Antonio Díaz-Cañabate y su proclamada predilección por Diego Puerta

por | 12 Jul 2015 | Literatura taurina

La temporada de 1965, hace ya 50 años,  fue la primera de cuatro campañas  arrolladoras de principio a fin en la trayectoria de Diego Puerta, una trayectoria que culminó en 1968 con aquel toro del marqués de Domecq al que le cortó en Sevilla las dos orejas y el rabo, y que a final de la campaña recibiera la “Oreja de Oro”, primera que concedía Radio Nacional de España.

En la de este año 65, el balance de Puerta acabó siendo de 62 corridas, 103 orejas y 18 rabos, además de cuatro cornadas. Son los años en los que de manera rotunda Díaz-Cañabate proclama su predilección por Diego Puerta, del que llega a afirmar que  es el único que realmente le emociona, a la vez que certifica la progresiva depuración de su toreo.  Y en esa misma medida, va abandonando el uso de ese apelativo cariñoso de “Dieguito” de la etapa anterior, con el que le amonestaba cuando era menester. De alguna forma en sentido contrario, el 65 fue también el año de la gran ausencia. Sabida es la importancia que Diego Puerta da a su paso por esta edición de la Feria de San Jaime de Valencia, en la que prácticamente barrió al escalafón dos tardes consecutivas. Díaz-Cañabate, que nunca fue habitual de este serial, también faltó en 1965, dejando un hueco imposible de rellenar en la tauromaquia de Puerta.

La feria de Sevilla

Sin embargo, sí estuvo en Sevilla por abril. Para el lunes día 25, Díaz-Cañabate nos reserva en su “La Maestranza está de dulce”, una confesión íntima: “Cuando me di cuenta estaba en pie. Sin darme cuenta mis manos se unieron para aplaudir”. El capote de Puerta había tenido la culpa, en cuyos lances  ”el arte y el valor estuvieron unidos. ¡Qué ensamble tan acabado!. Como si dijéramos el matrimonio de la emoción con el placer. No sabe uno  si suspirar un ¡ay! o gritar un ¡olé!”. Y en otro tramo de la crónica recuerda: “Conocida es de mis lectores mi inquina contra las chicuelinas, que tanto y tan rematadamente mal se prodigan. He alabado, sin embargo, varias veces las de Puerta, porque son aparte. Aparte fueron las de esta tarde. Garbo en el movimiento. Seguridad en la ejecución”.

En “El son de la feria en los toros”, correspondiente al día 27 en la tercera de feria, el crítico explica por qué Puerta cortó dos orejas. “¡Que a son peleó con sus dos toros Diego Puerta!. ¡Mucho cuidado! No se confunda esta pelea con la tosquedad de una lucha. Diego toreó. Redujo la fiera al son de los toros, no con  depurado arte, pero sí con el suficiente para que sus pases tuvieran enjundia torera. Sin torear con arreglo al arte, a las reglas inmutables del toreo, no se puede reducir la fiereza de un toro. Pero en Diego Puerta siempre sobresale el valor, sin trampa ni truco, valor no a secas, sino empapado en emoción. Valor con duende. Valor con son. (….) Un toro toro y un torero torero. Dos sones distintos, pero al mismo tiempo parejos, se confundieron en las faenas de Diego Puerta, formando un son único. El son de la verdadera fiesta de los toros. ¡Cómo repercutió en mi decaído ánimo! Diego Puerta nos hizo sentir que estábamos en la feria de Sevilla”.

La del 29 de abril pasó a los anales como una memorable tarde de toros, gracias a don José Benítez Cubero, que puso la materia prima, y a Diego Puerta, Curro y Paco Camino, que supieron moldearla y recibieron premio por ello. Puerta por partida triple. No extraña que el crítico de ABC la titulara “Toros en una terraza de Sevilla”. “Diego Puerta dominó sus nervios, siempre en tensión, acoplándolos a las condiciones pastueñas de los toros. Más tranquilas y reposadas fueron sus faenas, sin perder por ello su magnífico coraje, ese coraje de Diego Puerta que levanta en vilo a la emoción y que la sostiene en el aire de la angustia, cada momento más encendida, a cada momento más empapada en las cimas de la valentía”.

