro. Pero se creció ante el bravo y pujante que mató luego como 5º. Como todos los toros de esa condición, exigía que quien se pusiera delante hiciera las cosas bien, sin dudas, con firmeza de manos y de pies. La experiencia dice que, en especial para toreros nuevos, son animales de alto riesgo, en la medida que resulta muy complejo estar a su misma altura.  Duque lo estuvo. Y en mayor dimensión de lo que era esperable en un torero tan nuevo.  Por eso, tras el espadazo que le recetó, le concedieron con una sólida petición las dos orejas.

Otrosí: Finito por Ponce
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