MADRID.- Octava del abono de San Isidro. Más de media entrada: según la empresa, 14.666 espectadores (62,1% del aforo), en tarde primaveral.
Toros de El Pilar (Moisés Fraile), con presencia y cornalones de cara; mansos, sin humillación, exigentes y muy deslucidos. 1º, 2º, 3º y 5º, cinqueños. La corrida dio un promedio de 576,2 kilos.
Juan del Álamo (de champán y oro), vuelta tras un aviso, silencio y palmas en el que mató por Gonzalo Caballero. José Garrido (de azul noche y oro), silencio y silencio tras un aviso. Gonzalo Caballero (de grana y oro), cogido por su primero, se le tributó una ovación, estando ya en la enfermería.
Incidencias:
En el último tercio del 3º de la tarde, Gonzalo Caballero fue asistido en la Enfermería por el equipo del Dr. García Padrós de “herida por asta de toro en cara externa tercio medio del muslo izquierdo, con una trayectoria ascendente de 25 cm. que produce destrozos en músculo tensor de la fascia lata, vasto externo e isquiotibiales y alcanza cara posterior del fémur contusionando el nervio ciático, alcanzando isquion. Es intervenido bajo anestesia general en la enfermería de la plaza. Se traslada al Hospital La Fraternidad. Pronóstico: Grave”
Por su parte, Juan del Álamo fue atendido, tras la muerte del 1º, de “lesión de isquiotibiales en muslo izquierdo, pendiente de estudio radiológico. Policontusiones. Pronóstico leve, que no le impide continuar la lidia”.
En las cuadrillas destacó Antonio Chacón, que tuvo que saludar tras parear al 5º.
La áspera y complicada corrida de Moisés Fraile, con el hierro de El Pilar, no ha tenido otra historia que el esfuerzo de la terna por sacar adelante un espectáculo difícil de digerir. Junto a la lesión de Juan del Álamo –cuyo alcance está pendiente de estudio radiológico–, lo verdaderamente grave fue la cornada de Gonzalo Caballero, cuando entró a matar con mucha decisión a su primer enemigo.
Antes, el torero madrileño supo entender con la muleta a este 3º de la tarde, después de unos primeros tercios que el pilareño plagó el ruedo de desorden: hasta cuando se arrancaba al caballo lo hacía buscándole las vueltas. Pero dándole distancia y llevándolo con suavidad, se gustó –y nos gustó– Caballero en unas series sobre la mano derecha, con verdadero empaque. Bajaba más la calidad del pitón izquierdo. Pero Caballero mantuvo un buen nivel, culminado el trasteo con unas apretadísimas bernardinas. Quiso “amarrar” la estocada y ahí se produjo el grave percance.
El resumen estadístico no le hace justicia ni a Juan del Álamo ni a José Garrido. Constatar que el público guardó “silencio” no deja de ser una incidencia menor. La realidad es que se fajaron con una corrida que no era agradecía ni cuando se le decía “buenas tardes”. Le plantaron cara a los cinco que lidiaron, aún sabiendas que en esos pozos el agua era escasa. Y eso que alguno, incluso, tuvo un punto de nobleza; pero los del Pilar iban siempre a otro juego: el que no estaba pendiente de los tableros, salía distraído y con la cara por las nubes, si es que no andaba rebañando detrás de los engaños.
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