Su paso por  Madrid

Parado el torero durante dos semanas por la cornada de Jerez, el 21 de mayo Díaz-Cañabate le recuerda en Madrid que ha reaparecido “carente de facultades”, por más que se mantenga en la brecha por “su denuedo, su arrojo”; pero, en cambio, en “El folletín taurino se enciende y se apaga”, del 26 de mayo, epitafio dirigido a Manuel Benítez, no deja de alabarle por un quite.  En la segunda comparecencia isidril, al día siguiente, en “La sed de los toreros” el crítico vuelve a confesarse. Obsérvese como se va acrecentando su identificación con el torero. La admiración, también. “Confieso que Diego Puerta es de los poquísimos toreros actuales que logran emocionarme. Me escalofría su valor y al mismo tiempo me convence su arte, porque arte y muy subido es necesario para torear como toreó al de Bohórquez Diego Puerta. Arte, que es la disposición, la virtud, la habilidad, para hacer algo, y que nada tiene que ver con lo que el vocabulario taurino llama clase, que en realidad es, ni más ni menos, un preciosismo. Diego Puerta no es un preciosista. Ni falta que le hace. Es un torero de una vez, que torea con tal arte, unido a tal valor, que al unísono sobrecoge y admira. Admirable y sobrecogedora esta faena de Diego Puerta. Admirable y sobrecogedora la estocada”.

Todavía vuelve una tercera tarde de Madrid. Fue con ocasión de la Corrida de la Prensa, el 1 de julio,  que al ABC pasó como “Los pantalones del valor”. La expresión ya la había utilizado Díaz-Cañabate en diversas ocasiones con referencia a Puerta; ahora, además, cuenta su historia: viene de la época de Frascuelo, que siempre que necesitaba ponerse una vestimenta así, por rotura de su taleguilla, daba miedo verle volver a la cara del toro. En este caso aplica la historia a su “Dieguito” en su literalidad. Y hasta polemiza con cierta aspereza sobre el criterio cambiante de los presidentes de Madrid en la concesión de trofeos; el de esta tarde no le había concedido las dos orejas al torero, cuando sí lo hacían “con demasiada frecuencia con faenas vulgares y mediocres”. Y en su enfado, se explaya en una teoría que ya había expuesto, igualmente en defensa de Puerta.  “Lo que no puede ser es que el azar de donde caiga el toro sea el que determine la concesión de una o  dos orejas. Porque se ha podido comprobar este aserto clarísimamente. ¿Si el cuarto en vez de caer en la misma orilla de la puerta de arrastre, cae frente al 7, el presidente no hubiera tenido más remedio que sacas dos veces el pañuelo? Porque Diego Puerta, que al lancear de capa sufrió una cogida, gracias a Dios incruenta, pero que le obligó a endosarse los pantalones de un arenero,  estuvo sencillamente escalofriante. Sencillamente, o lo que es lo mismo, natural y sin artificio, sin teatro, exponiéndose en cada pase, con serenidad y consciencia, sin recurrir a trucos, dando  el pecho, entregándolo a los pitones”.

Díaz-Cañabate ya venía caliente desde el toro que abrió plaza, porque había ocurrido lo mismo con el presidente. Pero es que, en la opinión del crítico, “¡ahí, con la pegajosidad de ese toro, hubiera querido yo ver a estos fenómenos de lo nunca visto! Ninguno, absolutamente ninguno, le hubiera presentado batalla. (….)  Fue una pelea, ¡pero qué esfuerzo y afán más logrado y bello! Bello, sí, porque la emoción produce deleite, el mejor de los placeres  y de los goces, el que se deriva del temblor de la emoción.  En vilo nos mantuvo Diego Puerta, en vilo el corazón y los sentidos, en alza y entusiasmo y a lo alto elevada la fiesta de los toros, que es gallardía y majeza, y no espectacularidad y efectismo”. Sin embargo como el toro también había caído en terrenos de la puerta de arrastre, el usía tan sólo le concedió una oreja. Vale la pena una cita tan pormenorizada, pero es que puede afirmarse que ni antes de este día, ni en todos los demás en los que ejerció la crítica, mostró Díaz-Cañabate tal punto de apasionamiento por un torero.

Los sanfermines

De este mismo fervor es hija también la crónica “El chorizo de Pamplona, en los toros”, que se corresponde con la segunda de sanfermines, el 8 de julio, en la que se lidiaron toros del Conde de la Corte. “El único que presentó dificultades fue el cuarto. Dificultades que no impresionaron al valor de  Diego Puerta, pero que no le permitieron el lucimiento. (…) El primero le cortó una oreja. Las faenas de Diego Puerta nunca son monótonas. Siempre vibra la emoción, Y los dos pases se transfiguran, adquieren relieve. No estamos tranquilos, sino con sobresalto. Estoy seguro que nadie puede merendar sosegadamente mientras torea Diego Puerta”.

