Confusiones interpretativas de la Tauromaquia en nuestros días

por | 2 Mar 2012 | Documentos

En su ponencia, el profesor Coello Ugalde viene a establecer la siguiente opinión final, a modo de conclusión:

Cuando el imperativo en la justicia, la historia, la sociedad y en otros muchos aspectos de la vida es la verdad y esta, concebida como ideal del absoluto, aunque sólo sea posible alcanzar una dimensión relativa de la misma, se hace necesario por tanto un balance del conflicto no sólo de posturas. También de ideologías que vienen dándose con motivo de si son pertinentes o no las corridas de toros.

La animalidad y la humanidad tienen sus marcadas diferencias. Que tenemos deberes, derechos y obligaciones para con todas las especies animales, por supuesto que sí. Que debemos preservarlas evitando así su desaparición o extinción, también. En el caso concreto del toro de lidia, esta ha sido una especie cuya pervivencia ha sido posible para convertirla en elemento fundamental del espectáculo que hoy es motivo de polémica. El toro es un mamífero cuyo destino se centra en no otra cosa que para los propósitos mismos de la tauromaquia. Sin esta expresión milenaria y secular, ese hermoso animal sería uno más de los muchos condenados al matadero y su carne y derivados puestos al servicio de una sociedad de consumo, sin más.

Pero sucede que tras un largo recorrido, el toro es y ha sido una de esos elementos de la naturaleza que han pasado a formar parte del proceso de domesticación. El hombre antiguo vio en él unas condiciones de morfología y anatomía proporcionadas, que se mezclaban con fortaleza, musculatura y belleza armónica que quizá no tenían otras especies del amplio espectro del ganado mayor. El hombre moderno, en particular los hacendados y luego los ganaderos, llevaron esa domesticación primitiva a terrenos de la crianza más sofisticada y precisa hasta lograr ejemplares modelo. Cumplido ese principio, mantienen vigentes tales propósitos, teniendo como resultado hoy día un toro apto para el tipo de ejercicio técnico o estético tal y como se practica en nuestros tiempos. Por tanto, no ha sido una tarea fácil, si para ello deben agregarse factores relacionados con el tipo de suelo, de pastos, la presencia de fuentes de agua, de alimentación y demás circunstancias que suponen un desarrollo correcto mientras permanecen en el campo, a la espera de ser enviados a la plaza.

Ya en este espacio, su presencia cumple una serie de requisitos no sólo establecidos por ritual, usos y costumbres o el marcado por un reglamento o legislación hecha ex profeso para permitir que el desarrollo de la lidia en su conjunto, se realice dentro de los márgenes más correctos posibles, en apego a todos esos principios, mismos que una afición presente en la plaza desea verlos materializados.

Ahora bien, ritual, usos y costumbres y el mismo principio legislativo que determinan el desarrollo del espectáculo, no solo consideran, sino que dan por hecho que uno de los componentes en el desarrollo de la lidia es el factor en que el toro es sometido violentamente hasta llevarlo a la “muerte previa” (la “muerte definitiva” ocurre en el matadero de la propia plaza). Esa “muerte previa” ocurre en presencia de los asistentes todos, como culminación de un ritual que complementa los propósitos de un espectáculo en el que todos los actores participan (lo que para los contrarios es la tortura misma) en aras de que se produzcan efectos de disfrute o goce, celebrados colectiva, multitudinariamente en la decantación a una sola voz del término o expresión que mejor lo explica. Me refiero a la voz expresiva o interjección “olé”, que viene de ualah”, y cuya connotación más precisa sería entendida bajo el peculiar significado de “por Dios”.

En una invocación concatenada entre presente y pasado y estos eslabonados con un sinfín de elementos configurados a lo largo de siglos, explican que la tauromaquia es o se convierte en un legado, cuyo peso histórico acumula infinidad de circunstancias que han podido configurar su significado, ese que hoy rechazan ciertos sectores de la sociedad moderna, la cual parece negarse a escuchar las voces y experiencias del pasado, cuando solo tiene puesta la mirada en ese objetivo que para ellos es maltrato a los animales.

La cultura que compartimos, que nos formó y moldeó tiene, entre sus complejos ingredientes, aquellos que nos permiten entender que efectivamente hay un maltrato, pero lo toleramos en virtud de que proviene de toda esa superestructura racional o irracional con la que, como sociedad estamos formados. En nuestro caso, asumimos la tolerancia y no sé si como redención para superar el sacrificio y muerte de varios toros durante un festejo. No por ello somos necesariamente crueles e insensibles. Sabemos y entendemos los taurinos que per se, esa parte culminante para la vida de un toro bravo se convierte en una muerte gloriosa (principio de una teoría compleja relacionada con los diversos significados que podría tener este término desde lo religioso o lo ideológico, dos factores que por sus composiciones son suficiente razón para detonar la polémica).

Así pues: los grupos contrarios a la celebración de las corridas de toros tiene sus propios puntos de vista, discutibles o no. De ese mismo modo, nosotros los taurinos también estamos en derecho de defender, legitimar o justificar la presencia y permanencia del espectáculo taurino, asunto que no es casual. Que no es de ayer a hoy, que ha tenido que tomar muchos siglos de formación y consolidación para, en su condición primitiva, también evolucionar.

Por ahora este es, uno entre muchos de los elementos de defensa que hemos de seguir mostrando para dejar en claro cuáles son las razones para garantizarle pervivencia segura a la tauromaquia. De ahí que continuemos con dicha labor, hasta tener los elementos puntuales y contundentes con que seguiremos dando nuestra propia batalla a su favor.

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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