MADRID. Undécima de abono. Tres cuartos de plaza: 18.162 espectadores (el 76,3% del aforo). Novillos de El Montecillo (Francisco Medina), de lustrosa presentación, poco cumplidores ante el caballo y de juego desigual. Jesús Enrique Colombio (de grana y oro), que hacía su presentación, silencio y vuelta tras fuerte petición. Pablo Aguado (de verde botella y oro), silencio y ovación. Rafael Serna (de fucsia y oro), silencio y silencio.
INCIDENCIAS: desde un burladero del callejón presenció la novillada el ministro de Interior, José Ignacio Zoido. Un buen detalle de paisanaje que en el cartel había dos toreros sevillanos.
Al Presidente Cano Seijo, no le gusta ser protagonista, sin embargo parece como si le fuera la marcha de las broncas. El otro día fue con “El Fandi”; este lunes le negó una oreja al debutante Jesús Enrique Colombo, para la que había pañuelos más que suficientes. Pero se trata de un hombre sensato, que no se cree el guardián de la Tauromaquia. Simplemente, no ha acertado a leer la realidad que tenía delante de su palco. Lo que pasa es que tales errores hacen daño a terceros; si se lo hizo a “El Fandi”, con mayor sentido a Colombo, un novillero en sus comienzos para el que triunfar en Madrid resulta vital. Y se pongan como se pongan los intransigentes, respetables todos pero que numéricamente son los que son, el venezolano se mereció el premio.
No está teniendo Francisco Medina suerte este año en la plaza madrileña. La novillada, que en otras ocasiones hizo de salvavidas, en esta ocasión no tuvo nivel. Lustrosa y bien presentada, con mas cuajo los tres últimos, luego ni fueron lucidos ante el caballo –sólo se salvó de verdad el 4º–, ni la mayoría tenían continuidad en sus embestidas, ni en la dimensión de sus desplazamientos, ni en su clase. En la duda se queda uno si ese citado 4º no fue más espectacular que bravo.
Jesús Enrique Colombo salió a darlo todo. Y no se quedó con nada dentro. Ya con el que servía para su presentación en el foro, dejó claro que anda con el oficio bien aprendido. El montecillo andaba siempre muy suelto frente a los engaños, pero el torero buscó el sitio donde los toros tienen que embestir. La falta de continuidad forzaba en muchas ocasiones al unipase, salvo que el torero se quedara fuera de cacho. Lo mejor, una serie sobre la mano izquierda, con buen manejo de la muleta.
Frente al 4º se le vio vibrante en el manejo del capote, valentísimo con las banderillas –que “Ratonero” se venía encima como un obus– y se fajó muleta en mano. Que no todos los pases iban a resultar limpios estaba cantado. No había más que ver la forma de acometer del novillo:¿bravura verdadera o simplemente fiereza? Acudió a quedarse quieto, tratando se llevarlo metido en los engaños y siempre con emoción. Las bernardinas finales eran de asustar. Se entregó por completo a la hora de matar, a costa de un fuerte porrazo a la hora de cruzar. Lo demás ya corrió por cuenta del Sr. Presidente.
No terminó de centrarse Pablo Aguado en su primer turno. El de El Montecillo iba y venía sin decir mucho y con la cara muy suelta. Buscó el sevillano retenerlo por abajo, dejando algunas series muy encajado sobre la mano derecha. Pero se hacía necesario perderle pasos al novillo y eso rompía el ritmo. Después de un bajonazo infumable, dejó una entera arriba. En cambio, rompió con mucha mayor decisión frente al que hizo 5º, más encastado que sus hermanos y siempre exigente, al que toreó con verdadero señorío con el capote. Pero ya en ese primer tercio el tal “Ilustrado” dejó dicha su última palabra: por el pitón izquierdo no aceptaba ni una caricia. De forma discontinua, tuvo fases con interés sobre la mano derecha. Lo pasaportó de un soberbio volapié, que por si solo justificaba la ovación.
El buen corte de torero que tiene Rafa Serna se quedó por esta vez inédito. Tuvo un lote de esos que desconciertan. Especialmente el 6º, al que no había modo de meterle mano y era de esos animales que hasta quitan el sitio al que le corresponde lidiarlo. En cambio, había dejado muestras de su buen hacer con el 3º, pero éste no ponía un ápice de su parte para que pudiera subir el tono.
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