Mientras desde la Comunidad de Madrid tratan de asimilar –y de neutralizar en lo posible– la cascada amplísima de críticas que ha recibido el pliego para la adjudicación de la plaza de Las Ventas, una cosa es seguro: al final habrá candidatos, y no pocos, entre donde elegir.
Por ahora, tan sólo la Federación de Peñas Taurinas de la Comunidad de Madrid ha dado la cara por el pliego, sacando incluso un comunicado en el que señalan que observan “notables mejorías en los aspectos económicos para los intereses del colectivo”. Pues el colectivo que dirige Jorge Fajardo añade en su declaración: “nuestra opinión al pliego es favorable en términos generales, ya que entre otras cosas puede servir para la captación de nuevos aficionados, que tanto interesa a nuestro colectivo”. Lo dicho: los únicos que están de acuerdo en algo. Luego, con la boca pequeña, se le unieron otras organizaciones.
La poco activa patronal ANOET ha celebrado una reunion extraordinaria de su Junta Directiva para estudiar los contenidos del pliego, con el que todos dicen estar en desacuerdo. Lo normal: no salieron de allí alabanzas como las de esta Federación; pero tampoco, frente al criterio de algunos afiliados, de ahí nació un boicot a la convocatoria, para que quede desierta y la Comunidad tenga que cambiar las bases de contratación.
De antemano se sabía que el boicot era lo único seguro que no iba a ocurrir. En casos como Las Ventas, tan goloso como resulta, el término boicot no se conjuga ni por activa ni por pasiva. Los empresarios asociados en ANOET protestaron oficialmente y lamentarin los derroteros que ha cogido la Comunidad. Pero si en otras ocasiones graves nunca movieron un dedo, mucho menos ahora, cuando lo que está en juego es sentarse en el primer trono del empresariado taurino.
Sobrarán candidatos. Unos serán más idóneos que otros; unos tendrán mejor acogida, mejor imagen, que otros entre los aficionados y la prensa. Pero en cualquier caso, lo seguro es que así que llegue noviembre Las Ventas tendrá un nuevo empresario sentado en su despacho.
Es cierto y verdad que la Comunidad de Madrid ha hecho todo lo necesario para que todos dieran una espantada como para dejar chica a las que protagonizaba El Gallo. Pero Madrid es mucho Madrid. Eso es lo que verdaderamente da margen a que se cometan despropósitos en las convocatorias. Pero, como diría un castizo, habría que volver a nacer para que todo eso no ocurriera.
No se trata de ninguna posición fatalista, que se recrea en lo inevitable. Es la pura y estricta realidad del toreo y de su historia. En otros sectores podrían haberse dado más problemas en esta materia, en el de la Tauromaquia nunca se dieron en la historia cuando en juego estaban plazas relevantes, en todo caso por algún pueblo perdido. Hace unos años se dio un pequeño conflicto administrativo en la plaza del Puerto de Santa María, que al final devino simplemente en un retraso en la adjudicación.
De hecho, ya se habla de tres posibles candidatos que irán a la subasta maquillada de Las Ventas. Se da por fijo que lo intentará la actual Taurodelta, que hace meses ya avisó que estaba interesada en seguir. En el mundo del toro desde hace semanas está el rumrum de los hermanos Pablo y Oscar Chopera, a los que incluso se les adjudica la búsqueda de socios relevantes que le acompañen en la propuesta. Y nadie espera que Simón Casas, después de intentarlo tantas veces, ahora renuncie.
Pero puede haber más. Un clásico en estos concursos ha sido en las últimas ocasiones Tomás Entero, que de ir a la subasta lo haría en compañía de otros formando una UTE. Por ponernos a especular, si quisiera puede acudir hasta la Casa Lozano o la FIT, que mecanismos tienen ambos para cumplir los requisitos administrativos que se les exigen mediante acuerdos con otras colegas.
En el fondo, todo dependerá del grado de riesgo empresarial y económico que cada cual quiera asumir con tal de hacerse con el control de la primera plaza del mundo para los próximo cuatro o cinco años, según los casos. Y es que a estas alturas de la globalización, hay a quienes incluso les puede interesar un negocio aunque pueda entrar en pérdidas, porque las compensa dentro de la economía global de sus actividades, que a su vez ganan en notoriedad que esa otra nueva tarjeta de visita de su titular.
Por eso, las maldades del pliego, que no son ni pequeñas ni pocas, no van retraer a los posibles ofertantes. Habrá donde elegir. Otra cosa bien distinta será que, además, se acierte con la elección. Por abajo el listón en negativo lo marca aquella catástrofe de gestión de Canorea y Martín Berrocal; por arriba se sitúa el listón de la añoranza de los tiempos de Manolo Chopera y de los Lozano. Pero el pasado es pasado –habitualmente, además, irrepetible– y en medio caben muchas opciones.
Con lo cual, dejemos actuar al libre mercado de la oferta y la demanda, como en toda subasta, que es en lo que estamos por mor de las "objetividades". Pero tengamos una cosa por cierta, porque la marcan los hechos: de darse la catástrofe –que mejor para todos que no ocurra–, será responsabilidad exclusiva del equipo de Cristina Cifuentes; si la aventura sale bien, como puede ocurrir, será a pesar del equipo gubernamental y por méritos exclusivos de los adjudicatarios que resulten al final, que habrán demostrado capacidad para sortear tantas dificultades como se les han puesto en el camino.
Un otrosí
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