En las últimas fechas se han intensificado los pronunciamientos e iniciativas políticas en relación con la fiesta de los toros. Comenzó Cataluña con la prohibición aprobada en su Parlamento y siguieron diversas iniciativas legislativas populares, como las de Sevilla o Madrid, entre otras. Ahora asistimos una cascada de propuestas y declaraciones que camino van de desbordarse.
Cronológicamente tras el caso catalán, la primera iniciativa partió de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, en el sentido de promover que la Fiesta sea considerada Bien de Interés Cultural, propuesta seguida por otras comunidades con Gobierno popular. Vino luego una proposición de ley del PP, instando una serie de modificaciones en la ley sobre potestades administrativas en materia de espectáculos taurinos. El PSOE se apresuró a declarar que no votará a favor de esta propuesta.
Más tarde, también en el Congreso el PP presentó una proposición no de ley solicitando del Gobierno el traspaso de las competencias taurinas del ministerio de Interior al de Cultura. Ahora la iniciativa se ha trasladado al Senado, también de manos del PP, para pedir al Gobierno se declare a la Fiesta como Bien de interés cultural de carácter etnográfico y acuda a la UNESCO para incluirla en el listado mundial del Patrimonio Cultural Inmaterial.
Este conjunto de propuestas populares muy probablemente se podrían ensamblar en una sola, al menos para no dar la imagen de descoordinación. Pero, sobre todo, juntas o separadas, lo esencial radica en si era posible o no que se presentaran ya negociadas con los demás partidos, para asegurar su aprobación. En otro caso, lo único que ocurre es que unos temas en sí mismos relevantes y de interés, nacen ya “quemados” a la vida política. Y en consecuencia, poco favor se hace a la Fiesta.
Pero también en el partido en el Gobierno se observan disparidades incluso mayores. Y así, mientras en Andalucía lanzan compromisos protaurinos, en otras autonomías –como ahora ocurre en el País Vasco—algunos se ponen al frente de la procesión abolicionista. Y para ya entender menos, algunos diputados catalanes confiesan –en privado, claro— su pesar por la propuesta que aprobaron y su deseo de buscar una fórmula para dar marcha atrás.
En medio, una serie de declaraciones y propuestas, algunas de ellas difíciles de entender, como la prohibición en Extremadura de los “correbous”, cuando allí no se celebran estos festejos populares. Y como esa, un sinfín de declaraciones, a favor y en contra, en autonomías y Ayuntamientos, casi siempre seguidas de polémica, uno de cuyos ejemplos mas evidentes fue la declaración de Valladolid como “ciudad taurina”.
Lo cierto es que, probablemente sin pretenderlo, los toros han pasado a estar en el centro de la polémica política, un auténtico barulllo, en puertas además de una etapa electoral. No es por alarmismo, pero el mucho ruido político rara vez, por no decir ninguna, conduce a un buen puerto. Y eso es lo que puede ocurrir ahora. Con todo esto, es posible que unos políticos pongan en aprietos a otros, dentro de la lógica confrontación partidaria. Lo más que dudoso es que la Fiesta tenga como resultado algún beneficio.
Pero sin entrar en un juicio de intenciones, incluso dando por supuesto que todos los actores lo hacen con su mejor buena voluntad, una cosa parece clara: algo se está haciendo mal por los que defendemos a la Fiesta para que en lugar de alcanzar consensos amplios se desaten las pugnas partidistas. Y algo se habrá hecho sin acierto para que, al final, los taurinos acaben haciendo de bomberos de fuegos ajenos.
Quizás lo ocurre es lo que han denunciado en el pasado fin de semana los intelectuales y expertos reunidos en el importante Congreso de Sevilla: falta unidad entre todos los que defienden la Fiesta, quizás porque no son capaces de dejar a un lado personalismos y capillitas. Pero una cosa enseña la experiencia: por el camino que han tomado las cosas, si no se rectifica a tiempo, no se llega a la meta que todos compartimos, sino más bien todo lo contrario.
Y nada digamos si ahora se comete el gran error de introducir el tema taurino en las ofertas electorales, o se trata –que es peor– condicionar hipotéticos votos en función de que postura mantenga cada candidato. Actuando así lo único que se conseguirá es amplificar una polémica que en nada beneficia. Basta mirar los efectos colaterales de las llamadas ILP, que aunque no prosperen sí permiten que las campañas antitaurinas suban un escalón.
