Bilbao comienza el año de su gran reto, el año en el que la Casa Chopera y la actual Junta Administrativa se juegan su futuro en Vista Alegre, una vez que el Ayuntamiento de la capital vizcaína ha decidido dar un vuelco total a la gestión de su plaza, muy criticada por cierto por los aficionados.
Y lo hace desde su punto más bajo: en la temporada de 2016 los tendidos tuvieron una ocupación media del 45%, lo que supone volver a cifras de la gran crisis de los años 40, precisamente la que motivó que la Junta Administrativa renunciara a la gestión de la plaza, para proceder a adjudicar la gestión mediante concursos privados a empresarios profesionales.
Hay que reconocer que para 2017 los organizadores han tratado de realizar un esfuerzo muy superior al de años anteriores. Han repercutido el nuevo IVA reducido en el precio de las localidades; han tratado de incorporar a todas las figuras, incluidas haciendo doblete; han buscado, en fin, unos mayores niveles de promoción.
Hasta ahora las veces que han hablado han sido para explicar que la venta de entradas sueltas –un factor que se ha hecho crucial en los tiempos modernos– marcha bien. Pero no deja de ser una declaración de buenas intenciones, porque en todos los años anteriores afirmaron lo mismo –se constata en las hemerotecas– y luego los tendidos se presentaban cada vez con menos concurrencia. Para comprobarlo hay que esperar a que suene el clarín.
Pero es evidente que eso de andar por debajo del 50% del aforo tiene ya tintes de gran gravedad. Por Bilbao, pero especialmente por la propia Tauromaquia, se necesita subir muchos puntos porcentuales para tener a salvo el futuro de una plaza que es crucial en la temporada.
El alejamiento social
Quien mire con un mínimo de objetividad a la realidad, sabe que con la gestión llevada hasta ahora se ha producido un importante alejamiento social. Sólo así se explica que en los últimos 10 años se hayan perdido en el camino del orden de 40.000 espectadores, más del 35% con respecto a 2007.
Unas cifras de esa dimensión no se pierden tan sólo por acción de los antitaurinos. Eso no deja de resultar una simpleza. Lo que ocurre es que hoy ha crecido exponencialmente la gente indiferente, que se ha desentendido del factor taurino como eje central de las fiestas de Bilbao. Cierto que en la actualidad las posibilidades de ocio se multiplican, y a costes muy inferiores a las de ir a los toros. Pero cierto también que hay cosas que no se han debido hacer bien por los propios gestores.
Es evidente que Bilbao por causas muy diversas ha perdido uno de sus grandes soportes: la activa participación de las empresas, grandes y no tan grandes, en la adquisición de entradas para sus atenciones sociales. En unas ocasiones habrá sido por la crisis económica, pero en otras muchas porque eso de ir a los toros ha dejado de estar bien visto por algunos, fruto de la marea social sobre la cuestión.
Pero, con todo, la principal causa ha radicado en la incapacidad demostrada por los gestores para oír y atender las críticas y las sugerencias que la afición bilbaína organizada, esa que es militante, les han hecho desde fuera. En otras palabras: la incapacidad demostrada para implicarles en el futuro de la plaza. Difícilmente se les va a acercar nadie si todo lo que no sea el aplauso, lo han venido entendiendo –lo siguen entendiendo hoy– como una intromisión y/o un ataque improcedente.
El resultado final es que han cansado al personal, que ha acabado por desentenderse del tema:¿para qué decir nada si es chocarse contra la pared de un frontón? Y eso sin contar el juego subterráneo que algunos de los gestores han practicado, plagado como está de hechos episódicos, que lo mejor es dejarlo en el campo de la anécdota, aunque en Bilbao sean un secreto a voces.
En esa posición crítica, influyó, y mucho, la opaca decisión de la Comisión Taurina de la Junta de renovar hace cinco años el contrato de asesoramiento con la Casa Chopera, hecho además en unas condiciones que jurídicamente el Ayuntamiento no ha podido resolver, salvo que pagara unas cantidades imposibles. Si se repasan las actas municipales se comprueba como, con razón o sin ella, el antiguo imperio Chopera y quienes en la Comisión lo sostienen han pasado a ser los malos de la película. No se trata de dilucidar si es justo o no, lo cierto es que será difícil revertir esta posición. Han exasperado a demasiada gente.
Unas nuevas condiciones
Ahora, cuando el Ayuntamiento –copropietario sobrevenido del 50% de la plaza– ya ha tomado la decisión de cambiar por completo el sistema de gestión, las circunstancias resultan muy diferentes a las que se dieron en otro tiempo. Y así, ya nada podrá hacerse con la anterior opacidad: todo tendrá que resolverse con la transparencia a la que obliga su condición de institución semipública.
Pero, en paralelo, se hará necesario revisar el modelo de la propia Junta Administrativa, sus competencias y el papel que en adelante deben jugar a favor de la Fiesta, además de entrar en lo que parece el factor imposible: reordenar su composición, que hoy ha perdido buena parte de su sentido, comenzando por el primero: allegar fondos para instituciones benéficas, que hoy tienen otras vías públicas de financiación.
A partir de ahí se habrá llegado al momento de establecer los criterios taurinos: la forma y manera de recuperar el “toro de Bilbao”, las líneas maestras de las contrataciones, las tablas de precios –que hoy siguen siendo las más altas de España–, la implantación de una política de puertas abiertas a la sociedad, etc.
Como todos conocen la realidad actual de la Fiesta –basta comprobar las entradas que se están dando en ferias antes de mucho postín– la tarea pendiente no será ni fácil ni cómoda. Pero es la que queda pendiente, abierta al concurso de todos, siendo como son imprescindibles para garantizar el futuro.
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