Con la lidia de la corrida de Victorino Martín, este domingo 24 de agosto han bajado el telón las Corridas Generales, un ciclo que ha venido marcado por contrastes fuertes, el primero de los cuales –el más trascedente a futuro— han sido las pobres entradas que ha registrado la plaza de Vista Alegre. Un retroceso muy acusado, cuando hasta ahora Bilbao era un abono que se venía sosteniendo mejor que los demás.
Y por Bilbao han pasado todos los que se consideran figuras, salvo Talavante, cuya inclusión más que probablemente no habría cambiado el signo de la taquilla. En Bilbao y en cualquier otro sitio, el apoyo a los nuevos valores resulta, desgraciadamente, pobre por parte de los mismos que reclaman que se les den oportunidades. Pero tampoco con las figuras las cosas fueron apabullantemente positivas. ¿No estarán diciendo estas realidades que hay que modificar algunos criterios de gestión y organización, que en Bilbao llevan más de 20 años siguiendo el mismo patrón? La verdad es que, a vuela pluma, todo análisis resultaría prematuro; pero resulta urgente un reflexión que busque los por qué de un abono de buena nota que tiene luego una aceptación tan baja.
Buscar las causas profundas
¿El retroceso evidente del la asistencia ha sido sólo fruto de la crisis económica, precisamente ahora, cuando viene remontando el consumo? Algún efecto habrá tenido, desde luego. Pero también los precios no eran muy asequibles. Un buen tendido de sombra, esto es: de las filas 2 a la 7, este año costaba en Bilbao 97 euros en las corridas con carteles de las figuras –oficialmente fueron martes, miércoles, jueves y sábado– y para el resto de las tardes había que pagar 87. Si similar localidad se sacaba en el sol, esos precios eran de 47 y 42 euros respectivamente.
Aunque la diferencia de aforo es un elemento importante, y por tanto exige algún tipo de factor corrector, las mismas entradas de sombra en Madrid cuestan hoy entre 79 y 60 euros, según la fila; en el caso del sol, se mueve entre 30 y 21 euros. Demasiado trecho de diferencia, tanto como para que todo lo ocurrido en 2014 sea fruto solo de la crisis; efecto no pequeño han debido tener los precios.
Hay un elemento llamativo, que parece abonar la tesis de los precios excesivos para las posibilidades reales de los aficionados. Las localidades vacías han sido sustancialmente más numerosas en los tendidos de sol que en los de sombra. Y, por otro lado, algo habrá que hacer para atraer espectadores a todo el graderío alto, que desde que las comparsas decidieron no asistir, se han convertido en un erial, pese a ser precios objetivamente muy baratos. En ambos aspectos se localiza materia para realizar un buen estudio.
Los administradores de Vista Alegre nos dirán –normalmente lo hacen cuando andemos por el invierno–, qué efectos económicos ha tenido este retroceso de asistencia. A ojo de buen cubero, no será satisfactorio, sino todo lo contrario. Se supone que, si es así, algún tipo de medida habrá que tomar. Hasta ahora lo que se ha hecho en Bilbao ha sido suprimir novilladas y prescindir del festejo que se daba, con distintos nombres, en junio. Si pese a ello los números se han resentido en 2014, algo más tendrán que hacer.
Pero no es menos cierto que deberían replantearse también las figuras las razones de sus exigencias. A diferencia de años anteriores, ningún género de combinación con toreros de primer nivel ha tenido la fuerza necesaria para el “No hay billetes”. Pero es que, además, en varias ocasiones se han quedado por debajo de los dos tercios del aforo, cuando no en la media entrada, como ocurrió con “El Juli” y Fandiño en el cartel. ¿Ver tanta localidad vacía no les hace reflexionar?
Se trata de una circunstancia que, si no se ha perdido la sensatez, debiera hacerles pensar: su tirón en taquilla es el que es, incluso cuando se agrupan de tres en tres y en las fechas más favorables. ¿Cómo se les quedaría cuerpo si en Bilbao montan el cartel de los mediáticos y consiguen la mejor entrada? No es ninguna perogrullada: en sitio tan purista como Sevilla viene salvando más de un agujero. Tomar conciencia de su propia realidad es importante, porque de la misma se deducen consecuencias bien concretas, que hasta la fecha no se han atrevido a afrontar, pero que la Fiesta necesita. Aquí o todos colaboran a cuadrar las cuentas, o no hay arreglo.
Las luces y las sombras
Pero si de los números nos vamos a los resultados, no parece arriesgado afirmar que, así como se ha mantenido dignamente el nivel torista de Vista Alegre, los torero, sobre todo las figuras, han quedado un tanto lejos de lo que era pensable, pero tampoco los toreros nuevos han obtenido rédito suficiente de su paso por Bilbao.
