Apuntes para una historia de la copla taurina

por | 5 Jun 2012 | Documentos

Aprovechando que estamos en plena temporada y que acaba de terminar San Isidro, vamos a poner en marcha el tocadiscos con coplas taurinas. Toros y canciones populares, un cartel que se remonta a mediados del siglo XIX, cuando en 1864 se estrenó la zarzuela de José Picón y Barbieri “Pan y toros”. Aquel libreto contaba los amoríos entre aristócratas y toreros. Pedro Romero, Pepe-Hillo y Costillares frecuentaban el Palacio de Buenavista en la calle del Barquillo y traían de cabeza no sólo a las manolas de Lavapiés o Maravillas. También a la Duquesa de Alba, a quien levantaban los cascos hasta perder la chaveta. Goya retrató la escena en “La maja y los embozados”, donde Pedro Romero rondaba a doña Cayetana.

Poco después, nacía en Sevilla otra niña, de ojos verdes como la mar, que puso en jaque a todos los diestros de los contornos hispalenses. Se llamaba Pastora Rojas Monte, Pastora Imperio, hija de un sastre de toreros. Tuvo un matrimonio relámpago, de apenas un año, con el mismísimo Rafael Gómez El Gallo y, posteriormente, con Gitanillo de Triana. Hizo, además, de celestina entre Manolete y Lupe Sino, a quienes presentó en Chicote.

Permanén, con rodete Eva Perón,
parfait amour, rebeca azul marino,
-Maestro, le presento a Lupe Sino,
Lo dejo en buenas manos, matador-

A principios de siglo, de la zarzuela se pasó al cuplé. Uno de los más recordados, sin duda, fue “El Relicario”, que Raquel Meller cantaba así: “Un día de San Eugenio yendo hacia El Pardo le conocí: era el torero de más tronío y más castizo de “tó” Madrid. Pisa morena, pisa con garbo, que un relicario me voy a hacer con el trocito de mi capote que haya pisado tan lindo pie”. Y, a partir de 1930, las canciones –coplas ya– inspiradas en el mundo de los toros se multiplicaron gracias al cine y estrellas como Antoñita Colomé, Angelillo, La Niña de la Puebla, Pepe Pinto, Estrellita Castro o Juanito Valderrama.

A Juanito (1916-2004) le gustaba vestirse de corto y meterse en la piel de los toreros cuando subía al escenario. Este genio jienense dejó grabaciones inmortales: “Cuatro puntales”, dedicada a Joselito, Belmonte, El Gallo y Manolete; “El pañuelo de Reverte”, o los tientos de “El Maletilla” bajo la firma de Ochaíta, Valerio y Solano. La historia de un chavalillo que salta al ruedo como espontáneo ante la pávida mirada de su novia y su madre.

 

Si laudable fue la producción de Ochaíta, Valerio y Solano, la terna de dorada en la copla estuvo compuesta por Quintero, León y Quiroga. Rafael de León y Arias Saavedra (1908-1982), conde y marqués, se ganó, como los buenos toreros, el apelativo de Maestro León. Miembro de la Generación del 27, nombre olvidado en los libros de Bachillerato, escribió más de cinco mil coplas del calibre de “Romance de Valentía”, “Francisco Alegre” o “Capote de Grana y Oro”. Rafael decía de sí mismo: “Yo hago versos… y berzas”, siembras indispensables en la memoria popular española.

Dicen que Juanita Reina (1925-1999), considerada La Reina de la Copla, compartió más que canciones con el torero Manolete. Lo que nunca imaginaría esta artista de la Macarena es que acabaría pidiéndole a la Giralda que vistiera un lazo negro en memoria del diestro cordobés. Otra de sus coplas de duelo fue “Silencio por un torero”, que narraba la tragedia del menor de los Gallos, Joselito. Era sabido que a Joselito le gustaban las mujeres más que nada, y que si hubiese toreado sólo para los hombres, se habría cortado la coleta mucho antes de caer muerto en Talavera. Reconocía Joselito: “En cuanto empiezo la temporada, ni acercarme a unas faldas… La cosa es mortal… La cogida que tuve en Barcelona, que me partí la clavícula, fue por causa de unos ojos negros… había pasado toda la noche anterior mirándome en ellos… Hay veces que se prefiere una cornada a desperdiciar ciertas cosas…”.

