La decisión del alcalde de Bogotá de prohibir la celebración de corridas de toros en la plaza de La Santamaría reactiva el movimiento antitaurino, que tuvo su punto de arranque en la decisión el Parlamento de Cataluña de prohibir los toros en la Ciudad Condal, hizo parada y fonda en el referéndum de Ecuador –gracias al cual, las corridas en Quito se celebran en la actualidad sin la muerte del toro– y vive un episodio mucho más que anecdótico en México DF, donde su Asamblea Legislativa, una vez celebradas las inmediatas elecciones, se retomará el debate abolicionista.
En todos estos casos, que tienen mucho de efecto-contagio con relación a lo ocurrido primeramente en Barcelona, se da un punto común: los debates han surgido de organizaciones denominadas animalistas, a las que grupos de la izquierda polític, en muchos casos extraparlamentarias, han servido de altavoz y de vehículo institucional.
Pero eso no quiere decir que el antitaurinismo deba adjudicarse a la izquierda política on carácter general. Eso solo puede pensarse desde unas posiciones maximalistas. En realidad responde a unos movimientos sociales, que luego se manifiestamente políticamente por fuerzas de la izquierda minoritaria. Pero va más allá, en el orden social.
Las realidades políticas
Por ejemplo, en el caso de Colombia, el Polo Democrático Independiente –que gobierna la ciudad de Bogotá– fue en unas últimas elecciones un partido minoritario, que perdió dos de los senadores que tenía. Se compone de una suma de partidos y organizaciones de orden menor, como es el caso de Frente Social y Político, MOIR, Unidad Democrática, Movimiento Ciudadano y Opción Siete, coaligados electoralmente, que trata de vertebrar, según su propio programa, una “izquierda revolucionaria”.
En el caso de Ecuador. la iniciativa partió del propio Presidente de la Republica, Rafael Correa, que llegó al poder en 2006 con su Alianza Pais, en el que confluían diversos partidos, entre ellos el PC ecuatoriano, el Movimiento Popular Democrático, la Izquierda Democrática, el Pachakutik, y el Partido Roldosista Ecuatoriano, entre otros. Y dentro de un discurso indigenista, ya en su toma de posesión afirmó que su objetivo era "la lucha por una Revolución Ciudadana, consistente en el cambio radical, profundo y rápido del sistema político, económico y social vigente”.
En Cataluña, los promotores directos de la campaña abolicionista representaron en las elecciones autonómicas de 2010 tan solo al 0,26% de la censo electoral y al 0,45% de los ciudadanos que a las urnas,, exiguas cifras que quedaban muy lejos de alcanzar representación institucional. Sin embargo, unos meses antes, cuando el Parlamento votó la ley abolicionista, contaron con el apoyo de el independentismo de izquierda, de la izquierda más radical y del desapego de socialistas y catalanistas moderados.
Y no es muy diferente la situación que se ha venido dando en la capital federal de México y su Asamblea Legislativa, ahora sometida a renovación en las urnas.
El transfondo social
En realidad, el movimiento antitaurino toma su razón de ser en organizaciones sociales procedentes del mundo del ecologismo más radical, y luego se manifiesta institucionalmente a través de quienes, en ocasiones por mero oportunismo electoral y en otras con un mayor grado de convicción ideológica, ven en esos segmentos sociales un sector de interés.
Resultaría absurdo no tener en cuenta que, además, en todos estos casos se produce un cierto movimiento frente a la identidad hispana. En unos casos, como en Cataluña, consecuencia de convicciones o proyectos independentistas; en otros, por movimiento revisionistas de orden colonialista frente a la metropoli originaria.
Pero el trasfondo real es el que es y no conviene perderse, a la hora de actuar en defensa de la Fiesta. Y, en este sentido, si nos atenemos a sus formas de actuar, comprobamos que su punto verdaderamente fuerte, a través del que más daño hacen a la Fiesta, radica en el uso inteligente de las redes sociales. Resulta llamativo, a este respecto, comprobar como un mismo comunicado –casi literalmente idéntico– casi salta a internet antes de que pase una hora desde puntos muy alejados del mundo. Y como lo que ocurre en un lugar determinado tiene repercusión inmediata en todos el mundo.
Sin ir más lejos, si se leen las explicaciones que ahora emanan de la alcaldía de Bogotá se comprueba como toman pie de lo ocurrido en Barcelona y Ecuador. Pero otro tanto ocurre con los promotores de la campaña en México DF.
Precisamente esa realidad social es la que se echa en falta en el planeta de los toros, que concentrado en sus circunstanciales cuestiones internas, no le queda tiempo para mirar más allá, para actuar con al menos la misma coordinación que demuestran los antitaurinos.
Con un cierto punto de ingenuidad, según se viene demostrando con posterioridad, algunos aficionados confiaron que esta labor la podía desarrollar la prácticamente inactiva Mesa del Toro, como organismo unitario. Pero perdida esa esperanza se confió que la integración de los asuntos taurinos en el Departamento de Cultura resultara más fácil actuar, aunque no fuera más que al rebufo del ejemplo que nos dan las instituciones francesas en esta materia.
Sin embargo, ni lo uno ni lo otro se ha dado en la práctica. La Mesa del Toro es una causa prácticamente perdida, en opinión incluso de personalidades que forman parte de su directiva, y el ministerio que hoy dirige José I. Wert no consigue pasar de repetitivas declaraciones de principio y de buenas intenciones, nunca concretadas.
Mientras tanto, podemos darnos una vuelta por las redes sociales para comprobar el monocorde mensaje que dejan quienes defienden la abolición de la Fiesta.
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