“Diferencias con los demás en sí no existen. Pero puede decirse que el torero sevillano tiene como más inspiración que otros. En la interpretación del toreo, creo que no pueden darse diferencias, hayas nacido en Sevilla o en Castilla; lo fundamental es para todos lo mismo. Al toro hay que lidiarlo y ahí no caben distinciones. Diría tiene como peculiar ese yo-no-sé-qué que puede darle ocasión a improvisar, a tener como más desparpajo en un momento dado”.
La definición es de Manolo Vázquez. Charlábamos al término de un festival, de los últimos que toreó el de San Bernardo, relajadamente sentados en el salón del hotel donde se había vestido de corto. Estábamos a caballo entre su retirada y aquella gloriosa reaparición de los años 80, una posibilidad que no estaba entonces en el horizonte, por más que reconociera: “volvería por poderle darle 20 pases a gusto a un toro; gracias a Dios ese sería el único motivo”.
Pero añoraba los ruedos, con prudencia, pero como si fuera un sueño rejuvenecedor. “Yo soy de buen conformar, me conformo con que de vez en cuando se acuerden de mí. Y cuando llegue la ocasión de ser útil para alguien, de torear un beneficio, por ejemplo, que le saquen a uno de la tranquilidad para volver al ajetreo del toreo. Es como si por dos días te quitaran veinte años de encima”.
Sin embargo, desde ese relajado retiro los recuerdos se mantenían muy vivos. Por eso no se le iba de la cabeza la feria de San Isidro del 54. “Estaba en ese momento, con dos años de alternativa, en el que tienes que tirar para arriba o quedarte estancado. A aquella feria iba a una sola corrida. Salí a darlo todo. Luego resultó que toreé cuatro tardes y de ahí salí ya funcionando con fuerza”.
Y entre sus recuerdos, estaban los inicios: “La verdad es que yo elegí esta profesión como podía haber elegido otra. Claro, me gustaba una barbaridad, estaba metido en el ambiente. Y en esto es como en todo, lo que encuentras en la familia es lo que muchas te marca el futuro”
¿Pero cuando se da uno cuenta que ha elegido el camino de su vida? Según Manolo Vázquez, con mucha razón, “cuando uno es un chaval, todo lo ve muy fácil. Vamos, te crees que todo lo vas a conseguir de la noche a la mañana, como si te lo trajeran los Reyes Magos. Luego, cuando pasa algo de tiempo, te vas dando cuenta de las dificultades. Pero es lógico que sea así. Si cuando eres un crío no piensas más que en lo difícil que resulta todo, qué se habría hecho en este mundo; nadie se habría decidido a hacer algo. En mi caso, yo me di cuenta donde estaba cuando el público comenzó a corresponder a mis ilusiones, cuando empezaban a fijarse en mí”.
En manolo comenzaron a fijarse el año 45, cuando mató un becerro en el pueblo sevillano de Carmona, siguiendo haciendo a raíz de su debut con caballos en 1948 en Ciudad Real….. Y así hasta aquella tarde histórica del 12 de octubre de 1983, cuando abrió la Puerta del Príncipe, para poner broche de oro a su carrera.
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