PAMPLONA. Segunda de feria. Lleno de “Ni hay billetes”. Toros de Alcurrucen, bien presentados, pero de pésimo juego; el lidiado en 4º lugar entró en sustitución de otro lesionado durante el encierro. Antonio Ferrera (de fucsia y oro con cabos negros), palmas y silencio. Antonio Nazaré (de blanco y oro), silencio y vuelta al ruedo. Alberto López Simón (de blanco y oro), ovación y silencio.
¡Qué cosa más mala de corrida la de Alcurrucen! Ni de encargo se pueden reunir seis toros tan bajos de raza y de casta, sin recorrido alguno, tanto que todos aparecían en el ruedo ya con el freno de mano echado. Todo lo que tenían de guapa presentación, lo tenían de imposibles para hacer el toreo. Tan es así que ni siquiera uno medio se equivocó a la hora de meter la cara y de alargar su recorrido. Y al que hacía 6º hubo que salir casi hasta los medios para que Curro Reyes lo pudiera picar. Ni los representantes de la cantada familia de los músicos (3º y 4º) dieron un atisbo de esperanzas.
Eso sí, como ya demostraron en el encierro mañanero, de maldad no tenían ni un gramo; más que bondadosos eran bobalicones. En fin, esto no ha sido un petardazo de los hermanos Lozano; ha sido toda una señora mascletá fallera. Es lo que tiene de díficil la crianza del toro bravo, que exige mucho trabajo pero el resultado siempre será incierto hasta la hora de la verdad.
Huelga decir que con semejante material para los espadas de turno ha sido una tarde fallida. Y en una feria de primera, con lo escasos que están los puestos de esta categoría. Por más esfuerzos que quisieran realizar, aquello no podía remontar.
Por razones evidentes de oficio y de momento, Antonio Ferrera estuvo toda la tarde muy por encima de sus toros. Ni en los tercios de banderillas, dado lo apagado de sus enemigos, pudo hacer alguno de sus alardes. Firme y entre los pitones, sus dos trasteos de muleta guardaron bastante semejanzas: medios pases, sin hilazón posible y sin posibilidad de redondear una tanda. Eso sí, durante toda la tarde ejerció como oportuno director de lidia. Más no se le podía pedir.
En parecidos términos tuvo que transcurrir la actuación de Antonio Nazaré, que no tuvo ni opción de dar un capotazo a gusto. Con la muleta el buen trazo de sus pases se estrellaba en la más absoluta carencia de emoción y en la ausencia de toda posibilidad de engarzarlos. Y el sevillano venía a triunfar, por la decisión y el empeño que puso en todo lo que hizo. Una pena porque aunque sólo fuera pensando en los bocetos de muletazos que dejó en el ruedo, merecía mejor suerte.
La frescura de la juventud era la única cata que podía jugar Alberto López Simón. Y lo hizo con enorme decisión. Sin poder rayar a la altura artística necesaria, tanto con su primero como con el que cerraba plaza se fajó como un tío, sin una duda, poniéndose de verdad. Incluso es de elogiar que con las pocas corridas que contabiliza en su haber estuviera tan centrado y despierto de cabeza.
En suma, ha sido una tarde de las de “otra vez será”. Lo malo es que el actual momento del toreo no está precisamente para una segunda vez.
►El encierro: Multitudinario, limpio y largo (4 minutos y 6 segundos de duración) ha sido el primer encierro, en el que se han corrido los toros de Alcurrucén. Carrera sin incidente alguno. La posibilidad de peligro estuvo con el último de los astados, que se quedó descolgado a la bajada hacia la plaza; sin embargo, el animal no hizo nada por acometer a los muchos mozos que le rodeaban y acabó entrando al ruedo. Según el parte médico, cuatro personas han sido trasladadas al Complejo Hospitalario de Navarra, pero ninguna por herida de asta de toro.
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