MADRID.Décimo segunda del abono de San Isidro. Dos tercios de entrada: según la empresa 16.472 espectadores (69,7% del aforo), en otra tarde agradable, pero con el dichoso vientecito habitual.
Toros de Pedraza de Yeltes (representada por José I. Sánchez), con trapío y defensas, sin necesidad de incluir ningún cinqueño y con un promedio de 572 kilos, menos que en otras ocasiones pero igualmente con mucho volúmen. Todos cumplieron a secas en varas, pero luego se venían a menos en celo y acometividad, aunque demostraran un punto de nobleza; demasiado débiles de remos los primeros, más espectacular el 6º, con más poder que sus hermanos y que acudió de largo y con alegría al caballo, aunque igualmente acabó distraído en el último tercio.
Octavio Chacón (de verde esmeralda y oro con cabos negros), silencio, silencio y silencio tras un aviso, en el que mató por Leal. Javier Cortés (de blanco y oro), silencio tras un aviso y silencio tras un aviso. Juan Leal (de agua de rosa y oro), una oreja tras un aviso; pasó a la enfermería.
Incidencias:
Tras la lidia del 3º, el equipo del Dr. García Padrós asistió en la Enfermería a Juan Leal, que presenta “herida por asta de toro en región peri anal con una trayectoria hacia arriba de 25 cm que contusiona sacro-coxis con posible fractura del mismo y con orificio de salida en región glútea superior izquierda. Exploración recto anal sin evidencia de lesión. Es intervenido bajo anestesia general. Se traslada a clínica de La Fraternidad. Pronóstico: Grave”.
En la lidia del 6º destacaron a caballo Daniel L. Candel y con los palos Marc Leal y Francisco J. de los Reyes. Como en ocasiones anteriores, cuando apareció en el palco don Gonzalo Villa, presidente de turno, desde el 7 escuchó protestas y hasta unas pancartas de “Dimisión”: parece que durante el abono le va a perseguir esa segunda oreja concedida a Perera el día del Patrón.
Para el Día de la Reflexión, la empresa de Simón Casas programó una corrida muy torista, para tres “hombres esforzados”, como les llamaba el histórico José Sánchez de Neyra. Y desde luego, hubo tiempo para la reflexión. En este caso taurina, naturalmente.
La primera reflexión nace sola: los toreros “esforzados” también necesitan de unos toros con acometividad y con raza, con bravura, en suma; frente al que sale distraído de las suertes, sin profundidad ni humillación alguna, resulta muy complicado hacer el toreo en cualquiera de sus versiones. Y, además, aburren al personal.
La segunda, que a toros con tanta caja como los de Pedraza, hay que darles su sitio: el toreo de cercanías acaba siendo siempre baldío. Además de perder esa pequeña ventaja de beneficiarse de la inercia en el viaje, el vólumen del animal no cuenta con el necesario espacio físico hasta para desplazarse, incluso si es bueno, que no era el caso de esta tarde.
Por lo demás, la tarde dio poco de sí, aunque sí de lamentar: la grave cornada de Juan Leal. Sin alcanzar lucimiento mayor, que eso no tocaba con estos de Pedraza, Octavio Chacón mató media corrida con desahogo y limpieza, con buen y limpio oficio. Probó una por una todas las opciones posibles Javier Cortés, sin desánimo por la nula colaboración de sus astados; pero de ahí no pudo pasar.
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Juan Leal: inicio de faena en los medios (Plaza 1) |
Y como hace cada tarde, apostó muy fuerte Juan Leal, que al final consiguió una meritoria oreja, aunque fuera al precio de una cornada. Desde luego, supo crear emoción con una entrega admirable. Desde la forma de iniciar su faena, que sirvió para que toda la afición estuviera pendiente de lo que ocurría, hasta algunas series de muletazos muy razonables. De hecho, tenía al público con él. Luego, en un descuido, llegó la cornada, que desde el principio se vio que era seria, aunque el torero de Arles se empeñó en seguir en el ruedo hasta dar muerte al de Pedraza.
Otrosí
¿Ha llegado el pret a porter a la moda taurina?
El pret a porter parece haber llegado a la sastrería taurina. Ya se dejó ver en la pasada feria de Sevilla; en Madrid se viene confirmando. En el caso de la Maestranza, en una misma tarde dos toreros –El Cid y Perera– se encontraron que sus diseños eran idénticos, aunque los colores de las telas variarán. Pero lo que se viene imponiendo de forma reiterada son los bordados de formas geométricas y cuadriculadas, dentro de las cuales mayoritariamente se incluye una mariposa, aunque en otros casos aparece una pequeña flor; un diseño bastante usual en la sastrería mexicana. Cambian los colores de las sedas, pero el diseño se mantiene inalterable. No se puede afirmar si es una cosa de modas, o sencillamente de ahorro de costos en el diseño. Pero la reiteración de este estilo resulta chocante, cuando una de las características del ropaje taurino era precisamente la variedad propia de la alta costura.
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