Las muertes de Joselito y Manolete fueron inspiración de cientos de coplas, como también los devaneos de las ganaderas salmantinas, en concreto una de ellas, Pilarín Coquilla. Mujer moderna, adelantada a las costumbres de la época, montaba a caballo, toreaba, fumaba, conducía coches y, encima, era guapa. Un dije de señora. Su personalidad fascinó de tal modo a ganaderos, toreros y artistas, que quedó inmortalizada en varias coplas, entre ellas “Con divisa verde y oro”, enaltecida en la voz de doña Concha Piquer (1906-1999). “El chiquillo de Osuna que quería ser torero” bien pudiera ser el gitano Joaquín Rodríguez Cagancho, quien bebía los vientos por Pilarín.

Otra copla inspirada en una terrateniente salmantina fue “Madrina”, preciosa letra sobre el amor infortunado entre una ganadera charra y un joven torero que la utiliza para ascender en los carteles.

Junto a Juana Reina y Concha Piquer –reacia a los toros hasta que contrajo matrimonio con el diestro Antonio Márquez, El Belmonte Rubio–, la tercera componente del cartel de oro de las copleras fue Marifé de Triana (1936). La más dramática y “desgarrá” de todas ellas. En 1975, Ignacio Román y Rafael Jaén le compusieron la casi desconocida “Ojalá”, una joya de la nueva copla que retrata la historia de amor entre un torero y una cantaora. 

Volvemos a Salamanca, porque la historia de los toros no puede separarse del campo charro. Ni siquiera la historia de la copla taurina. Rafael de Farina vino al mundo en un establo. Su madre, gitana, trabajaba en la trashumancia y el 2 de julio de 1923 un pesebre en Martinamor era el techo que tenía más a mano. Una versión renovada del Niño Jesús. El joven Rafael se ganaba la vida cantando en la calle, por cafés y tabernas, hasta que entró en la compañía de Conchita Piquer. Este aficionado al toreo de salón fraguó una alhaja del cancionero cornúpeta: “Las Campanas de Linares”. 

Pero no todo eran dramas en la copla. Lola Flores –nacida en Jerez el mismo año que Farina– derrochó su arte y salero hasta en el Madison Square Garden. La crítica neoyorkina dijo de ella: “No sabe cantar, no sabe bailar, no se la pierdan”. Desde muy joven, Lola estuvo metida en los ambientes taurinos. Se enamoró hasta los tuétanos de Rafael Gómez Gallito. El sobrino de los míticos Rafael y José la dejó por una mujer mayor que ella, envuelta en abrigo de pieles y brillantes, y con cochazo. Aunque su gran amor fue Manolo Caracol, curiosamente también emparentado con los Gallos. Lola no se codeó con “Los niños de la Gabriela”, pero sí con otros consanguíneos.

Hubo otras coplas que enchiqueraron la cara dramática de los toros y farolearon su faceta chispeante. Dos ejemplos, “La sombra vendo” o “La canción del olé”, interpretadas por Marifé de Triana y Juana Reina. Aunque hay otras versiones recientes, como las de Nazaret Compaz y Laura Gallego, que demuestran que la copla es un género herido, pero no muerto.

En los 70 llegó Rocío Jurado (1944-2006). Y algo después, Isabel Pantoja (1956). Ambas, casadas con figuras del toreo, alimentaron aún más la leyenda de la coplera y el espada. Pero ellas ya forman parte de la historia reciente, y este breve resumen de la copla taurina no da más de sí. Muchos autores, intérpretes y temas han quedado en el tintero. Como rúbrica, el poema de un granadino, Manuel Benítez Carrasco, que ha sido musicado en varias ocasiones: “Tus cinco toritos negros”. 

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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