Cada día resulta más complicado ese paso transcendental de las alternativas. Si siempre fue una decisión complicada, en la actualidad además resulta de un muy incierto resultado. Si contemplamos el periodo 2018-2014, esto es: las cinco últimas temporadas, de los 74 novilleros que decidieron graduarse, tan sólo 7 han destacado luego, siempre al amparo de una Casa grande. Y lo que es más significativo: más de 15 de ellos ni siquiera han vuelto a vestirse de torero tras el día de la ceremonia.
Lo más habitual viene siendo que tras de ese paso tan importante, los aspirante deambulen por el escalafón sin llegar cada temporada a torear al menos cinco tardes. En este el escalafón resulta muy inmovilista; abrir paso cada día es mas difícil.
Se dirá, y es cierto, que la estructura actual de la Fiesta no permite irrumpir en la profesión con alguna fuerza, salvo contadas excepciones: todo tiene que estar bajo control.
En este sentido, la inviabilidad económica de permanecer en el escalafón de la novillería, fuerza en gran medida a probar fortuna a toda costa como matador de toros. Pero en ese segmento las cosas son aún mucho más difíciles. No es casualidad que, por ejemplo, en la temporada de 2018, 60 toreros tan sólo hayan actuado en 1 o en 2 ocasiones. Y si quieren prodigarse más, tienen que hacer el invierno por el circuito menor de plazas americanas.
Pero no es menos cierto que a ese paso de un escalafón a otro también se le ha perdido un poco el respeto. No hace tantos años cuántos novilleros decidían no dar tal paso, sencillamente porque habían comprobado que no reunían las condicione que siempre se exigieron par aspirar a codearse con los que mandan en el escalafón.
En la estadística de estas últimas temporada, que se esquematizan en los cuadros siguientes, llaman la atención también los doctorados que más parecen que se obtienen tan sólo y nada más para que conste en la tarjeta de visita que ellos matadores de toros: su viabilidad profesional resulta objetivamente imposible.
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