La situación, en fin, nos lleva a una realidad: la solución a la crisis actual o nace del esfuerzo de todos, o no nace. Y la unidad donde primero debiera darse es en el propio estamento taurino, poniendo fin al actual esperpento de que la Mesa del Toro –¿han pensado sus responsables cuál será la causa por la que levantan tantas suspicacias entre los profesionales?– vaya por un lado, los toreros por otros, etc. Pero hoy por hoy esa unidad parece un imposible.
El PP propondrá en el Senado ir a la UNESCO
Como se avanzaba antes, el portavoz del Partido Popular en el Senado, Pío García-Escudero, pedirá al Gobierno, el próximo miércoles 6 de octubre en el pleno del Senado, a través de una moción parlamentaria, que declare la Fiesta de los Toros como Bien de Interés Cultural con carácter Etnográfico y que inicie las gestiones ante la UNESCO para incluirla en el listado mundial del Patrimonio Cultural Inmaterial.
En la moción se hace referencia a los distintos textos legislativos del ordenamiento jurídico español, que vendrían a demostrar, según el PP, que en España existe una aceptación jurídica del carácter cultural, histórico y tradicional de la Fiesta de los Toros. Por ello, considera que el Gobierno debe abordar el reconocimiento máximo de la pertenencia de la fiesta taurina al Patrimonio Histórico, Artístico, Cultural y Etnográfico de España.
Asimismo, alude en su exposición de motivos a la reciente prohibición de las corridas de toros en Cataluña, y a cómo ésta ha vuelto a reabrir el debate sobre el carácter cultural de la Fiesta. Un debate que, según se recuerda en el escrito, "no es nuevo", puesto que de manera "más o menos apasionada", desde finales del siglo XIX y durante todo el siglo XX, "grandes figuras de la intelectualidad" se han venido manifestando tanto a favor como en contra de la misma.
Además, la iniciativa recuerda que, desde el punto de vista de la tradición, y como manifestación popular, "la relación del hombre con el toro en nuestro país se remonta a miles de años. La percepción del toro como símbolo de fortaleza, valor y fecundidad, les hace protagonistas desde tiempo inmemorial de juegos, lances, encierros, y ritos. Costumbres populares, tradición, que han llegado hasta nuestros días, y que siguen celebrándose en miles de pueblos de España como parte consustancial de sus Fiestas Patronales".
Se alude también a la Constitución de 1978, en cuyo Preámbulo se afirma que "es voluntad de la Nación Española proteger a todos los españoles y los pueblos de España en el ejercicio de los Derechos Humanos, sus culturas y tradiciones, sus leyes e instituciones".
La moción recuerda que la Ley 10/1991 de 4 de abril, sobre potestades administrativas de espectáculos taurinos, recoge en su exposición de motivos que "es evidente la conexión de los espectáculos taurinos con el fomento de la cultura, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 149.2 de la Constitución Española", y reconoce "la implantación de la Fiesta de los Toros en la cultura y aficiones populares".
En otro artículo de esa Ley, el 4.1, se llega a afirmar, recuerdan desde el Grupo Popular, que "la Administración del Estado podrá adoptar medidas destinadas a fomentar y proteger las actividades a las que se refiere la presente Ley, en atención a la tradición y vigencia cultural de la Fiesta de los Toros".
Por otra parte, se hace referencia al Real Decreto 3379/1978, de creación de las Medallas al Mérito de las Bellas Artes, que acoge desde 1996 un apartado dedicado a la Fiesta, al igual que hace con el resto de manifestaciones artísticas, reconociendo su carácter cultural.
Por último, García Escudero señala en su moción que la Fiesta continúa celebrándose de manera continuada en países como Francia, Portugal, México, Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú. Este rasgo internacional de la Fiesta de los Toros, hace –en opinión del senador del PP– que se cumplan todos los requisitos que la UNESCO establece a través de la Convención para la salvaguardia del Patrimonio Cultural Internacional.
Por ello, justifica su petición al Gobierno de España para que inicie gestiones con los distintos organismos dedicados a la protección y fomento de la cultura de los países citados y para conseguir la inclusión de la Fiesta de los Toros en el listado de Patrimonio Cultural Inmaterial.
