MADRID. Sexta de abono. Lleno de “No hay billetes”. Toros de Núñez del Cuvillo, muy mal presentada y de escaso juego. Morante de la Puebla (de verde botella y oro), silencio y silencio. Alejandro Talavante (de blanco y plata), silencio y silencio. Arturo Saldívar (de nazareno y oro), que confirmaba alternativa, petición con gran ovación y gran ovación.
¡Vaya saldo, don Álvaro! Si esto es respeto a la afición de la primera plaza de España, yo soy extraterrestre. De paso, ¿a que se ha dedicado la autoridad que ha dado el visto bueno a semejante corrida? ¿Y la Empresa, que no podía dejar de ser consciente del descalabro que se nos venía encima? Parece como si hubieran estado todos en huelga de brazos caídos. Barra libre al despropósito. Siendo benevolente, por lo menos cuatro de los toros no debían ser aprobados en ningún caso.
En el patio del desolladero se decía, como excusando el fiasco, que el ganadero había tenido que descomponer la corrida seleccionada para Madrid, porque necesitó completar el lote que lidió en Sevilla. Si esto es así, peor lo pone todavía, porque si estos son los criterios con los que el criador cumple los compromisos adquiridos, cualquiera se fía.
Corrida impresentable donde las haya, pero además mansa, sin clase y carente de fuerzas y fondo, sin recorrido. Y cuando se movían un poco, caso del sexto, era un experto en el regate en corto, o iban dando cabezasos a diestro y siniestro, caso del primero. Si esto es lo que nos espera para la segunda corrida que ha contratado en Las Ventas, aviados estamos.
Una pena que haya sido precisamente esta tarde cuando a “Saldos Cuvillo” se le ha ocurrido dar salida al género inservible. Había un ambientazo desde por la mañana, en este día del Santo Patrón. Decepción enorme. Nos quedamos sin ver a Morante –que ya es penitencia, con el momento que atraviesa— y no pudimos más que vislumbrar la decisión y el valor del mexicano Arturo Saldívar, un torero al que hay que volver a ver.
En efecto, el Saldívar que ha vuelto de su México natal es un torero mucho más hecho al que estábamos acostumbrados a ver de novillero. Firmeza, decisión, cabeza clara, ingredientes todos ellos indispensables para ser gente en esto. Con el de la confirmación, con el público gélido, tuvo fases muy templadas y de buen gusto, pero sólo con las apretadísimas manoletinas parece que el graderío reaccionó. Volvió a dar la cara en un apretado quite al quinto, después del feo gesto de Valentín Lujan de ningunearle al toro para que no entrara en su turno. Y plantó cara con gallardía al desabrido sexto, violento, rajado casi desde el comienzo. Sus inicios de faena estuvieron repletos de emotividad; pero cundo tocaba llevar a los toros metidos en la muleta, no se amilanaba y trataba siempre de torear por abajo. Merece mejor suerte que la que le ha tocado hoy.
Por lo demás, tarde en blanco para Morante, mientras Talavante estuvo tesonero. Vamos, poca cosa.
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