Bernardo Gaviño, el torero gaditano que llevó a México la lidia en su concepción moderna

por | 19 Ago 2012 | Documentos

Pariente, aunque lejano, del maestro Juan León “Leoncillo”, de quien recibió las primeras lecciones en el Matadero de Sevilla, Bernardo Gaviño y Rueda nació en Puerto Real el 20 de agosto de 1812, trabajó inicialmente  a las órdenes del matador de toros Bartolomé Ximénez y del novillero Francisco Benítez Sayol, estoqueando toros en varias ocasiones. Sin haberse alternativado en España –que lo fue en Montevideo (Uruguay), de manos de Manuel Domínguez “Desperdicios”– años más tarde Gaviño fue convencido por el matador mexicano Manolo Bravo para que probase fortuna en la fiesta taurina de su patria. Bravo le consiguió un contrato para torear en México a través del cónsul de éste país en La Habana, donde residía el matador.

A partir de ese momento, Gaviño se convirtió en el eje de la fiesta en México. Se le concedió el título de director de lidias y maestro de toreros. El gaditano puso orden en las corridas, dictó enseñanzas y mantuvo la tradición española en los festejos de a pie. Lo único que Gaviño no impuso en los ruedos mexicanos fue la suerte del volapié, inclinándose más por la facilidad del que allí se estilaba y que llegó a conocerse equivocadamente como "estocada a la española", de tal forma que toreros españoles que intervinieron posteriormente en festejos en tierras mexicanas fueron fuertemente abucheados cuando mataban al volapié, por creerse el público que era una suerte mal ejecutada.

Posteriormente, llegó Bernardo Gaviño a Puebla, donde vivió con su cuadrilla y daba temporadas de treinta o cuarenta corridas por año. Era tanta la afición que se empezó a construir la Plaza de El Paseo Nuevo. Mientras tanto, los festejos se dieron en el palenque de Los Gallos, en 1840. Esta plaza fue construida de piedra y madera con capacidad para ocho mil espectadores, fue inaugurada el 11 de abril de 1841 por el propio Gaviño, quien en este mismo escenario dio la alternativa a Ponciano Díaz, el 13 de abril de 1879, siendo la primera que se otorgó en nuestro país.

Cuando Bernardo llegó a México, entre 1829 y 1834, de inmediato organizó cuadrillas y recorrió el país, despertando en todas las regiones la afición al espectáculo que, aunque no era desconocido, por los muchos españoles que había en el territorio –muy a pesar de la expulsión que sufrieron hasta antes de 1836, año en que España reconoce la independencia de México–, ofrecía novedad como Gaviño lo presentaba. Gaviño se ajustó a los gustos del público y creó una manera especial de toreo. Los picadores montaban en caballos con el pecho y ancas cubiertos de cuero y no picaban a los toros, sino que los pinchaban en cualquier sitio. Los banderilleros clavaban invariablemente tres pares, repartidos por todo el cuerpo de la res y, cuando sonaba el clarín, salía Gaviño con un capote arrollado a un palo en la mano izquierda, y después de dar tres o cuatro lances, se colocaba a la derecha del toro con el capote extendido, hacía con éste un movimiento hacia la derecha del toro y al tiempo que el toro embestía al trapo, le introducía en la tabla del cuello, casi siempre bajo, el estoque, que sacaba inmediatamente, dando una vuelta sobre los talones y mostrando al aire el acero victorioso al tiempo que la degollada res rodaba.

Con alrededor de 57 años de vida profesional entre España, Uruguay, Cuba, Perú y México este importante torero decimonónico no podía ser olvidado de un plumazo, menos cuando el balance de actuaciones alcanza en ese número de años la friolera de 721 tardes donde su nombre figuró en los carteles. Es por eso que el presente esfuerzo busca reafirmarlo, otorgándole y reconociéndole los méritos que acumuló en tiempo de ejercicio tan prolongado, siendo uno de los pocos casos que, por excepcionales en cuanto a longevidad, se registran en los anales del toreo. Pedro Romero mataba toros a los 80 años de edad. Bernardo lo hizo hasta los 73.

