Ahora que nos hemos adentrado en ese largo túnel de la inactividad del invierno taurino, puede ser un buen momento para pensar en ese futuro que nos espera así que llegue de nuevo la primavera. Y sin tratar de hacer un tratado enciclopédico, convendría plantearse cuatro cuestiones, con capacidad de influir en el futuro. Citémoslas sin ningún orden de prelación, sino como van saliendo.
►Una y no pequeña: ¿Ahora que andamos en época de cambio no sería el momento idóneo para resucitar y dar nuevos vuelos a la Comisión Consultiva Nacional? Resulta que hoy, cuando se trata de unificar a todos los sectores, la Fiesta cuenta con un organismo jurídicamente constituido y definido en el Boletín Oficial del Estado, al que desde hace muchos años nadie convoca y ni hace intento por revitalizarlo. A lo mejor resulta que como ha pasado tanto tiempo, las nuevas generaciones de taurinos no conocen ni su existencia. Sin embargo, se creó como una plataforma multilateral en la que además de los sectores taurinos se sentaba la Administración. Y nadie la ha derogado. Hoy, tomadas en serio sus virtualidades, esta Comisión podría constituir una herramienta muy útil en el diálogo con la Administración, sobre todo ahora que se está pendiente de culminar el tránsito desde Interior a Cultura.
►Hace años se formalizó el ingreso de la patronal ANOET en la CEOE. Pero a raíz del ingreso, nada más se supo. Seguro que algo habrán hecho, porque al menos su abogado suele ir a algunas reuniones, aunque no haya trascendido. La pregunta que ahora convendría responderse no es otra que ésta: ¿Ha llegado el momento de revitalizar esta presencia en la gran patronal para que el negocio taurino se normalice y se beneficie del trabajo en común con los demás sectores? Parece evidente que sí, sobre todo si ANOET, que nació sin englobar a todo el sector empresarial, da cabida a todos los que quedaron fuera. Y así, por ejemplo, ¿qué impide que las reivindicaciones de todo orden de nuestro empresariado sean reivindicadas también por la CEOE? Si sectores que mueven un menor volumen económico y con problemas menos dispersos mantienen una vida muy activa en esa Confederación y encuentran vías para tratar de encontrar soluciones, nada se opone a que el empresariado taurino haga lo propio. Y aquí cabe un paquete de cuestiones amplísimo: desde la formación profesional –esto es: las Escuelas– a la negociación colectiva, pasando con las cuestiones pendientes con las Administraciones Locales, o los convenios con sectores afines –turismo, hostelería, viajes, etc.– con los que se podría trabajar de manera conjunta, bajo el paraguas general de la CEOE.
►Si todos estamos de acuerdo en que nos espera un año difícil, en el que nadie se librará de tener que aportar su parte, se impone actuar con racionalidad y criterios justos y comúnmente aceptados. En este sentido, está claro que la economía de la Fiesta va a cambiar, por mutuo acuerdo o por imposición de una dura realidad. En ese marco, se hace imprescindible renegociar un gran acuerdo entre todos los sectores, que con fuerza jurídica suficiente sustituya por ampliación al vigente Convenio, que en la práctica ahora sólo trata de resolver la situación laboral y económica de los subalternos y, en determinados casos, de matadores de toros y novilleros. Con los tiempos de crisis parece obligado ampliar esos horizontes a los demás sectores y contemplar igualmente situaciones que nunca se habían dado con tanta gravedad. Fijémonos, por ejemplo, en lo que ocurre con muchos ganaderos de bravo, que acaban teniendo que vender poco más que a precio de carne, con tal de obtener unos mínimos de liquidez. O contemplemos el caso de más de uno y más de dos empresarios que pueden acabar por ir a la suspensión de pagos, sino es a la quiebra. Fórmulas de acuerdo hay múltiples, y van desde lo que técnicamente se denomina Código de Buen Gobierno hasta convenios multilaterales. Sea cual sea la fórmula a seguir, lo lógico –lo justo también– es que en épocas de dificultad económica no todo quede al albur de que quien más fuerza tenga imponga sus criterios.
►Pero igualmente es momento de dotar de realismo y sentido común a las relaciones del mundo taurino con las Corporaciones propietarias de las plazas de toros, en las que por extensión deberían incluirse también las sociedades de carácter privado que son titulares de este tipo de inmuebles. Ni el tradicional sistema de adjudicación se puede mantener hoy de pie, salvo que cerremos los ojos a la realidad, ni las circunstancias en las que se desenvuelve el negocio taurino permite que todo siga igual. Hay que tener en cuenta –dicho de manera muy breve– que en el caso de Comunidades y Ayuntamientos, la ley no les permite modificar a la baja un concurso ya adjudicado: eso supondría un daño para terceros, que con toda lógica podrían reclamar. Pero tampoco pueden mantenerse los niveles actuales, porque se corre el peligro, como ya se ha producido en varios casos, que haya empresarios que renuncien a la explotación de la plaza y dejen en posición precaria a la propiedad. Como, a su vez, estas adversidades no se pueden resolver de manera individual, porque acabaría siendo una situación con más riesgo que la actual, resulta muy recomendable alcanzar un acuerdo bilateral entre la propiedad y las empresas taurinas, para regular y adaptar a tiempos de crisis esta realidad.
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