En el preámbulo de la moción se recuerda que la propia Convención de la UNESCO establece en su artículo 2 que el patrimonio cultural inmaterial es el que, además de transmitirse de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndolas un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a proveer el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana.
"Entendemos –-añade– que la Fiesta de los toros encaja perfectamente por sus características en los ámbitos que el artículo 2.2 dispone para su aceptación, y en el que se habla de usos sociales, rituales y actos festivos".
Un dirigente socialista apuesta por la prohibición
Por su parte, el secretario general del PSOE de Álava, Txarli Prieto, se ha mostrado "a favor" de la prohibición de las corridas de toros, aunque ha asegurado que su voto "respetará" la decisión que adopte el grupo socialista en el Parlamento vasco, donde ya se ha registrado una iniciativa sobre este asunto.
Como se sabe, el debate en el Parlamento Vasco sobre las corridas de toros se va a celebrar a iniciativa de Izquierda Unida, que propone modificar la Ley de Protección de los Animales para incluir en ella la prohibición de los espectáculos taurinos.
En relación con este debate, el dirigente publica en su blog un escrito el que da a conocer su posición. Para calibrar el grado del ataque antitaurino que realiza, tiene un especial interés leer el texto íntegro de su escrito, que es el siguiente:
LOS MUERTOS Y HERIDOS POR TOROS EN ESTE VERANO, A QUIÉN SE LOS ATRIBUÍMOS, A LA TRADICIÓN, AL ARTE O LA CULTURA.
Estoy a favor de la prohibición de las corridas de toros, aunque mi voto respete la decisión que el grupo parlamentario socialista decida por mayoría.
Este verano los espectáculos taurinos en calles y plazas han dejado un reguero de muertes y daños físicos, que se debían haber evitado. Me pongo en el lugar de familiares y amigos de quienes perdieron la vida y trato de discernir si para su consuelo servirá recurrir a “que es una fiesta antigua” “forma parte de nuestra tradición cultural”, “en mi pueblo sin toros no hay fiestas”, “los toros no sufren y son unos privilegiados porque hasta su muerte viven colmados de atenciones”, “ha sucedido por la mala suerte”, “es un accidente”.
En una sociedad en la que se reclama el derecho a la salud, la seguridad laboral, seguridad en el ocio, en las tareas domésticas, en la conducción, no importa jugarse la vida delante de un animal que embiste a la carrera con 600 kg. de peso, y dos cuernos que en tamaño son superables por muy pocos mamíferos, y a esto se le llama ARTE, CULTURA Y TRADICCIÓN.
Una tradición es una costumbre hecha de generación en generación, una costumbre conservada en un pueblo por transmisión de padres a hijos.
Hasta donde yo recuerdo, beber alcohol y conducir ha traspasado generaciones y ha formado parte del proceder de padres e hijos en determinados pueblos y familias.
Igualmente ha sucedido con subirse a un andamio sin medidas de seguridad. O en la conducción de un vehículo donde el cinturón de seguridad fue durante décadas un dispositivo decorativo. Tradición ha sido el ganso de Lekeitio, la cabra en la torre de la Iglesia.
Parece que el label “tradición” no es suficiente para explicar y permitir determinados actos y conductas en una sociedad que progresa, que avanza culturalmente y que extiende derechos.
Y hoy el derecho a la vida, a la salud, a la integridad física, es sin duda más fuerte y prevalente que determinadas tradiciones.
Pero esto no es todo, cuando el debate va limitando el campo de las argucias, tradiciones y populismos, queda ese principio sagrado de “en democracia no se debe prohibir” y de repente surgen demócratas radicales de incalculable valor.
Claro que una sociedad democrática debe prohibir. Y vaya si prohíbe. Porque, ¿qué es prohibir? “impedir el uso o ejecución de una cosa”.
Hay razones para impedir, para prohibir el ruido que no deja conciliar el descanso y el sueño. Hay razones para prohibir la conducción temeraria, los excesos de velocidad, la contaminación, los trabajos sin medidas de prevención, los baños en piscinas sin socorrista, porque en todas estas prohibiciones se preserva la salud y la integridad física de las personas.
Sin embargo todo esto encuentra una excepción las corridas y festejos taurinos. Y los muertos, parapléjicos y mutilados por los toros, a quien se los endosamos, al Arte, a la Cultura o a la Tradición.
0 comentarios