Hay un aspecto importante y positivo, con indiferencia del juego posterior que dieran los toros. Bilbao ha mantenido, salvo casos muy puntuales, su buen nivel torista. La Junta en esto hace muy bien en no andarse con experimentos: se fijan en ganaderías objetivamente importantes, sin ceder más de la cuenta a las imposiciones que siempre han pretendido las figuras. Y cuando hay que ceder, siempre es por la vía de elegir la cabeza de la camada. En suma, como se trata de un elemento que forma parte del “núcleo duro” de la idiosincrasia bilbaina, se equivocarían si cambiaran de criterio al respecto, algo que, por fortuna para el aficionado, resulta muy altamente improbable.
Pues bien, de ese plantel de ganaderías de lujo, un año más destacó mucho, la que más, la de Alcurrucén, que con razón se ha llevado el premio anual que concede la Junta de Vista Alegre; los Lozano no pierden ocasión de reivindicar los valores de su Casa. Pero también las de Garcigrande y Victorino Martín tuvieron un balance final positivo, como se justificó la de Núñez del Cuvillo en la arriesgada apuesta de anunciarla después de su bache.
Decepcionaron sin paliativo alguno las emparentadas de Fuente Ymbro y Jandilla, como desencantó la experiencia de lidiar ya como corrida de toros lo de La Quinta, que al final tuvo más ruidos que nueces; en Gijón el experimento salió en bien; en Bilbao, no. Hay que añadir que no convence el coctel de mezclar distintos hierros, y mucho menos cuando unos salen desmochados y otros no.
Pero como conjunto de reses bravas, la palma se la llevó la novillada de El Parralejo, en la matinal del viernes; no es fácil reunir seis novillos tan completos y con tanta clase, a uno de los cuales se le dio la vuelta al ruedo.
Y por encima de todos, la bravura y la nobleza de “Hechicero”, del hierro de Garcigrande, un gran toro premiado justamente por el “Club Cocherito”, al que le faltaron dos detalles para ser un “toro de vacas” y con el que Miguel A. Perera hizo la faena de esta feria y quizá del año.
Y es que después de Bilbao no ha quedado duda alguna que Perera, con éste y con los otros tres toros que lidió, ha estado a un nivel enorme. Si ya venía desde el abono madrileño arreando muy fuerte, lo de Vista Alegre ha sido, por ahora, la cumbre. No puede hablarse ya de una racha ocasional; Perera se mueve esta temporada en otras dimensión. Ha conseguido desarrollar todo lo que llevaba dentro y hoy por hoy resulta muy difícil toserle en un ruedo. Lo de esta Semana Grande pudo ser histórico si no se atasca con los aceros. Y aún así, ha marcado el listón por el que debe medirse a la torería en activo.
Morante, con “sus” cosas, salvó muy bien su paso por Vista Alegre. No fue una tarde cumbre, pero tuvo una fuerza estética tremenda, con la sencilla naturalidad de su toreo diferente, ese que nace de las muñecas y del sentido escultural que debiera definir a este Arte.
Feliz ha sido el reencuentro de “El Cid”, sobre todo consigo mismo, gracias a dos toros de Victorino que se prestaron largamente a colaborar. Hubo momentos que recordaron a su mejor etapa. Sobrado Enrique Ponce, al que la estadística no hace justicia; tanto en la tarde que actuó con Hermoso de Mendoza, como con la de Garcigrande, dejó estampas bellísimas, aunque entre unas cosas y otras luego no terminara de redondear su feria.
Triunfaron a su modo dos de los nuevos, Joselito Adame y Juan del Álamo; pero hay que reconocer que la corrida de Alcurrucén les ofrecía posibilidades para algo mucho más rotundo. De hecho, en esa misma tarde lo más sólido, lo más profundo, vino de la mano de un solvente Paco Ureña.
Muy a la antigua y muy torero Diego Urdiales, sometiendo a los dos toros más problemáticos de Victorino Martín y con muy buen son Luís Bolívar. Responsable hasta decir basta Juan José Padilla, que justificó con creces su inclusión. Cumplieron a su modo Manuel Escribano y Aguilar, que bailó con la más fea en la dura corrida de Fuente Ymbro.
Y en el platillo opuesto, la dubitativa tarde de “El Juli” ante la corrida de “La Quinta”, con la que sorprendentemente no acabó de entenderse. Y quizá precipitada reaparición de Iván Fandiño, después del percance de Bayona, aunque dejó sus cartas encima de la mesa, pero está aún lejos de su buena forma de meses anteriores. También en Bilbao, quedó en evidencia que Manzanares anda lejos de su mejor momento, con un toreo que ha perdido la profundidad para quedarse en la hojarasca.
Pero para memorable, la actuación de José Garrido, ante un gran encierro de “El Parralejo”. La actuación del novillero extremeño no pudo ser más completa ni más redonda. Protagonizar una encerrona como la suya, le coloca en una posición especialmente favorable para cuando decida dar el paso al escalafón superior. Fue una mañana de las que deben macar su carrera futura. Que en un abono de este nivel resulte ser noticia principal un novillero dice mucho del torero que lleva dentro. Ahora, a dejar tiempo para que desarrolle lo muchos que dejó entrever.
0 comentarios