Una imagen vale más que mil palabras. Así reza el dicho popular y, lamentablemente, se ha producido en contra de valores tradicionales que en tauromaquia se suponen son los pilares básicos sobre los que se sustenta.
Pamplona, una de las catedrales del toreo en cuanto a los valores de integridad del toro, ética y dignidad taurina, cayó estrepitosamente en la tarde del 13 de Julio de 2015 con aquel toro absolutamente destrozado de pitones lidiado por El Juli.
La imagen fue tan evidente que se hizo eco de este escándalo parte de la crítica nacional, Zabala de la Serna, Antonio Lorca…fueron algunos de los que alzaron su voz de alarma. Mientras, otra parte de la crítica, seguía mirando para otro lado. Allá cada cual con su forma de entender la tauromaquia.
Por nosotros, evidentemente, no va a quedar. No tenemos más que nuestra voz y como ésta es absolutamente independiente lo hemos dicho, lo decimos, y lo seguiremos diciendo: La tauromaquia sin integridad, sin respeto al toro, es un cáncer en el sistema de valores de nuestra querida fiesta que amenaza con destruirla. Y lo hace paulatinamente pero de forma imparable.
Es un peligro mucho más serio y letal que la moda “anti” que algunos movimientos sociales enarbolan por bandera.
La falta de seriedad y, sobre todo de integridad, espanta a los buenos aficionados de los tendidos. Nunca fueron los toros un espectáculo barato, ¿Quién está dispuesto a pagar una entrada para ver un espectáculo como el de la tarde del 13 de Julio en Pamplona?
¿Quiénes son los culpables de tan bochornoso espectáculo? ¿Qué remedio hay? ¿Existe voluntad por parte de los responsables de poner freno a este desmán?
Nos tememos que muchas son las interrogantes pero pocas las ganas y los deseos de salvaguardar los valores esenciales de la tauromaquia que camina más a convertirse en un espectáculo que en un rito sagrado lleno de simbolismo y respeto por el toro.
Es posible que algunos digan, o hayan dicho, que tal destrozo de pitones se debe a algún tipo de enfermedad o dolencia del toro. Pero también es posible que sea consecuencia de un fraude, de una manipulación antirreglamentaria de los pitones previa a la corrida aunque en este caso y viendo el despropósito habría que preguntarse si mermar a un toro en tales dimensiones es un fraude o realmente un maltrato animal al eliminarle el elemento más característico de su defensa.
Lo malo de estas dudas es que no podremos resolverlas. Nadie ordenó esa tarde, pese a lo evidente, realizar la toma de muestras pertinentes para enviar los cuernos a analizar. Nadie ordenó el post mortem, ni delegaciones gubernativas, ni veterinarios, ni presidencias, todos siguieron mirando hacia otro lado ¡con lo difícil que era obviar lo que había en el ruedo!
El sistema actual de post mortem, regulado en los distintos reglamentos taurinos, está en cuidados intensivos. No sabemos si por su farragosa, y a veces dudosa, redacción. Tal vez también porque el sistema exige personas muy implicadas, dispuestas a “echar” tres horas más de trabajo gratuito por parte de los presidentes, otras tantas de los veterinarios y delegados, etc… implicación que no siempre se produce. Los hay dispuestos a hacer respetar esos valores sagrados en la tauromaquia y con ello a cumplir y hacer cumplir lo reglamentariamente estipulado, misión, por otro lado, sagrada y principal de un presidente. Pero de poco o nada sirve si el post mortem (obligatoria en su examen visual en la mayoría de los reglamentos taurinos) no se cumple, si lo que es norma obligada deviene en norma olvidada.
Ante esto no cabe más que reconocer que el sistema no funciona. Sólo hay dos alternativas: o nos quitamos la careta, prohibimos el post mortem y reconocemos que vale cualquier tipo de manipulación haciendo caer con ello los valores sobre los que se sustenta el rito de la tauromaquia, o bien se produce una reforma legislativa absolutamente necesaria en este aspecto. Lo mejor, sin duda, el sistema francés en plazas de segunda y primera, una recogida de muestras aleatoria, por sorteo, en cada corrida.
No buscamos sancionar ni incrementar los sancionados. El legislador verá si quiere mantener el sistema, por otro lado ineficaz, de sanciones económicas o bien ir a un sistema preventivo. Lo que el legislador decida es algo que tendrá que plantearse y resolver él pero nosotros queremos un sistema eficiente. Y con poco que se haga será mejor que el ahora existente. Pero eso sí, hay que hacer, hay que reformar, hay que cumplir lo prometido, hay que legislar.
El Pentauro recogía entre sus medidas estrellas la actualización de la reforma legislativa taurina, la reforma de la Comisión Nacional de Asuntos Taurinos, la reforma de la ley taurina nacional y de su reglamento.
De la reforma de la Comisión se presentó un borrador que fue retirado de la mesa del Pleno de la Comisión, de la reforma de la ley nacional taurina ya se dijo que quedaba aparcada para esta legislatura, y de la reforma reglamentaria, también promesa que se mantenía hasta hace poco, nada o poco se sabe. Bueno, sí, que se acercan las elecciones generales y con ello cada día que pasa es más complejo creer que se cumplirán las promesas.
Así es difícil, muy difícil sanear el mundo de la tauromaquia, prepararla y adaptarla a las necesidades del S. XXI.
Y mientras, como seguimos con un sistema arcaico e ineficaz, el valor sagrado de respeto a la integridad del toro, sigue estando en cuidados intensivos.
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