Pero no siempre le fue bien en sus negocios, ya fuera como torero ya en su vertiente de empresario. Y así Artemio de Valle Arizpe da cuenta de como “quebró la casa de comercio en la que tenía depositados sus ahorros, cosa de ochenta mil pesos, y pronto como había hecho demasiados gastos quedó perdido y miserable para toda la vida. Pero no vino sola la pobreza, sino que se presentó acompañada de su corte de enfermedades y achaques que lo redujeron a muy triste estado. Del gran fausto fue bajando a suma estrechez. Pasaba muchas necesidades y menguas. Se le metió la desventura en los huesos”.

Ya pasados los 70 años, en este trance tuvo que aceptar un contrato para torear en Texcoco. El desenlace, como todos ustedes saben, sobrevino luego de varios días de agonía tras recibir tremenda cornada, muriendo a consecuencia de ella, el 11 de febrero de 1886. El autor de la cornada fue un toro de nombre “Chicharrón”,   de la Ganadería de Ayala y las cróncias de la época achacan las causas del trágico percance entre otras, la pérdida de facultades físicas por la edad,  y un instante de descuido o de mala percepción que puede tener el mejor de los toreros ante las reacciones imprevistas  de una bestia enfurecida.  Al dar un pase de pecho, fue cogido por la espalda, suspendido y engatillado, recibiendo una herida en la proximidad del ano, hacia la derecha, en la región anatómica llamada por los facultativos hueco isquio rectal. Murió a consecuencia de la infección de una herida en el recto,  a las 9:30 de la noche  del día 11 de febrero siguiente en su casa en Callejón de Tablajeros en México D.F. donde residía, no habiéndose dejado ver ni curar la herida en la desguarnecida enfermería de la Plaza de Toros de Texcoco, atendiéndose más tarde y durante días por propia mano, con admirable bizarría, en la intimidad de su hogar, lo cual resultó carente para contener la infección que le sobrevino.

El mestizaje en el que se envuelve Bernardo Gaviño permitió que actuara incontables tardes en ruedos mexicanos , lo mismo en la ciudad de México que en Toluca o Puebla. También en Morelia o en sitios tan alejados como Durango y Chihuahua. Pero también en Uruguay, Perú, Cuba y Venezuela. Algo que no puede dejar de mencionarse, es el hecho rotundo de que su trayectoria en los toros en esos 57 años en América, desde su llegada en 1829 a Montevideo, y el momento de su percance mortal en Texcoco, demuestran que es una de las más largas carreras en la Tauromaquia universal.

La influencia de Gaviño durante buena parte del siglo XIX fue determinante, y si el toreo como expresión gana más en riqueza de ornamento que en la propia del avance, como se va a dar en España, esto es lo que aporta el gaditano al compartir con muchos mexicanos el quehacer taurino, que transcurre deliberadamente en medio de una independencia que se prolongó hasta los años en que un nuevo grupo de españoles comenzará el proceso de reconquista. Solo Francisco Jiménez “Rebujina” conocerá y alternará con Gaviño en su etapa final. José Machío, Luis Mazzantini, Diego Prieto, Manuel Mejías o Saturnino Frutos ya solo escucharán hablar de él,

Bernardo Gaviño no es una casualidad para la historia taurina en el México del XIX. Su presencia perfila el destino de aquel espectáculo matizado por la invención permanente y efímera al mismo tiempo, en la que una corrida era diferente a la otra, presentando diversidad de cuadros que hoy pudieran resultarnos increíbles por su riqueza de Mejías o Saturnino Frutos ya solo escucharán hablar de él, como otro coterráneo suyo que dejó testimonio brillante en cientos de tardes que transcurrieron de 1835 a 1886 como evidencia de su influjo en la tauromaquia mexicana de la que ha dicho Carlos Cuesta Baquero, autor imprescindible en el análisis de un trabajo que concluye con esta sentencia:

“NUNCA HA EXISTIDO UNA TAUROMAQUIA POSITIVAMENTE MEXICANA, SINO QUE SIEMPRE HA SIDO LA ESPAÑOLA PRACTICADA POR MEXICANOS influida poderosamente por el torero de Puerto Real (España) Bernardo Gaviño y Rueda. En este personaje se deben encontrar los verdaderos cimientos de creación de la que en su tiempo se llamó “escuela mexicana”, como lo afirmaba una publicación taurina española hace poco más de un siglo”. [ Los Toros. Año II, No 48, Madrid, 8 de abril de 1910, p. 14]

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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