Cesar Jiménez toma vuelo

por | 31 May 2011 | Temporada 2011

MADRID.- Vigésimo Segunda de abono. Lleno. Cinco toros de Peñajara y uno de Carmen Segovia (5º bis), los titulares, con juego muy diverso, del peligroso cuarto al bravo segundo; el sobrero, complicado pero manejable. Todos, bien presentados. Eugenio de Mora (de champan y oro), silencio y silencio. Cesar Jiménez (de azul cobalto y oro), oreja y oreja. Javier Cortes (de violeta y oro), silencio y silencio.
Tras estoquear al cuarto, Eugenio de Mora fue asistido en la enfermería de un puntazo en la mano, que no impidió continuar la lidia. 
 
 
Sería engañar y engañarse si el resumen esencial de la tarde se centrara en si había que estar con el 7 o con la gran mayoría de la plaza, en la oreja a Cesar Jiménez en el 5º y en la posterior Puerta Grande. Tengo para mí que hubo cosas más importantes. Entre otras, la capacidad técnica del madrileño para meter en la muleta al sobrero de Carmen Segovia, que tenía su complicación: empezaba el muletazo y a su mitad daba un hachazo brusco. Y todo eso, además, estando ahí, donde cogen los toros. No fue faena de exquisiteces, pero sí de torero hecho y firme. Como además lo mató bien por arriba, una amplia mayoría pidió la oreja, que reglamentariamente se concedió.
 
En el segundo de la tarde, uno de los buenos toros que se han visto en lo que va de abono, Jiménez se gustó con la muleta, en especial en algunas series con la izquierda, que fueron de muleta muy baja y trazado hasta detrás de la cadera. Era, desde luego, un toro agradecido, pero no era un toro tonto; no era de los que van y vienen, sino de los que hay que traerlos y llevarlos muy metidos en el engaño. Buena tarde, pues, la de Cesar Jiménez, con la que muy probablemente se meta de nuevo en el circuito que le estuvo negado en el año de penitencia que pasó en 2010. Y vuelve con más sitio y, sobre todo, mejor sentido del toreo.
 
Prácticamente con lo anterior podría darse por finiquitada la crónica. La corrida de Peñajara, dicho quedó, tuvo sus complicaciones y deslucimientos, con más gotas de genio y temperamento que bravura Ni Eugenio de Mora –¿seguro que el vestido era de color champan?–, ni Javier Cortés tuvieron opción alguna para el lucimiento; tanto para demostrar que no habían hecho el paseíllo por casualidad, sino para justificarse.
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Taurología

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