Con “La rabia del remolino torero” sigue la racha en la tercera sanferminera. Imposible el lucimiento en el segundo de la tarde, al cuarto le cortó una oreja. “La rabia de Diego Puerta no es un remolino, es un desbordamiento, un aluvión, que no cede, que se encrespa en cada pase, que forma cataratas espumosas. Sí, desde luego; pero no todo es coraje. También torea cada vez más depuradamente, sobre todo con el capote. Sus lances de capa y sus pases con la muleta al quinto, un buen toro, fueron tan valientes como toreros”.

En este contexto de emotividad, el lector entenderá mejor el por qué de aquella observación que se hacía antes por la ausencia del cronista de ABC en las dos tardes valencianas por San Jaime, aquellas en las que de cuatro toros la Presidencia  tuvo que conceder a Puerta ocho orejas y cuatro rabos. ¡Cómo habrían sido las crónicas de don Antonio! Anotemos, al menos, lo que el veterano periodista valenciano Jesús Lloret –“Recorte” en la crónica taurina— sentenció en las páginas de “Levante”: “Está Diego Puerta en el mejor momento de su carrera artística. Viene con ganas de pelea, dispuesto a arrollar todo lo que le ponga por delante. (…) Estuvo Diego Puerta realmente magistral, desde el principio hasta el final”.

En San Sebastián y Zaragoza

Tampoco Díaz-Cañabate fue este año de 1965 a Málaga, de forma que hasta San Sebastián no volvió a escribir sobre Puerta. “La bruja taurina”, rezaba la pieza del 10 de agosto, una tarde que se fue en blanco, salvo para una grandiosa faena de Ordoñez, luego malograda con la espada. Pero se saca la espina el día 13, con “La epidemia taurina y los toritos de mazapán”: “Diego Puerta hasta los dulces se los come a base de valor. Para Diego Puerta los cuernos siempre son de mazapán. No les da importancia. Está constantemente entre ellos. Es asombroso lo que expone este torero. Jamás se apoya en un truco. Nunca aparenta valentía, El valor en el aflora como el agua de un manantial. Sus pases son como burbujas de coraje. No es el valor a palo seco. Es el toreo, el verdadero toreo envuelto en el valor”.

Ya hasta las fiestas del Pilar no tenemos más ejemplos. Bajo el lema: “El toreo cabezudo, pero no gigante” se escribió el correspondiente al 11 de octubre. “¡Cómo se agiganta Diego Puerta delante de un toro! Ahí está toreando de capa al segundo. Ahí está entregándose a cada lance. Ahí está, en sus chicuelinas privativas, lentas y solemnes. (…) El toreo de Diego Puerta está hecho como de molde para el acento aragonés. Toreo que arranca la aclamación rotunda, vibrante, como el vibrar del toreo. (…) Admitimos el juego del corro como un adorno, no como recurso para provocar la ovación. Puerta lo hace nacer también jugando, pero jugándose la pelleja. (…) Y así jugó al corro taurino el valeroso Diego Puerta, que trazó una faena rebosante de torería. Mató de un pinchazo y una estocada y cortó las dos orejas y el rabo”.

En su crónica de la corrida del día 13, Díaz-Cañabate reivindica, de entrada, a Fermín Murillo, al que el publico de su pueblo trató con evidente injusticia, contraponiéndolo con lo acaecido con Puerta: “todo fueron mieles. Merecida dulzura, por supuesto, porque Diego se entregó a los toros con esa entrega suya, tan alegre, que para nada necesita del sol. Se rebujó tanto con el capote (las verónicas al quinto fueron soberbias) como con la muleta, comunicando una emoción que repica  en los tendidos con un clamor jubiloso”. Pero no falta un especial epílogo:” ¡Adiós, Diego Puerta, de los pocos recuerdos que se lleva uno de la temporada que termina, uno es la hombría y la alegría de tu toreo, rayo de sol en las tardes tediosas”.

Los textos que componen este reportaje están extraídos del libro “Diego Puerta. Arte, valor y casta de un torero de Sevilla”, de Antonio Petit Caro, editado por la Fundación Cajasol.

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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