Con ruido y sin ruido, manda El Juli

por | 12 Jul 2011 | Temporada 2011

PAMPLONA.- Octava corrida de la feria de san Fermín. Lleno. Lloviznó durante el tercero y toda la tarde molestó el viento, Toros de Victoriano del Rio, tres de ellos con el hierro de Cortés, de muy dispareja presentación,  todos bajos de bravura y raza. Curro Díaz (de marino y oro), ovación y silencio. Julián López “El Juli” (de verde aceituna y oro), una oreja y dos orejas. Miguel A. Perera (de marino y oro), una oreja y palmas. El Julio salió por la Puerta Grande.
 
No andemos con monsergas. Hoy por hoy, en esto manda El Juli. Y lo hace con fundadas razones, como las que explicó esta tarde en el ruedo pamplonés. ¿Quién dijo que con el ruido de esta Monumental navarra no se podía torear de verdad? El Juli, no, desde luego.
 
A lo mejor, resulta una boutade, pero tengo para mí que uno de los baremos más ajustados para medir a un torero es su capacidad para explicar desde el ruedo lo que es la lidia y el toreo. La actuación de este torero en el quinto de la tarde es un ejemplo evidente de esa capacidad. Desde que se abrió de capa, que cada día la maneja con más sabor, hasta que dio la vuelta al ruedo con las dos orejas. Cada paso que daba era un capítulo más del gran libro del toreo. Y así, por ejemplo, quien se fijara con un poquito de atención –que el ruido pamplonés no lo impide— en la estructura que le dio a su faena de muleta comprobaba que era un compendio de técnica. Empezó sin terminar de bajarle la mano en los muletazos, sabia medida porque, si no lo hace así, el toro se abría acabado en las dos primeras series; luego, cuando ya lo tenía sometido, paulatinamente iba bajándole más y más la mano, hasta acabar arrastrando la muleta. Un detalle tan concreto, aparentemente simple, sin embargo resulta luego muy importante. Pero si nos fijamos en la elección de los terrenos, la dimensión de la propia faena o algo tan simple como diferenciar que toque es el adecuado en cada momento,  se van advirtiendo otras tantas lecciones.
 
Cuando además de este sentido digamos pedagógico el toreo se hace arrebujándose con los toros –algo que no es posible si al toro no se le trae toreado desde que inicia su embestidas–, con ese temple que nace en las muñecas y ese sentido escultural que está en la entraña de este arte, pasa lo que hemos visto esta tarde y tantas otras. Son las razones de un torero, las que le acreditan para tomar el mando.
 
Pero observando a este torero se explica uno también por qué a los ganaderos les guste que les mate la camada. Ayer con una corrida de medios toros en cuanto a bravura y raza, en manos de El Juli parecían otra cosa, simplemente porque el poder de su toreo tapaba los defectos –no pequeños, en esta ocasión– de sus dos toros. Suerte que tuvo Victoriano del Río, que se fue de rositas con esta escalera en negro que trajo a Pamplona. En efecto, el ganadero madrileño seleccionó, no se sabe con qué criterio, un lote en el que había de todo, pero todo muy medido: bravura, sí, pero a medias; raza, sí, pero también a medias.
 
Por lo demás, si no fuera porque estos dichosos taurinos son tan retorcidos en el significado que dan a las palabras, afirmaría que Curro Díaz que se ha convertido en un “primero” ideal. Es habitualmente seguro con la espada –detalle que no es baladí–, torea con reconocido gusto y el aficionado le ve con interés. Para colmo por antiguedad hoy iría prácticamente por delante de todas las figuras. Lo que ocurre es que, por más que ineludiblemente alguien tiene que abrir los carteles,  el papel de “primero” está muy devaluado entre los propios profesionales, porque se entiende como el autorreconocimiento por el interesado de que no está en la pelea. Más: para los taurinos antiguos era sinónimo de que no iba a molestar a la figura, incluso que estaba dispuesto a hacerse el distraído en los sorteos. Tengo para mí que todo eso está ya demodé. Pero sigue vivo en la memoria histórica, que en el toreo está llena de recovecos, la mayoría bastante absurdos.
 
Como si no hubiera salido de primero a la vieja usanza, el buen hacer de Curro Díaz esta tarde reivindica su papel. Se ha gustado y nos ha gustado en muchas fases de su faena al primero, al que enjaretó muletazos muy de verdad y hasta con más largura que en otras ocasiones. Da la impresión que tras el molesto y pesado percance de Sevilla, el de Linares ha vuelto a los ruedos muy mejorado: más pausado y más solvente. Sin obtener un premio mayor, su paso por Pamplona ha sido muy de reconocer.
 
Entregado y con buen son lidió Perera al tercero de la tarde, en el que sus muletazos tuvieron una notable factura. Con la izquierda los hubo excelentes. Y además, le pudo a su enemigo, que tenía emoción. El sexto las posibilidades fueron nulas.Pero toda la tarde estuvo muy en torero.
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Taurología

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