Ser líder de la temporada constituye, sin duda, toda una categoría. Pero semejante entorchado no siempre va en paralelo con ni con la comodidad ni mucho menos con la satisfacción. Para Alberto López Simón ser el torero con más actuaciones en su haber, en tiempos de restricciones en el número de espectáculos, no ha sido como podría pensarse un camino de rosas, por el contrario ha tenido que ser un plato de difícil digestión.
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Festejos: 68
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Y no sólo por el auténtico drama personal que vivió por agosto en Bilbao, cuando anímicamente se sintió derrotado por el desdichado “peso de la púrpura”. Con su psiquis agotada, con las fuerzas físicas flaqueando al máximo, el torero de Barajas no tuvo otra opción que tirar las tres cartas. Aquello bien puede entenderse como la escenificación más evidente de los errores de una planificación que sus mentores trazaron de forma equivocada.
Sus palabras a la revista “Aplausos” no pueden ser más reveladoras y sinceras: “Podía haber sido el mejor año de mi vida y sin embargo ha sido una temporada muy difícil, muy dura. He sufrido muchísimo”. Y más adelantaba confesaba con crudeza: “En ocasiones me planteo si merece la pena seguir adelante…”.
Queda claro que en la vida de quien vive del arte de los ruedos no siempre es cómoda ni fácil. La apuesta primera siempre ha sido y será con uno mismo, más allá de la estadística.
Sin embargo, los numeros parecía que estaban indicando lo contrario. Triunfó de primeras en Castellón y Valencia, pasó muy dignamente por Sevilla, salvo con holgura Madrid –aunque su Puerta Grande se le puedan poner muchos peros–, anduvo sobrado con el indulto en Jerez, cumplió a secas en Pamplona, cuajó magníficamente un toro en San Sebastián, superó con creces plazas tan comprometidas como Nimes o Arles…
Pero unas equivocadas decisiones de su entorno y de los gestores de la plaza le llevaron a la “pájara” de Bilbao, que marcó en demasía la segunda parte del año; aquello fue la escenificación de la vulnerabilidad de líder. Siempre se ha dicho en la historia que echarse a las espaldas el peso de la Fiesta exige una doble fortaleza: la física, para aguantar el duro ajetreo de un año intenso, y la moral, para superar todos los escollos extras que aparecen en el camino. Esta segunda de las condiciones es la que parece que falló en López Simón. Tantas responsabilidades encima pudieron con su ánimo y lo que estaba previsto como una consagración de triunfo en triunfo se tornó un auténtico calvario.
Entre no pocos taurinos se insiste que las líneas maestras de su apoderamiento fueron las que crearon esta paradoja. En el fondo se les reprocha que firmaron todo lo que se le ofreció –incluso en plazas de tercera–, con tal de llegar muy pronto arriba, pero teniendo menos en cuenta el ánimo del torero y la idoneidad de cada una de las oportunidades.
De hecho, siendo líder en todo –en festejos y en orejas– no acabó la temporada colocado como la fuerza emergente que necesariamente debe tenerse en cuenta para 2017. Hubo otros toreros nuevos que, con menos paseíllos, acabaron el año levantando una mayores esperanzas entre los aficionados. Y lo que resulta mas problemático: sus competidores más directos, al margen de los cinco o seis consagrados de siempre, mantienen un mayor tirón en la taquilla.
Tan es así que no resulta ninguna exageración afirmar que la temporada de 2017 vendrá a ser como un “volver a empezar”, un revivir las buenas impresiones que había dejado al concluir 2015. Es lo cierto que no se ha cerrado ninguna puerta de manera definitiva, pero no se ha conseguido convertir en un nombre indispensable.
Sin embargo, sin estar entre los exquisitos López Simón reúne unos mimbres que le deben permitir mantener una posición sólida en la que será su sexta temporada como matadores de toros. Hasta ahora ha asimilado la técnica, que no es poco, y ha vivido la experiencia de hacer el paseíllo con dos figuras a su lado. Le resta un punto de creatividad en su concepción de las suertes y unas gotas de variedad en la forma de concebir sus faenas. Ambos elementos pueden acrecentarse, si se pone a ello. Es decir, añadir esos otros factores que pongan en valor su capacidad de ir a más y su fortaleza de ánimo.
Por ahora mantiene que bien está con la persona que dirige su carrera, aunque es voz populi –verdadera o falsa, eso no se sabe–, de que por detrás ha estado siempre la Casa Matilla, en el caso de Bilbao desde luego lo estuvo. Pero si repasamos la historia y hasta las tradiciones del toreo, López Simón reúne todos los elementos que siempre se dieron cuando un torero se convertía en candidato claro al canto de sirena de un apoderado fuerte. Incluso pese haber dilapidado en buena medida esa circunstancia de ser una novedad para los carteles.
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