Bajando hacia el aburrimiento por una anodina escalera de color y de trapío

por | 29 May 2012 | Temporada 2012

MADRID, 29 de mayo de 2012. Decimo novena de feria. Casi lleno. Cinco toros de Las Ramblas y un sobrero de Fraile Mazas (4º). Los titulares, variados de capa de trapío, justos de fuerzas, colaboradores y sin raza; el sobrero, parecía que metía la cara con buen son. Julio Aparicio (de fucsia y azabache), pitos y bronca. David Fandila “El Fandi” (de nazareno y oro), silencio y silencio. Miguel A. Perera (de granate y oro), silencio y gran ovación.

Desde el Palco Real asistió a la corrida la Infanta doña Elena.

Al término del festejo Julio Aparicio decidió cortarse la coleta, cosa que le pidió que hiciera a su compañero “El Fandi”.  En el tercio se consumó su decisión.

La tarde se nos fue de las manos, mientras íbamos bajando pausadamente por la escalera de colores y trapío que mandó a Las Ventas don Daniel Martínez, titular de la ganadería de Las Ramblas. Como la bajamos con cuidado no hubo batacazo; no podrá decir lo mismo el ganadero, que vaya pestiño que en esta tarde nos obsequió.

Comerse no se comían a nadie. Traer ese punto de emoción y de vibraciones taurinas, tampoco. Un encierro que era el vivo ejemplo de ese concepto nuevo y bastante exacto que acuñó uno de los hermanos Lozano: toros criados bajo el paradigma de la docilidad, que en ningún caso puede ser asemejable a la bravura, como mucho es un sucedáneo muy light.  Tampoco trajeron las fuerzas, que se les olvidó incluirlas en el equipaje. Eso sí, molestar no molestaron a nadie, que todo lo pedían así como educadamente, por favor. El cuarto, que no se tenía literalmente de pie, fue sustituido por un sobrero de Fraile Mazas; no lo pudimos ver más que en banderillas  y ahí tenía buen son por ambos pitones; luego su matador echó la persiana y no supimos más.

Frente a toros así cabía lo que, con buen sentido y más valor, hizo Perera con el sexto, aprovechando que tuvo algo más de recorrido. Una faena de cercanías, pero con mucho temple y todo hecho con naturalidad. En suma, lo que hace una figura cuando siente su oficio y no encuentra colaboración en el que salió por los chiqueros. Si no lo llega a pinchar, le habría cortado con fuerza una oreja, porque su labor fue meritoria. Con su primero, que huía de su sombra, poco se le pudo pedir, salvo que lo matara dignamente, como dignamente ha pasado por esta feria el torero extremeño.

Mucho más se comprende que con toros sin motor, por más docilidad que acrediten, la actuación de “El Fandi” pierde gas. El granadino, que le puede a los toros se pongan como se pongan los taurinamente correctos,  necesita un toro con acometividad y una cierta duración, para poder cumplir con lo que el público le pide. En ambos dejó sobre la arena el buen gusto con el que maneja el capote. Y en ambos buscó explicar su concepto del segundo tercio, en este caso de forma desigual. Pero la muleta no está hecha para que “El Fandi” ande por el ruedo en plan enfermero, ni la emoción taurina puede crearse así. Pero, eso sí, el público de Madrid le respetó, probablemente porque lo poco que era posible lo hizo desde la verdad.

Encabezó la terna Julio Aparicio. No es que las cosas le rodaran mal, es que, sencillamente, no estuvo. Ni parece que esté para estos lances, como ya acreditó en su primera tarde. Total, con lo difícil que anda esto de entrar en un cartel de feria, cuatro puestos desaprovechados y en Las Ventas, para acabar concluyendo que lo que correspondía era dejarlo. A lo mejor hubiera sido más prudente no haberlo empezado.

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Taurología

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