La primera sombra, sombra amplia y muy espesa, radica en la confirmación que la cabaña de bravo no remonta, sino todo lo contrario. Que en la primera plaza del mundo hayan ido para atrás dos corridas enteras, que se ha producido el sainete protagonizado por Núñez del Cuvillo, que hasta la corrida de Palha tuviera deficiente presentación… El rosario de casos se haría interminable. Y esto es objetivamente malo para la Fiesta, con independencia de a quien corresponda la responsabilidad.
En unos casos, basta remitirse a los hechos para comprobar que la autoridad no ha estado suficientemente diligente a la hora de sacar tarjeta roja a los despropósitos. Pero eso no exime de sus respectivas responsabilidades a los demás partícipes en el tinglado taurino: toreros, veedores, ganaderos y empresarios, que a la postre son los dirigen el recorrido que va desde las dehesas a los corrales.
Un caso evidente ha sido el de Núñez del Cuvillo, que por más que ahora vaya por ahí repartiendo fotos como si fueran cromos, no puede tapar un hecho claro y reconocido: se comprometió a traer a Las Ventas unas corridas para la que no tenia reses en la dehesa, además de desparejar una corrida comprometida con la empresa para atender otras necesidades. Luego, claro, pasa lo que pasa: que su principal valedor les ha hecho públicamente “fu” para toda la temporada.
De poco vale que el sector ganadero trate de aducir ahora que los cambios en las dehesas son muy lentos, que se necesitan hasta tres generaciones para cerciorarse del acierto. Todo eso es cierto. Pero igualmente es cierto que la crisis profunda que ahora se vive no es cosa de hoy, viene de muchos años atrás, sin que este espacio de tiempo haya sido utilizado para enderezar el camino.
El colofón ha sido enorme. Con toda la que ha caído, y con todo lo que se escrito, al final el Premio a la corrida más completa de la feria Taurodelta se lo ha dado a la de Juan Pedro Domecq, aunque sin especificar a cuál de las dos que al final ha lidiado. Ha habido una corrida muy seria, la de Cuadri, y algunos toros sueltos de Peñajara, de Alcurrucen, o de El Ventorrillo, por citar algunos. Pero estas excepciones no pueden borrar la mala impresión dejada por la mayoría de las ganaderías.
Cuando estamos todos empeñados en defender los valores de autenticidad e integridad que se encierra en este Arte, fallar estrepitosamente en lo más fundamental, como es el toro, quita buen aparte de la autoridad moral y credibilidad para seguir adelante con tal defensa. Y esto es objetivamente grave en el momento presente.
De lo ocurrido en el ruedo, un nombre ha salido lanzado: Iván Fandiño, que desde las fiestas del 2 de mayo hasta el final de la isidrada ha dado la cara y se ha ganado a pulso el favor de la afición madrileña. Si estuviéramos en México se diría que ha pasado a ser el consentido de Las Ventas, que no parará hasta verlo abrir la puerta de la calle de Alcalá. Ha sido así porque ha ido con la verdad por delante; por eso, su triunfo es tan legítimo.
Han confirmado, por otro lado, las fundadas razones por las que están en la parte de más alta del escalafón El Juli y José Mª Manzanares: hoy nadie les discute su posición de privilegio. Un fogonazo de recuperación dio Alejandro Talavante, con una faena de gran impacto emocional. Gracias a un buen toro de Puerta de San Lorenzo, ha salvado los muebles El Cid, por más que esté aún lejos de su mejor momento. Mejoró Sebastián Castella con respecto a Sevilla. Se confirmó que Uceda Leal busca reposicionarse. Un poco en tierra de nadie se quedó Miguel Ángel Perera. Y muy firme anduvo Antonio Ferrera y todo voluntad Daniel Luque. El resto pasó sin pena ni gloria, bien que buena parte de sus oportunidades se las llevó por delante el momento ganadero. El más preocupante de este grupo es el caso de Cayetano, al nada extrañaría que las cosas se le empezaran a poner más cuesta arriba.
Punto y aparte merece la presencia de los toreros mexicanos. Ha sido un acierto de Taurodelta dar entrada en los carteles a este grupo de toreros. Podrían haber sido otros, pero a efectos de lo que conviene destacar es un dato de algún modo marginal. Lo relevante es que la afición española ha podido conocer de primera mano el momento de la Fiesta en aquel país, tan relevante para el toreo. Y el momento no es malo. Todos sin excepción han venido con una enorme responsabilidad. Luego las cosas habrán ido mejor o peor –con las corridas que estaban anunciados, lo normal es que fuera peor–, pero han dejado la impronta de un sentido de la responsabilidad encomiable.
Y de México vino, además, el novillero que más ha llamado la atención: Sergio Flores, que junto a un afán enorme por abrirse paso, aporta unas razones toreras bien fundadas. Cuando lo que se le vio en Madrid lo repitió a los pocos días en Sevilla, quiere decir que lo de este Flores no ha sido la flauta que suena por casualidad. Es uno de los toreros a los que la afición le gustaría volver a ver.
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