PAMPLONA. Quinta de la Feria del Toro. Lleno. Toros de Jandilla –el 1º con el hierro de Vegahermosa– (Borja Domecq), que en comparación con lo discurrido en la Feria, se diría que fueron de moderada presentación y “agradables” de cara, salvo el 5º, mucho más hecho; manejables en distinto grado. Miguel A. Perera (de gris plomo y oro) silencio y ovación tras un aviso. Cayetano Rivera Ordóñez (de azul pastel y oro), una oreja y una oreja tras un aviso. Andrés Roca Rey (de azul noche y oro), una oreja tras aviso y una oreja.
Al matar al 6º de la tarde resultó corneado Roca Rey, cuando entró muy recto y en mitad de la suerte se partió en dos el estoque, a dos cuartas de la empuñadura. Hubo una coincidencia entre el momento en que el “jandilla” le echa mano y la espada se rompe, quedando más media en el morrillo. En el suelo, el toro volvió a hacer por él. Fue traslado de inmediato a la Enfermería.
INCIDENCIAS: Entretenidos por la enorme aglomeración de personal que se produjo en el patio de caballos, los toreros encabezaron el paseíllo con siete minutos de retraso.
Se presentó en Pamplona Cayetano y salió a hombros por la Puerta del Encierro. Después del percance sufrido en Badajoz el pasado 23 de junio, reaparecía Roca Rey, que según el Reglamento tenía también derecho a salir a hombros, pero en el último minuto el toro lo ha vuelto a meter en la cama, con una cornada en la cara interna del muslo izquierdo. La realidad de la Fiesta, una vez más.
Han sido como los contraluces de esta quinta de feria, en la que se lidiaron los toros de Jadilla. Si la comparamos con lo se ha visto en las cuatro primeras tardes del abono, con una presentación bastante más moderada, en conformación y en pitones, con la única excepción del 5º, que había sido emparejado con el más “cómodo”. Si no hubiera antecedentes, se diría directamente que cumplieron en presencia. En cualquiera de los casos, una corrida de toros con todos su aditamentos.
Luego su comportamiento en la lidia tuvo no pocos puntos desconcertante. Y así, el confuso primer tercio del que hizo 4º, luego no se compadecía con su forma tomar la muleta; a lo mejor la explicación es lo bien que la manejada Perera. Pero si se hace un balance, abrió plaza un animal blando y sin clase alguna, echando siempre la cara arriba. Con más recorrido y cierta calidad el 2º, aunque tendía a salirse de las suertes. Con movimiento el 3º, pero también discontinuo en sus actitudes. Sin demasiado viaje pero con nobleza el 5º. Muy desigual según las distancias se le daban el que cerró la tarde, un toro que daba la cara siempre. En suma, una corrida de corte medio, con sus goterones de nobleza y de mansedumbre en distintas variables.
Viendo como pasaba de muleta al 4º, se entiende poco el freno que algunos le quieren dar a Miguel A. Perera. Una series sobre ambas manos con una profundidad y un temple exquisito, de las verdaderamente buenas que se han visto en esta feria. ¿Pararlo toreando así? Presentando muy bien el engaño, el jandilla venía toreado desde su primera arrancada, para llevarlo luego lentamente hasta muy el final. Es cierto, que el trasteo no levantó oleadas de entusiasmo, pendiente como andaba la mayoría de la merienda. Pero la faena tuvo mucho mérito. No se le pudo pedir mucho con el flojo de Vegahermosa.
Cayetano triunfó en su presentación, fruto sin duda de que ya es un torero más cuajado que en su anterior etapa. Ahorraremos al lector, sobradamente informado, la narración de los antecedentes familiares en esta misma plaza. Pero lo cierto y verdad es que el torero de dinastía anduvo sobre todo en el palo y el empaque de su abuelo. Desde luego, en el manejo del capote: los lances rodilla en tierra al 5º eran casi un calco, como lo fueron los señoriales ayudados por alto con el que abrió la faena. En la parte sustancial de su toreo, brilló especialmente la mano izquierda. Pero luego sigue presentando desigualdades; por ejemplo, tardó mucho en advertir que el noble 2º le estaba pidiendo una cierta distancia, no que lo agobiara tan en corto. Y como estábamos en Pamplona y soñaba el triunfo, sucumbió a la tentación de los rodillazos y varios. Un recurso legítimo, pero un recurso. Mezclados todos esos elemento, el resultado final fue el esperado: abrir la Puerta del Encierro. Si sacamos el calibrador de medir, las alegrías se verían rebajadas en algunos grados.
Salía de la cama y volvió a ella. Parece como si fuera el sino de Roca Rey. Sin embargo, entra de alguna manera en la lógica: cuando todos los días y con todos los toros se pisan los terrenos del peruano, el grado de exposición crece exponencialmente. La cornada de hoy anda en una cierta nebulosa: no resulta fácil discernir si vino como consecuencia de partirse en dos la espada, o si ya estaba entrampillado de antes. Dura la carrera de este Rey. Pero hubo un torero de nuestro tiempo con 58 cornadas en el cuerpo, ninguna las cuales le afligió el ánimo y se retiró cuando quiso y siendo figura. Se llamaba Diego Puerta, un ídolo en Pamplona. Pues eso. El problema colateral radica en que hoy, con el boom de Roca Rey, cada parón se lleva por delante unas cuentas ferias montadas sobre su nombre. El que tenga dudas de esta realidad que pregunte: razón, plaza de toros de Bilbao, 2016.
En esta quinta del serial, Roca ya hizo el paseíllo pidiendo guerra. Éste también sabía que estaba en Pamplona, que es lo que explica el popurrí de suertes que montó con el capote a su primero y las rodillas al suelo al coger la muleta y la espada. Aunque hoy no fuera la porción mayoritaria de sus dos actuaciones, en el toreo fundamental lo mejor lo cuajó con la mano izquierda, con algunos muletazos de exposición, especialmente con el 3º. En su segundo turno, en cambio, abundaron los enganchones. No se le pueden restar méritos a esa series de pases cambiados que encadena, dejando que los pitones le rocen la taleguilla. Y nada digamos del quite con el capote a la espalda del 6º. En ambos se mostró muy decidido en el uso de los aceros.
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